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La ruina llegó con el huracán, barriendo todo lo que conocía. Mi prometido, Ricardo, fue mi refugio en la tormenta que destruyó a mi familia. Me consiguió un puesto en la firma más grande, una segunda oportunidad para reconstruir mi vida. Creía que lo peor había pasado, que nuestro amor era mi salvación. Pero un día, al llevarle café a su oficina, escuché sus voces: la de Ricardo y la de don Emilio, mi nuevo jefe. "Luna no sospecha nada," dijo Ricardo, y su voz ya no era la de mi amor, sino la de un conspirador. "Cree que la estoy ayudando, que este trabajo es su salvación." Y don Emilio añadió, con una risa seca: "Arruinar a los Rojas fue una obra maestra. El viejo Rojas murió pensando que era un fracasado." Cada palabra fue un golpe, una puñalada helada. Mi padre honorable, mi familia destrozada... todo fue una mentira orquestada por el hombre que me consoló y el que me prometió amor eterno. Me desplomé en el pasillo, con la taza de café rota a mis pies, como mi corazón. Y el dolor se transformó en rabia pura, una rabia helada que me aclaró la mente. "Casarte con Luna," escuché que don Emilio decía. "Una vez que firmes el acta de matrimonio y tengas acceso legal a lo que queda del patrimonio intelectual de los Rojas, nos desharemos de ella." No solo querían mis diseños, querían borrar hasta el último vestigio de mi familia. Yo era la llave. La confianza y el amor se pudrieron en mi interior, dejando solo una ardiente sed de venganza. No iba a ser su víctima. El arquitecto que destruyeron iba a usar su última herramienta, no para construir, sino para demoler. Ellos creyeron que me habían matado. Pero de las cenizas de la vieja Luna, nacería algo mucho más peligroso. Soy Luna Rojas, la que creyeron muerta. ¡Prepárense, cabrones! Porque esta no es una historia de amor, es una de venganza.