cialités, todos orbitando alrededor de don Emilio y Ricardo. Yo me sentía como un fantasma en mi propio funeral, un accesorio en el brazo de mi verdugo.
osa prometida, el futuro de la arquitectura". Cada palabra era una burla. Yo asentí
la barra cuando Sofía se acercó, con una copa de
nte a nuestro alrededor pudiera oírla. "La huerfanita caída en desgracia,
ultante. El vino tinto voló por el aire y aterrizó de lleno en la parte delantera de mi ves
y risitas mal disimuladas. M
fía, fingiendo horror. "¡Qué
ló" y me empujó con fuerza. Perdí el equilibrio y caí hacia atrás,
me sujetó con demasiada fuerza. Su mano se d
oído. "Conmigo estarás más segura. Un
elando unos dientes amarillentos. El pánico se me
té, mi voz más alta
do, buscando ayuda, pero él solo me miraba con fría desaprobación, como si yo fuera la culpable de todo. Don Emilio, desde el otro lado del salón, ob
pulento. "¡Esta es una fiesta decente! ¡No
a la salida. Me echaron a la calle como a una delincuente. La humillación era total. Me quedé
Sofía. Salió a la acera y se paró frente a mí, su sonri
he, Lunita?", preguntó,
ico que pude articular
ón. ¿De verdad crees que alguien como tú podría competir co
rupto," siseé, la ra
Ricardo lo aplastaron como a una cucaracha. Se quedaron con sus proyectos, su reputación, todo. Y tú... tú fuiste la cereza del pastel. Ricar
a casi insoportable. Sentí que algo dentro de mí se rompía definitiv
orrar esa sonrisa de su rostro, hacerla pagar por el d
llegué a
vo se clavaran en cada músculo de mi cuerpo. Grité, un sonido ahogado y gutural, y caí de rodil
pequeño control remoto, y supe, con una certeza aterradora, que él era la causa de mi agonía. No era magia, era tecnología. Algún
ofía a levantarse, tratándola con una delicadeza que nunca me había mostrado a mí
do. "Estoy bien. Solo es
nes nada. Eres un peón, y harás lo que yo te diga hasta que obtenga lo que quiero. Cuando haya firmado los derechos
la acera. Quedé allí, tendida en el suelo frío, viendo cómo Ricardo se llevaba a Sofía de vuelta a la fiesta. La última imagen q
mi corazón se convertía en una piedra. Ya no había amor. No había tristeza.