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La caída de la amante de la celebridad
GavinRenuncié a mi herencia de veinte mil millones de dólares y corté lazos con mi familia, todo por mi novio de cinco años, Ignacio. Pero justo cuando iba a decirle que estaba embarazada de nuestro hijo, él soltó una bomba. Necesitaba que yo asumiera la culpa por su amor de la infancia, Evelyn. Ella había atropellado a alguien y se había dado a la fuga, y su carrera no podía soportar el escándalo. Cuando me negué y le hablé de nuestro bebé, su rostro se volvió de hielo. Me ordenó que interrumpiera el embarazo de inmediato. —Evelyn es la mujer que amo —dijo—. Saber que estás embarazada de mi hijo la destruiría. Hizo que su asistente programara la cita y me envió sola a la clínica. Allí, la enfermera me dijo que el procedimiento conllevaba un alto riesgo de infertilidad permanente. Él lo sabía. Y aun así me envió. Salí de esa clínica, eligiendo quedarme con mi hijo. En ese preciso instante, una alerta de noticias iluminó mi teléfono. Era un artículo radiante que anunciaba que Ignacio y Evelyn esperaban su primer hijo, con todo y una foto de la mano de él descansando protectoramente sobre el vientre de ella. Mi mundo se hizo añicos. Secándome una lágrima, busqué el número que no había marcado en cinco años. —Papá —susurré, con la voz rota—. Estoy lista para volver a casa.
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Me despiezó por amor a otra
Rabbit4-Ethan, esto no es ético. Es un crimen. Ella no ha dado su consentimiento. Esas palabras escalofriantes, susurradas en el zumbido estéril de un quirófano, fueron lo primero que oí mientras la consciencia volvía a mí. Mi corazón martilleaba, un pavor helado reptaba por mis venas. El Dr. Ben Carter, el viejo amigo de Ethan, estaba discutiendo con él. -Es mi novia, Ben. Prácticamente mi esposa -se burló Ethan, con la voz cargada de una aterradora indiferencia-. Chloe necesita este riñón. Ava es compatible al cien por cien. Riñón. Chloe. Se me heló la sangre. La bella y frágil Chloe Vahn, que siempre había sido un fantasma en nuestra relación, ahora se llevaba un trozo de mí, literalmente. Intenté gritar, moverme, pero mi cuerpo pesaba como el plomo y tenía la garganta en carne viva. Sentí un tirón brusco, una línea de fuego abrasador en mi costado: el bisturí. Diez años de amor, de sacrificio, reconstruyendo a Ethan Reed y su empresa desde la nada, todo para esto. Para ser despiezada como un animal para la mujer que él amaba de verdad. Cuando por fin recuperé la plena consciencia, Ethan estaba junto a mi cama, con una estudiada expresión de preocupación en el rostro, inventando una mentira sobre la rotura de un quiste ovárico. Pero entonces, la conversación que oí susurrar a una enfermera confirmó mi pesadilla: «El trasplante de riñón de Chloe... apenas se apartó de su lado». Las piezas encajaron con una claridad brutal. Mi desesperación se solidificó en una fría y dura determinación. Se acabó. Agarré mi teléfono y busqué un contacto al que no me había atrevido a llamar. Noah Hayes, el rival de Ethan, un hombre íntegro. Mi dedo tembló mientras tecleaba. -Noah -conseguí decir con voz rasposa-. ¿Sigues buscando una directora de operaciones que conozca las estrategias de Reed Innovate... y quizá, una esposa? El silencio se alargó, y entonces su voz, tranquila y seria, se abrió paso entre el ruido de mi mundo en ruinas. -Mi jet, en siete días. LaGuardia.
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El precio del amor no correspondido
GavinDieciocho días después de renunciar a Bruno Montenegro, Jade Rosario se cortó su melena que le llegaba a la cintura y llamó a su padre para anunciarle su decisión de mudarse a California y estudiar en la UC Berkeley. Su padre, estupefacto, le preguntó por el cambio tan repentino, recordándole cómo siempre había insistido en quedarse con Bruno. Jade forzó una risa, revelando la dolorosa verdad: Bruno se iba a casar y ella, su hermanastra, ya no podía aferrarse a él. Esa noche, intentó contarle a Bruno sobre su aceptación en la universidad, pero su prometida, Chloe Estrada, interrumpió con una llamada alegre, y las tiernas palabras de Bruno hacia Chloe fueron una tortura para el corazón de Jade. Recordó cómo esa ternura solía ser solo suya, cómo él la había protegido, y cómo ella le había confesado su amor en un diario y una carta, solo para que él explotara, rompiendo la carta y rugiendo: "¡Soy tu hermano!". Él se había marchado furioso, dejándola sola para que ella, con el corazón destrozado, pegara los pedazos con cinta adhesiva. Sin embargo, su amor no murió, ni siquiera cuando él trajo a Chloe a casa y le dijo que la llamara "cuñada". Ahora, lo entendía. Tenía que apagar ese fuego ella misma. Tenía que arrancarse a Bruno del corazón.
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Su Promesa, Su Prisión
GavinEl día que salí del reclusorio, mi prometido, Damián Ferrer, me estaba esperando, prometiéndome que nuestra vida por fin iba a comenzar. Hace siete años, él y mis padres me suplicaron que me echara la culpa de un crimen que cometió mi hermana adoptiva, Sofía. Se puso al volante borracha, atropelló a alguien y se dio a la fuga. Dijeron que Sofía era demasiado frágil para la cárcel. Llamaron a mi sentencia de siete años un pequeño sacrificio. Pero en cuanto llegamos a la mansión familiar en Polanco, sonó el teléfono de Damián. Sofía estaba teniendo otro de sus "episodios", y me dejó sola en el gran vestíbulo para correr a su lado. El mayordomo me informó entonces que debía quedarme en el polvoriento cuarto de servicio del tercer piso. Órdenes de mis padres. No querían que alterara a Sofía cuando regresara. Siempre era Sofía. Por ella me quitaron el fondo de mi beca universitaria, y por ella perdí siete años de mi vida. Yo era su hija biológica, pero solo era una herramienta para usar y desechar. Esa noche, sola en esa habitación diminuta, un celular barato que me dio un guardia de la prisión vibró con un correo electrónico. Era una oferta de trabajo para un puesto clasificado que había solicitado hacía ocho años. Venía con una nueva identidad y un paquete de reubicación inmediata. Una salida. Escribí mi respuesta con los dedos temblorosos. "Acepto".
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La esposa olvidada renace
GavinVendí la casa de mi abuela, mi único refugio, para encontrar a mi esposo desaparecido. Después de cinco años angustiosos, lo hallé en el bar de un hotel de lujo, celebrando. Pero no estaba solo; a su lado, mi hermanastra, Mariana, se regodeaba con él. Escuché sus risas, susurros venenosos que revelaron la verdad: mi "desaparición" fue una farsa, una cruel venganza orquestada por ambos. "Todo lo que ha sufrido es poco comparado con lo que te hizo a ti y a tu madre", le dijo Ricardo a Mariana, acariciándole una cicatriz que ella afirmaba que yo le había causado. Mi amor, el que había mantenido mi esperanza a flote por años, se hizo añicos, transformándose en un glaciar de dolor. ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Cómo pude amar a un monstruo? Él me humilló, me golpeó, me obligó a vivir en la ignominia de su mansión. Un día, mi preciado pulpo, Octavio, el último vestigio de mi vida anterior, fue brutalmente asesinado ante mis ojos por Mariana. El dolor fue insoportable, pero en la oscuridad de ese barco-cobertizo, algo frío y afilado nació en mí. Me arrojaron al mar, con el tobillo roto, para morir. Pero la corriente no me llevó a la muerte, sino a un barco de investigación donde fui rescatada. Ellos tenían videos. Tenían pruebas. La vieja Sofía murió en esas aguas, ahogada por el dolor y la traición. Pero una nueva, una mujer fría y decidida, emergió. "Capitán, necesito un abogado", dije, con una fuerza que nunca antes había conocido. "Y papeles de divorcio. Inmediatamente".
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Adiós, Ricardo: Mi Verano
GavinMi escritorio de caoba pulida en "Casa de Modas de la Rosa" se sentía como un escudo, un refugio donde mis diseños cobraban vida y ganaban premios. Pero, el rostro grave del gerente de RH, con su voz baja y casi un susurro, rompió toda la fantasía: "Sofía, la empresa ha decidido terminar tu contrato" . ¿Despedirme? ¿A mí? La diseñadora principal, la que trajo millones con su talento, ¿echada a la calle como si nada? Mi cerebro se puso en blanco, intentando aferrarse a la lógica, a la injusticia. ¿Por qué? Una verdad amarga se dibujó en mi mente, un nombre que dolía más que cualquier despido: Ricardo de la Rosa. El dueño, mi Ricardo. Fui su protegida, su amante secreta por tres años, la mujer que siempre estuvo a su lado. Pero hoy no solo él regresaba, también lo hacía Isabella Vargas, su prometida, su "luna blanca". Mi despido no era más que un regalo para ella, una forma de demostrarle a su prometida que yo, la mujer invisible, no era nada. Vi a Ricardo sostener la mano de Isabella, y esa mirada de devoción me lo confirmó: yo era un fantasma en su mundo. En el hospital, después de la humillante bofetada de Isabella y su amiga, Ricardo defendió a mi agresora. "Ella no quiso hacerte daño, Sofía. Solo es muy protectora con Isabella" . Ese día, bajo las luces frías, mi corazón se rompió por completo. Me prometí que ya no sería más su canario, encerrado en esa jaula de oro. La humillación sería mi motor. Mientras esperaba y él dormía, tomé su teléfono donde había un mensaje: Mañana pediría matrimonio a Isabella. Fui a buscar a Jack en Los Ángeles. ¡Que empiece el juego, Ricardo!
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INCESTO: Dulce Pecado
WillyCuentos de incesto para que fantasees y tengas un inmenso placer. Cuida tus bragas.. Disfruta con moderación y ten un buen disfraz, ten cuidado de no tener problemas con las manos. Nota: Si no te gustan los cuentos de incesto, te recomiendo que no los leas.
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Adiós, Mi ex Esposo
GavinEn tres años de matrimonio, mi esposo Ricardo me engañó 187 veces. Llevaba la cuenta, no por masoquismo, sino como un recordatorio constante de la farsa de mi vida. Con nueve meses de embarazo, el peso de mi vientre era casi tan abrumador como mi desilusión. Ricardo me arrastró a una reunión de negocios, exigiéndome ser la "esposa perfecta" . Allí, bajo presión y con su aliento a alcohol en mi oído, me obligó a beber un tequila, a pesar de mi avanzado estado. "No pasa nada por un trago, mujer. No exageres", siseó. Inmediatamente, un calambre agudo y violento me recorrió el vientre. El parto se adelantó. Nueve horas de labor, sola. Ricardo me abandonó en la entrada de urgencias para "cerrar el trato" . Cuando nació mi hijo, pequeño y frágil, fue directo a la incubadora. Y Ricardo no estaba. A la mañana siguiente, mi suegra, Doña Carmen, entró a mi habitación. "Prendí la televisión. Arrestaron a Ricardo con otra mujer en una redada" . Esa fue la confirmación número 188. "Doña Carmen", dije con una calma que no sabía que poseía. "Quiero el divorcio". Ella me miró, y no encontró ninguna duda en mi rostro. "Te ayudaré", dijo finalmente, con la voz firme. En los días siguientes, apenas miré a mi hijo en la incubadora. No podía permitirme amarlo. Él era la llave para salir de esa jaula de oro. Yo me iría sin nada, como llegué a este mundo. Cuando Ricardo apareció, en lugar de preguntar por el bebé, exigió una prueba de paternidad. Fue entonces que abrí los ojos. No iba a llorar, ni a gritar. Solo iba a ser libre.
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La traición de Ricardo: Mi pesadilla
GavinPara pagar la hipoteca de un millón de dólares y que mi hija, Ana, pudiera estudiar en la mejor escuela de la Ciudad de México, me partía el lomo en viajes de negocios sin fin. Justo cuando pensaba volver a casa, una llamada de un número desconocido me heló la sangre: "Le llamo de la escuela primaria Benito Juárez, en el pueblo de San Agustín, Oaxaca. Solo para recordarle que la cuota de los libros de su hija aún no ha sido pagada." Oaxaca. Escuela pública. Mi Ana en una escuela rural. Mi esposo, Ricardo, restó importancia al "error", pero la inquietud se clavó en mi mente. Al día siguiente, en lugar de ir a casa, fui directamente al Colegio Westminster. Allí, una mujer, supuestamente la "verdadera" madre de Ana, me acusó de secuestro. La histeria estalló. Fui humillada, llamada "loca" y expulsada del colegio. Cuando Ricardo apareció, hizo lo impensable: me negó, me humilló frente a todos, dijo que era una acosadora desequilibrada, todo para proteger su mentira. Mi Ana no estaba en la escuela de élite. Mi Ricardo tenía otra "Ana" y otra mujer. La casa que pagué con mi sudor, mi símbolo de éxito, era ahora una tumba de lujo, y pronto descubrí que Ricardo falsificó mi firma y me la robó. La prensa me tachó de "Lady Abandona Hijos", "Sofía La Loca". Mi propio abogado me traicionó. "¿Por qué?", me gritaba a mí misma. "¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Qué demonios le dijiste a todos para que creyeran que estoy loca?" Sola, contra el mundo, solo quedaba una opción: ir a buscar a mi hija Ana a Oaxaca y destapar la retorcida verdad de la doble vida de Ricardo.
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Subasta de Dignidad y Amor
GavinMi esposo, Mateo, y yo éramos la pareja perfecta, el epítome del éxito en la alta sociedad de la Ciudad de México. Él, el empresario de la construcción, y yo, Ximena, la reconocida diseñadora de moda, que vestía un diseño propio y a mi lado Mateo sonreía a las cámaras. Incluso construimos un imperio juntos, o eso creía yo. Pero en la Gala Benéfica Anual de Arte, una subasta de "Corazón Roto" lo cambió todo. Una voz chillona interrumpió la noche: "¡Cinco millones de pesos!", gritó Sofía, la influencer de las redes, con una sonrisa triunfante. Esa era la cantidad exacta que había desaparecido de nuestra cuenta conjunta la semana pasada. Mi primer impulso fue gritarle, pero la frialdad tomó el control. Mientras Mateo miraba a Sofía con orgullo y fastidio, demostrando que ella era su amante, saqué mi teléfono y marqué un número bancario. "Ernesto, soy Ximena. Necesito que congeles una transacción saliente de la cuenta corporativa 77B. ¡Urgente! Considera la tarjeta asociada como robada". El mundo se detuvo. La traición no fue un descubrimiento lento, fue un golpe seco y brutal. Mateo me agarró del brazo: "¿Qué hiciste?", siseó, con una voz baja y peligrosa. "A un lugar donde aprenderás a no humillarme", dijo, sin mirarme. El auto se detuvo en un rancho aislado. Allí, con Sofía a su lado, Mateo me empujó al escenario, declarando: "Mi esposa... será vendida al mejor postor. Empezaremos con su dignidad". "No tienes nada", susurró, destruyendo mi teléfono. Pero yo tenía un secreto, un plan de contingencia escondido en mi vestido. "Ricardo… Necesito ayuda" .
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Mi Venganza, Mi Destino
GavinEl aire del aeropuerto de la Ciudad de México vibraba con una electricidad que solo yo sentía. Después de tres años esperando a Leonardo, mi prometido y renombrado chef, el hombre que me robó el corazón, la pantalla parpadeó: "Aterrizado". Pero mi alivio se hizo pedazos cuando lo escuché susurrar al teléfono: "Todo va según el plan. Le pediré que nos casemos. Una vez que sea mi esposa, el dinero de los Romero será nuestro. Esto es por nuestro futuro, por el de Leíto. Necesito asegurar este matrimonio, ¿entiendes? Esta vieja fortuna es la clave." Leíto. Un hijo. ¿Su hijo? Mi cuerpo se paralizó al ver a una mujer llamarlo: "¡Leo!", con un niño de unos dos años, una copia de él. Él tartamudeó una excusa patética: "Ella es... Fernanda Díaz. Una colega. Su situación es complicada." Ella sonrió con burla: "¿Colega? Leo, cariño, no creo que esa sea la palabra adecuada." Entonces lo entendí, él había construido una familia a mis espaldas, usándome mientras tanto para asegurar un futuro lleno de lujos. Mi ira me dio la fuerza para susurrar: "Sube al coche, Leo. Hablaremos en casa." Pero la humillación no terminó ahí. Esa noche, Fernanda se presentó en mi habitación con el niño, quien usaba mi relicario, mi símbolo de amor, que Leo juró llevar por siempre. Ella sonrió: "Leo me lo dio hace más de dos años, cuando le dije que estaba embarazada de Leíto. Dijo que era un símbolo de su compromiso con nosotros, con su nueva familia." Leo, mi prometido, el hombre que me engañó, estaba criando un hijo con su amante, ¡y yo había sido la ciega que pagaba por su doble vida! Con una furia fría, decidí que esto no quedaría así. No huiría, contraatacaría. Marqué un número, el de Ricardo Alcántara, el magnate misterioso que una vez me propuso matrimonio. "Acepto", dije. "Diles que Sofía Romero está lista para su propuesta."
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Cegado por un Ángel Falso
GavinSofía, una bailarina de espíritu indomable, se ve forzada a casarse con un rico heredero en coma para salvar la bodega familiar. Su corazón latía por Mateo, el guardaespaldas de su padre, pero él solo tenía ojos para su hermanastra Isabela, la favorita de su padre. Mateo, ciegamente obsesionado con la apariencia inocente de Isabela, creía que ella era la bailarina del vestido rojo de la que se enamoró años atrás. Sofía soportó años de rechazo y humillaciones, observando a Mateo proteger a Isabela con devoción, incluso cuando Sofía, herida, era ignorada. Isabela, mientras tanto, se jactaba de su cruel manipulación y de usar a Mateo como un "perro poderoso". ¿Cómo podía Mateo, a quien amaba, ser tan cruel y ciego frente a esa impostora "angelical"? Con el corazón roto por la injusticia y la traición, Sofía decide romper con todo y escapar de esa vida tóxica. Lo que ella no sabe es que Mateo, el multimillonario heredero de un imperio bancario, está a punto de descubrir la verdad: ¡la bailarina del vestido rojo que le robó el corazón siempre fue Sofía! Y que Isabela, con su maldad inimaginable, ha manipulado sus vidas desde el principio.
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El Diablo y Mi Corazón Roto
GavinEl aroma a café rancio y papel viejo se había vuelto el perfume de mi vida, un recordatorio constante de la urgencia que me consumía. Faltaban menos de veinticuatro horas para que mi reportaje expusiera a Diego "El Diablo" Garmendia como el asesino que le arrebató la vida a mi hermana Sofía. Su muerte, catalogada por la policía como un simple "ajuste de cuentas", era en realidad un crimen encubierto por aquellos que juraron proteger. La traición se hizo palpable cuando "El Zorro", mi informante, reveló que el Comandante Ramírez, el mismo que me prometió justicia en el funeral de Sofía, se reunía en secreto con los hombres de "El Diablo" para "cerrar el caso" e inventar "pistas falsas". No podía creer que la corrupción llegara tan lejos, que la vida de mi hermana fuera solo un número en sus juegos de poder. La rabia me consumió, y con una determinación inquebrantable, decidí enfrentar a Ramírez y exponer la verdad que intentaban ocultar, aunque eso significara poner mi propia vida en riesgo.
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La Bailarina Despreciada Vuelve
GavinSiempre creí que mi vida era un cuento de hadas. Como bailarina principal, el escenario del majestuoso Teatro de la Ciudad era mi segundo hogar, y Ricardo, mi prometido y dueño de este imperio, era mi príncipe. Me había prometido el papel protagónico en "El Lago de los Cisnes", mi sueño de toda la vida. Pero ese cuento se convirtió en una pesadilla cuando Ricardo, con una frialdad gélida, anunció que el papel no sería mío. A su lado, su exnovia y "reina" de las redes sociales, Valentina, sonreía con una malicia que me helaba la sangre. "Su popularidad nos traerá una publicidad que tú, querida, simplemente no puedes ofrecer," dijo Ricardo, y esas palabras me humillaron frente a todos. La mujer que apenas podía mantenerse en puntas, me había reemplazado. A mí, Sofía, que había dedicado mi alma entera al ballet. "Las promesas cambian, Sofía, como cambian los negocios," añadió con una sonrisa cruel que desquebrajó mi mundo. Luego, la degradación final. "Necesitamos a alguien que se encargue del vestuario de las bailarinas secundarias. Una especie de asistente de guardarropa. Te quedará bien el papel." La promesa de matrimonio rota, mi carrera destrozada, mi dignidad pisoteada. El dolor en mi rodilla tras sus golpes, el sabor metálico de la sangre en mi boca, la oscuridad de ese sótano… La humillación pública por parte del hombre que amaba me dejó sin aliento, pero en medio de las lágrimas y el dolor, una chispa se encendió. Un plan. Un llamado telefónico a mi hermano, Alejandro, el rey del arte clandestino. Porque cuando te quitan todo, solo te queda la furia. Y yo, Sofía, estaba a punto de desatar una tormenta que Ricardo y Valentina nunca podrían haber imaginado.
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Renuncié a Todo por Ti
GavinSolía ser Sofía Romero, una arquitecta exitosa en la Ciudad de México, mi nombre sinónimo de un futuro brillante. Pero renuncié a todo, a mi carrera y mis sueños, por criar a Mateo, el hijo de mi hermana Elena, quien murió en un accidente. Mi cuñado, Ricardo, me convenció de que no sabía criar niños y se hizo cargo de Mateo, y de la empresa familiar de mi padre. La traición no tardó: nos abandonó a Mateo y a mí en un barrio humilde, mientras él vivía con su nueva pareja, Laura. Años después, la tragedia me golpeó de nuevo: mi hija Isabella murió en un tiroteo de pandillas. En mi desesperación, descubrí que Ricardo había desfalcado la empresa, robándonoslo todo, y que Laura se burló por haber financiado su lujosa vida con la herencia de mi hermana. Pero lo más atroz llegó: Laura, con una sonrisa cruel, me confesó que el "accidente" de Elena había sido planeado, una "solución permanente" . Mi dolor se transformó en una rabia fría y cortante, un deseo de justicia que ardía en mi pecho. Recordé el legado de mi padre, un abogado que luchó por la justicia, y encontré sus viejos expedientes. Armada con ellos y un deseo de venganza, decidí que Ricardo no se saldría con la suya. En la junta de accionistas de la empresa familiar, con grabaciones y documentos, expuse sus crímenes. Ricardo, desenmascarado, abofeteó a Laura y la destrozó públicamente, revelando su propia monstruosidad. Sentí una claridad helada: él y su amante habían planeado la muerte de mi hermana. Ricardo intentó volver a mi vida, pero lo expulsé y, con los fondos recuperados, fundé una organización para víctimas de la corrupción. Ya no soy la arquitecta, soy la guardiana del legado de mi padre, la voz de mi hija y la protectora de mi sobrino. Mi guerra apenas comienza.
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Mi Bebé, Mi Venganza
GavinEl chirrido de los neumáticos fue el último sonido coherente antes de que el mundo se desgarrara, y el impacto lanzó mi cuerpo de ocho meses de embarazo contra el cinturón, con el instinto de proteger a mi bebé como mi primera y única verdad. El olor a metal quemado y a gasolina llenaba el aire mientras las sirenas se acercaban, y yo me aferraba a la vida, sintiendo cómo se me escapaba la presión y la calidez entre mis piernas, un terror puro que ahogaba el dolor físico. "Mi bebé", susurré con los labios secos, "salven a mi bebé", mientras me arrastraban del coche hacia el torbellino de batas blancas que me llevaría a la sala de urgencias, a los pies de mi esposo, el Dr. Alejandro Vargas, el cirujano más respetado, mi única esperanza. Pero justo cuando creí que su presencia traería alivio, su teléfono sonó, y la mención de Isabella, mi prima también embarazada, borró de su rostro toda preocupación por mí y por nuestro hijo. Cuando el ginecólogo advirtió sobre un desprendimiento de placenta y sufrimiento fetal, la vida de nuestro bebé pendiendo de un hilo, Alejandro, con una arrogancia que nunca le había visto, lo ignoró, ordenando que el anestesiólogo fuera a ver a Isabella porque "Sofía es una mujer fuerte, puede soportar un parto natural." "Deja de ser dramática, Sofía", susurró cruelmente mientras me abandonaba a mi suerte, "Isabella me necesita más." La oscuridad me envolvió al escuchar el monitor cardíaco sonar plano, la voz del Dr. Morales, un joven médico, rompiendo el silencio: "La perdimos." Pero mi hijo vivió, su débil llanto resonó en la habitación mientras escuchaba a las enfermeras hablar de Alejandro alardeando de su "hijo, sano y fuerte, el bebé más hermoso", que resultó ser el de Isabella. Una ira volcánica me quemó por dentro, eclipsando el dolor físico, no por miedo, sino por una furia fría y calculadora, arrancándome las vías con un grito ahogado. "Venganza", susurré, una promesa silenciosa para mí misma, forjada en la traición que nunca perdonaría: destruir a Alejandro Vargas, el hombre que me había dejado morir.
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El Precio de Su Farsa
GavinMi cocina era mi santuario, mi escape del mundo, mi conexión con ella. José Luis, el chef aclamado, lo sacrificó todo por el amor de Sofía, construyendo un imperio para ella mientras aceptaba la dolorosa "verdad" de su infertilidad. Una visita de emergencia al hospital reveló una mentira devastadora: Sofía no solo estaba embarazada de ocho semanas, sino que no parecía sorprendida en absoluto. Sentí un nudo de confusión y un miedo terrible, un presentimiento oscuro. La laptop de Sofía, abierta, me mostró la verdad: una vida secreta con otro hombre, Rodrigo, y dos hijos que me había hecho creer que eran "sobrinos" postizos. Cientos de fotos: Sofía en la playa, en cenas románticas, besándose con Rodrigo, celebrando cumpleaños y Navidades con "Nuestra Familia" . El golpe fue brutal: su tercer hijo estaba en camino, y mi amor, mi sacrificio, mi vida de diez años, todo había sido una elaborada y cruel mentira. Me derrumbé, dándome cuenta de que había sido el tonto que financió su doble vida. La mujer que amaba era una extraña, una manipuladora desalmada que creía que su traición era una "necesidad estratégica". "Rodrigo no es mi amante, José Luis. Es una necesidad estratégica." Y, en el colmo de la crueldad, me echó, proclamando que todo estaba a su nombre, dejándome sin nada. "¿Tu casa? Revisa las escrituras. La casa está a mi nombre. El negocio está a mi nombre. Todo está a mi nombre. Tú no tienes nada." Con la dignidad como única posesión, me fui, dejándola con su victoria vacía. Pero entonces, en el umbral de lo que fue mi hogar, vi la escena que lo cambió todo: Rodrigo en mi bata, mis tazas, mis hijos corriendo, la familia secreta instalada. "¡Esta es mi casa ahora! ¡Mi papi dice que tú eres un perdedor!" La humillación total, la confirmación de que me habían despojado de todo, me dejó sin aliento, pero algo dentro de mí se encendió. Decidí que era hora de recuperar mi vida y mi restaurante "Fénix" se levantaría de las cenizas.
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Adiós, Pasado Roto y Falso
GavinRicardo "Rico" Mendoza, heredero del imperio culinario, creía que su novia Sofía era el ingrediente secreto de su vida. Le había perdonado incontables veces sus ausencias por "juntas de negocios" o "oportunidades de modelaje" en Cancún. Pero esa noche, el perdón se agotó cuando los descubrió. A ella, con mi primo Miguel, en mi propia casa, en la biblioteca de mi abuelo. No solo estaban juntos, sino que planeaban cómo despojarme de mis restaurantes como si ya fueran suyos. "Rico es demasiado sentimental" , dijo Miguel, sirviéndose de mi tequila, "Necesitamos vender la sucursal de Polanco para tu línea de moda, Sofí" . "Él nunca lo aceptará" , respondió ella, con fastidio, "Sigue apegado a esas recetas viejas de su abuela" . Cuando entré, el silencio fue total, pero Sofía rápidamente se recompuso, intentando abrazarme. "Mi amor, qué bueno que llegas, Miguel y yo estábamos…" , dijo. "Sé exactamente lo que estaban haciendo" , la interrumpí, mi voz helada. "Estaban repartiéndose mi vida" . Luego, en un intento desesperado, Sofía lanzó su última y más cruel jugada: "¿Y qué pasará con nuestro bebé?" . Miré su vientre plano, y un mareo me invadió. La manipulación era descarada. En ese instante de distracción, Miguel se movió y sentí una presión fría y aguda. Uno de mis cuchillos de chef sobresalía de mi costado. Sofía gritó, pero no había horror, solo molestia. Caí de rodillas. Mientras la sangre formaba un charco, los miré. No había amor ni preocupación, solo la inconveniencia de mi cuerpo sangrando en su camino. La traición me ahogaba, pero una decisión floreció, clara y afilada como el cuchillo en mi costado. Se acabó. Esta vez, para siempre.
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El Vínculo del Alma Renace
GavinHan pasado tres años desde que Sofía murió. Para Ricardo, cada día se sentía igual de vacío. Hoy, en el aniversario de su muerte, se emborrachó y condujo sin rumbo, terminando en el cementerio con una botella de tequila. Se arrodilló ante la tumba de mármol blanco: "Sofía Reyes. Amada prometida" . "Tres años fingiendo que me importas. Tres años viniendo a este maldito lugar a hablarle a una piedra." De repente, una voz clara y fría, llena de burla, cortó el aire: "¡Hombre perro, fingiendo otra vez!" Ricardo se heló. Era la voz de Sofía. Su Sofía. "¡No estás loco!" , respondió la voz, que parecía venir directamente de la lápida. Ricardo sintió el terror. Era ella, o se estaba volviendo completamente loco. "¡Te digo que me he tomado dieciocho tequilas en el inframundo y todavía no se me quita tu cara de idiota!" Con manos temblorosas, tocó la lápida, que estaba helada. Un brillo rojizo en la parte trasera de la piedra llamó su atención. "Cuenta regresiva para renacer: tres días." Y debajo, un posdata que le heló el alma: "PD: Señor Ricardo, esta vez yo lo haré sufrir a usted~" Despertó en el inframundo, sin recuerdo de su muerte. Vio a Ricardo en un espejo de obsidiana, sufriendo, engañado por Alondra. El barquero susurró sobre un hechizo de magia negra, un "amarre" que controlaba el corazón de Ricardo. Y reveló que entre Sofía y Ricardo existía un "Vínculo de Alma" , su muerte lo devastó. Con un cascabel de plata en la mano, un hechizo de renacimiento listo, Sofía regresó. Abrió los ojos en un hospital, tres años antes de su muerte. Ricardo y Alondra la miraban con desdén. "Levántate, Sofía" , ordenó él, "Tienes mucho que explicar." Ya no era la misma. Ahora, ella dictaría las reglas.
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El Arrepentimiento del Padre Cruel
GavinEl helicóptero de Ricardo descendió sobre un pueblo olvidado en la sierra, levantando una nube de polvo rojizo, un dios metálico para los aldeanos que nunca habían visto algo así. La impaciencia de Ricardo creció cuando sus ojos fríos y calculadores recorrieron el miserable caserío en busca de Sofía, la mujer que había desterrado hacía cinco años. Pero el pueblo guardaba un silencio tenso, un miedo palpable, una verdad que nadie se atrevía a pronunciar. Hasta que la anciana del pueblo, la Abuela, lo enfrentó con dignidad feroz, revelándole que Sofía no estaba, que había "encontrado la paz". Ricardo rio con desprecio, negándose a creer que su amada Sofía, cuya sangre prometía sanar a su enferma Isabella, pudiera estar muerta. Pero la Abuela insistió, con lágrimas en los ojos, que Isabella misma había enviado hombres meses atrás para "desangrar" a Sofía, dejando su cuerpo para los coyotes. La negación de Ricardo se convirtió en una furia ciega, acusándola de mentirosa y destrozando el pueblo en busca de una Sofía que no existía. De pronto, un niño diminuto, un torbellino de furia, se lanzó a proteger a la Abuela, y Ricardo se detuvo en seco al ver sus propios ojos reflejados en el niño. Mateo, el hijo de Sofía y suyo, le reveló la cruel verdad: cómo su madre había sido desechada y luego sacrificada por la mujer a la que él adoraba. En un torbellino de dolor y negación, Ricardo se convenció de que el niño era un bastardo, un recordatorio del engaño de Sofía, pero que su sangre aún serviría para Isabella. Arrebató a Mateo de los brazos de la Abuela, quien, en un intento de protegerlo, cayó e impactó contra una piedra, quedando inmóvil. Mientras el helicóptero se elevaba, la voz de Ricardo resonó con frialdad al ordenar que prepararan al médico: "Tenemos un donante. La sangre es joven, será aún más potente. Isabella se va a poner bien". Y así, Ricardo llevó a su propio hijo hacia un destino macabro, sellando el trágico final de un amor ciego y una letraición inimaginable.