o puedes... Porque el dolor es t
Cassi
ta se llama Verónica Charlotte Wingburgh de Salvador de 24 años, una joven de facciones pequeñas y muy finas con una altura intermedia, ni tan alta pero tampoco pequeña, de una complexión delgada. Unos ojos marrones tan oscuros, q
llevado a que la manipularan sus padres y ahora también su esposo. La vida que llevaba con este último, era una verdadera tortura desde que se c
l. Cada vez intentaba evitar el sufrimiento de tener relaciones con su esposo, pero eran inútiles sus intentos por que siempre
lla, sin ningún cuidado alguno. Verónica intentando negarse a ese momento tan cruel, este amarró sus muñecas a la cama con una soga que conservaba en su mesa de noche, para seguir con su a
también los dirigió al golpe notorio que se encontraba en su bello rostro, pero ahora lo adornaba un leve color rojo en su mejilla. Suspiró produciendo que miles de lágrimas d
a joven. Verónica salió de esos pensamientos para mirar al causante de este gesto, la persona culpable de interrumpirla la vio con una sonrisa de consuelo y tr
abía criado a la pequeña Verónica desde que nació y siempre la había protegido de lo malo, por eso le dolía bastante verla así de destruida por su matrimonio e impotencia de no poder
sión alejada de la civilización. Verónica lloraba desconsoladamente, mientras la m
de triste por ver a la joven así – es
los brazos de su nana mientr
lo la joven llorando – es un monstruo, me repugna y me da asco que
grimas en sus ojos – sabes que me duele verte a
irme o huir lejos de aquí – hablo Verónica mi
pudiste mi niña – dijo la mujer mientras acariciaba delicadamente
é una paliza que casi me mató – mientras sollozaba – porque no me
las palabras de la joven – sé que es duro esto, pero alg
y pudiera relajarse de lo sucedido. Mientras que la mujer hacia eso, Verónica miraba a su nana y pensaba que no hubiera soportado toda esa tortura que vivía, si no estuviera allí acompañándola, consolándola y cuidándola de no concebi
a castaña primero se sacó su camisola y las cicatrices de las marcas en la espalda de la joven, pr
el cabello con dulzura y suavidad. Al sentir las manos de la mujer, la joven cerró los ojos para relajarse mientras dejaba salir sus lágrimas nuev
ijos – habló Dorothea mientras ib
lo Verónica relajada y a la
ara embarazada – me contó que le avisó que preparara el carruaje temprano, para que lo llevara al correo – mie
o Verónica apoyando su cara en la bañera – que si no me equivoco es de mi edad – mirando a su nana con melancolí
porque creo que el odio de esos jóvenes se lo dan más a su padre que a ti – mirándola y sost
eso nana – hablo
encillo blanco con detalles de flores y mangas largas con vuelos en sus muñecas. Luego procedió a peinarla, dejando medio recogido el cabello de la joven con algunas ondas sueltas y de
izo señas a Dorothea que se retirara. Verónica asintió a su nana, dándole a entender que estaría bien. La m
onio recorriendo con la mirada a su mujer de m
s palabras de su marido - ¿A dónde saliste? Me dijo Do
jo el hombre caminando con ella a la mesa para tomar el
ocho años y no han venido Antonio – dijo
nado a venir a verme - dijo Antonio molesto con la actitud de sus hijos – son iguales de rebeldes a mi difunta esposa, pero no voy a
que ibas a casarte – dijo la joven mirando al hombre con
olpeo la mesa, a lo que provocó que Verónica saltara en su asiento por eso – encima que no sirves como mujer, me repr
ndo a la joven sola en el comedor de la mansión. Verónica suspiró con tristeza
con locura y con todo su corazón. Suspiró dejando el libro a un lado de su silla y mirando hacia la nada misma, imaginando a alguien guapo y fuerte que luche contra su esposo para llevarla lejos de allí y hacerla feliz como e
el desayuno, pequeña – dijo su na
ana – dijo Verónica suspira
concebir – dijo Dorothea agarrando la mano de la joven con consuelo - otra cosa,
ole una sonrisa y puso su ot
e tortura – dijo la joven con una sonrisa melancólica – aparte gracia
orothea mirándola con ternura – se el daño que estas pasando y traer al mun
sto, porque si no va a matarnos a
on una sonrisa – ahora bebe tu jugo, mientr
n el jardín, retomó su lectura que fue inte
hijos, aún no creía que esos malditos rebeldes no se habían dignado a venir y más su hijo Charles, ese era el peor de los
re de la rabia que tenía acumulada en su cuerpo, arrojó el vaso enojado para partirlo contra la pared más cercana a la puerta, en ese momento Verónic
rt – dijo la j
ita, señora – dijo Alfred mirándol
ontrando a pocos centímetros los vidrios rotos y luego buscó a su esposo, q
ntimos ruidos y nos asusta
en orden – dij
cogerlos con cuidado de no cortarse, pero Anto
ate de aquí – dij
para llevarlos – di
de Verónica temblaba de miedo por la reacción de su esposo, est
o haces – dijo Antonio furioso
golpe. El mayordomo se acercó a la joven para ayudarla, pero un vidrio que traía en la mano Verónica, la había lastimado haciendo que sangrara. El hombre la ayudó a ir h
– dijo Dorothea secando
reocupes – dijo la
Don Antonio hacia ella cada día. Los cuatro sirvientes que trabajaban en la casa y les dab
o Lucia, la más joven de las
dijo Verónica – sol
n, para que Dorothea acompaña
rta, el fuerte llanto de la joven apareció. La mujer se acercó a abrazarla y consolarla, la mesia entre sus brazo
cama, para retirarse de a poco y en silencio de la habitación. Bajó a la cocina para ordenar un poco
tra bien? – dijo
orar – dijo Dorothea triste – no pu
n ese maldito – dijo Julia con enojo e impotencia – aguanta
aquí – dijo Lucia sin saber lo que h
trás – pero Don Antonio la atrapó y tan grande fue su golpiza que casi, mi niña muere – mientras recordaba el suceso – es
a por eso – dijo Lucia sin c
iciendo que había salido a cabalgar y tuvo un accidente con el caballo – mientras sobaba
r lo que ambas mujeres le contaban – es un horror, lo que le
or la decisión de su padre – hablo Dorothea mirando a l
ticia, Charles se puso furioso que se enfrentó a su padre y le declaró que no iba a conocer a la persona con la que se casaría, aparte se llevaría le
egresaran o no?, tía – d
la muerte de la señora Francisca fue un golpe duro para ambos – recordando las veces que lo veía salir de la mansión cuando su madre estaba enferma a punto de morir
te – también pobre la señora Veró
Antonio entró en la alcoba un poco borracho. El hombre miró con deseo a la joven y todo el cuerpo de Verónica se congeló, sabía perfectamente lo que venía a continuación y no quería
– dijo Verónica con lágrim
erme como esposa y eres mía desgraciada, métete eso en la cabeza – mientras me
tormentoso pasara, porque nada podía detener el abuso que le hacia su esposo cada noche. Antonio la colocó dada vuelta, a lo que ella se oponía a ese acto atroz y perverso que él quería re
ue le realizaba a su esposa, la violación. Él se tiró al lado de ella, para acomodarse en su lugar y dormir como si nada de lo que había hecho le afectara. Mientras que Veró
, quedándose profundamente dormida a muchos centímetros de ese