bamos a punto de levantarnos para
vas a hacer?, ¿qué le di
e ya me había tranquilizado un poco, me dab
hija, vamos -m
i lado. Era Víctor, que me miraba fijamente y mu
emos
usieron de pie y empezaron a despedirse de mí. Todos menos Sandra, que miraba a Víctor con cara de pocos amigos. Juan le tiró del jersey para que también se levantara, y ella, refunfuñando, terminó por ponerse de pie. En ese momento, no sé
no eres una niña -me dijo co
dije un poco altiva tratando de parecer indi
lar? -Víctor me miraba, expectante. Yo, atacada, i
segundos de silencio. La cara de Víctor
sentimiento era mutuo-me dijo, sentándose e intentando sonar sarc
? -le pregunté sin pensar en lo que decía, nerviosa y con miedo de
da por mí?, ¿son todo ideas absurda
tía por él. No quería ver el dolor con el que me miraban sus ojos. ¡Yo lo quería! Y ese sentimiento me ahogaba al ver que él pensaba que no lo quería. No sabía en qué momento me había hecho mayor y había
dijo con la cabeza
ra por miedo, duda o inmadurez, pero no hice nada, salvo dejarme caer en l
ese desasosiego. Había sido yo la que no había querido retenerlo y había dejado que pensase que no me importaba, así que ¿por qué estaba así? ¡Me quería morir! En el fondo de mi corazón sabía que había sido algo mutuo desde que nos habíamos
mportado como