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Una pareja de jóvenes que se conocen, y se enamoran desde la niñez, dejaran de verse por unos años. Pero cuando se vuelven a ver de nuevo se enciende la llama del amor.
¿Que es el destino? ¿que es el amor? ¿que es el sexo? ¿que relación hay entre ellos?
Durante nuestra infancia nada de todo esto es importante, ni siquiera nos hacemos esas preguntas. Pero crecer es parte de vivir.
Experimentar que no tenemos el control sobre nuestros propios sentimientos o emociones , nos hace sentir vulnerables, y nos hace cuestionarnos el sentido de la vida.
Yo puedo deciros, que existe una relación entre el destino, el amor y el sexo. Esa relación, es donde emana la fuente de la vida, la conexión mas fuerte que puede existir entre dos seres humanos, una conexión plena con Dios, y una sublevación extraordinaria del alma que acaba culminando con el don de la sabiduría sobre la efímera existencia del ser humano...
Pero, para llegar a conocer ese grado de misticismo es necesario saber que la vida esta llena de dificultades, y debemos decidir si seremos valientes y lucharemos contra las adversidades, o si por el contrario nos dejaremos vencer por nuestros propios instintos naturales primitivos.
Capítulo 1
Todo empezó durante mis primeras semanas en el instituto, junto con mis recién estrenados doce años. El insti me daba un poco de miedo porque lo veía como algo de mayores; ¿qué iba a hacer yo en un sitio así? Además, estaba muy contenta en primaria, y ese ambiente era algo completamente desconocido para mí.
Para ser sincera, quitando el hecho de que los deberes eran más difíciles, la verdad es que después de los primeros días se me fue yendo el miedo del cuerpo. Me di cuenta de que allí no se comían a nadie, aunque sí me pareció un poco más aburrido: los mayores eran
más insulsos, nunca les apetecía hacer nada, y mucho menos jugar.
El segundo día, durante el recreo, estaba sentada en un banco del patio con Sandra, una chica que había entrado nueva también a mi clase, y con Ahinara, su prima, que era varios años mayor que nosotras. En ese momento, se nos acercaron dos chicos y le preguntaron a Ahinara, a la que ya conocían, cómo nos llamábamos.
Ella les contestó, los chicos se presentaron como Víctor y Luis, y comenzaron a charlar. Víctor me miraba y me sonreía de una forma curiosa.
-¿Por qué no hablas? ¿Acaso eres muda?
Di un respingo y, un poco avergonzada por sus palabras, solté un suspiro y le contesté.
-No, pero estoy aburrida, no quieren jugar, son muy aburridas.
Todos se echaron a reír al escucharme, pero él lo hizo de una manera especialmente cariñosa, parecía un amigo de toda la vida.
-Está bien, venga, vamos a jugar... ¿qué se te ocurre?
Todos hicieron una mueca de desgana, pero él los cogió de las manos para levantarlos.
-Cristina tiene razón, sois unos aburridos...
Luis le hizo un gesto que no alcancé a comprender a su amigo, y él se puso colorado y le pidió que se callara.
-¿A qué quieres jugar? -me volvió a preguntar.
-A lo que queráis, o... si preferís, podemos votar -le sonreí, emocionada.
Todos soltaron una carcajada y acabamos jugando al escondite. Después de todas las quejas y las pegas que habían puesto, al final todos disfrutamos mucho e incluso se nos acabó sumando más gente.
Víctor me enseñó los mejores sitios para escondernos, y cuando nos descubrían era muy rápido y siempre conseguía salvarnos a los dos. Cuando el recreo terminó, me chocó la mano y me dijo que hacíamos un gran equipo, a lo que todos se quejaron diciendo que no era justo porque me había salvado la mayoría de las veces.
Aquel día salí del insti pensando que en realidad no era tan aburrido; estaba muy
contenta porque había hecho nuevos amigos, en especial Víctor, al que sentía como si lo conociese desde siempre. Me caía genial, y yo a él también.
Así pasamos varios recreos más, los pocos que coincidíamos, ya que lo que ellos estaban estudiando apenas les daba tiempo para salir al patio con los demás. Fui estrechando más la confianza con Víctor, jugábamos y nos divertíamos, pero... creo que fue como el sexto recreo en el que coincidimos cuando las cosas cambiaron, para los dos.
De camino al patio, me crucé con Víctor en las escaleras, y me pidió que lo acompañara, por que tenia algo importante que decirme.
Lo noté nervioso.
-¿Qué ocurre? -le pregunté.
Él se limitó a repetir que era algo importante, y que solo tenía diez minutos. Lo acompañé a una de las aulas de informática, donde había un chico que justo se iba también para comer algo en la pausa. Le propuse a Víctor que aprovechara sus diez minutos para salir al patio, pero me dijo que nos quedáramos allí. Su voz sonaba cada vez más nerviosa.
-¿Te ha pasado algo? -empecé a preocuparme.
Él me sonrió, me cogió por los hombros y me sentó en la silla que había frente al ordenador. Yo no sabía qué pensar y analicé para mí misma el ambiente tan extraño que se estaba creando, por que él estaba tenso pero al mismo tiempo sonreía.
Cogió otra silla y se sentó justo frente a mí, muy cerca, y me miró fijamente.
-¿Qué sucede? ¡Me tienes en ascuas! -insistí, realmente extrañada y nerviosa por la situación.
Él volvió a sonreír y me cogió de las manos.
-¿Confías en mí? -me preguntó de repente, tratando de concentrarse.
-Sí, pero... -le respondí, sin saber bien a qué se refería, todo era muy raro.
-¿Confías sí o no?
-Sí -repetí, esa vez con rotundidad.
-Bien, pues cierra los ojos.
-¿Qué? ¡Ni muerta! ¿Qué quieres hacer? Quieres pintarme la cara, ¿verdad? No, de eso nada -le solté entre risas intentando parecer enfadada.
A él se le escapó una carcajada, pero no apartó sus manos de las mías.
-¿Acaso no confías en mí? -me preguntó otra vez, con una sonrisa.
-no, no confío-le dije, y empecé a hacerle cosquillas.
Víctor se encogió de la risa y luego volvió a cogerme de las manos.
-Cierra los ojos, por favor, no te voy a pintar la cara.
-Está bien, pero como me hagas algo te vas a arrepentir, sé dónde encontrarte -le dije riendo, y cerré los ojos.
Unos segundos después escuché un suspiro, y justo cuando iba a preguntarle por qué no había pasado nada, derrepente sentí que algo húmedo y tierno se posaba lentamente sobre mis labios. Todavía con los ojos cerrados, traté de descifrar qué era y en cuestión de un segundo se me pasaron muchas cosas por la cabeza: el nerviosismo de Víctor, su manera atenta de hablar conmigo, sus risas, ¿eso era su respiración en mi cara... qué estaba haciendo? No sería...¡¡¡ un beso!!!
Abrí los ojos y tenía la cara de Víctor pegada a la mía. En efecto, era un beso, Víctor me estaba besando, mi primer beso...
Después de cuatro o cinco segundos, segundos que se habían convertido el momento más fuerte de toda mi vida, conseguí de nuevo ser dueña de mí y me separé de él.
-Me gustas desde la primera vez que te vi, me gustas mucho, y creo que yo a ti también. Quisiera que salieses conmigo... -me dijo él con una sonrisa, aunque su tono era bastante serio.
Cuando terminó de hablar, solo fui capaz de levantarme y salir corriendo, sintiendo que en cualquier momento me iba a echar a llorar o a reír. Me había dado un beso y ahora me decía todas esas cosas, ¡no me lo podía creer! ¿Cómo era posible que eso me estuviese pasando a mí? ¡En qué momento!
Mi cabeza era una maraña de cosas que pasaban de forma fugaz, sin dejar que las pudiera dominar. ¿Un beso? ¿De verdad? ¿Por qué a mí, Dios mio?
Esa noche no pude dormir, nunca me había planteado besarme con nadie, es mas, ni siquiera prestaba atención cuando las chicas hablaban sobre novios y besos, sentía que eso no era parte de mi vida. El tema del amor , la magia y las mariposas me parecía algo ridículo, que los mayores habían inventado, pero... entonces... ¿por que me estaba sintiendo así?, y ademas con Víctor.
No quería ni cruzármelo de nuevo por la vergüenza que sentía.
Aún recuerdo las palabras de mi abuela cuando regresé de la escuela: «Qué linda estás, ya eres toda una mujer».
Mi vida había cambiado y sentía como si todo el mundo se hubiera dado cuenta. ¿Ya era mayor? Algo en mi interior había cambiado después de ese beso, y estaba aterrorizada. Además, había sido con un chico mucho mayor que yo. Víctor tenía 17 años, estaba en el último curso antes de entrar a la universidad, y yo apenas comenzaba el instituto. Me sentía horriblemente mal. Papá era siete años mayor que mamá, pero no era lo mismo, nuestros cinco años de diferencia en ese momento me parecían todo un abismo.
Al día siguiente y sin haber pegado ojo, mi madre me obligó a ir al insti. Entré con mucho cuidado, pendiente de no encontrármelo. En el recreo me mantuve al lado de uno de los profes para evitarlo. Cuando sonó el timbre para volver a las clases, respiré aliviada de no cruzármelo. De camino al aula, entré al baño que había en el pasillo de mi curso ya que él nunca andaba por allí. Pero, Justo después de entrar y cerrar la puerta, escuché que alguien la abría. Me giré y vi que era Víctor, que había entrado al lavabo de chicas detrás de mí. Empecé a respirar fuerte, muy nerviosa.
-Perdón por lo de ayer -me dijo con timidez-. Fui un estúpido. Como siempre estás con Ahinara, pensaba que ibais a clase juntas. Pensaba... que...
Lo siento, pensaba que tu comportamiento era porque te gustaba, y no por... por..., ya sabes... por tu edad.
Se me quedó mirando, pero yo era incapaz de decir nada, aunque me incomodaba que me tratara como una niña pequeña.
-Además, también ha sido tu primer beso, y por eso me estás evitando, así que te pido perdón -continuó, casi tartamudeando de lo nervioso que estaba.
Al oír sus palabras mis mejillas se volvieron de otro color, me dio mucha vergüenza que pensara que nunca me había besado con nadie, me sentí muy tonta.
-¿Y quién te ha dicho, que era mi primer beso? -le dije, refunfuñando.
Ante mi reacción, él me sonrió como quien sonríe a un niño.
-No me lo ha dicho nadie, simplemente... lo se. créeme, y siento mucho haberte puesto en esa situación.
Mi expresión se relajó un poco con su tono de voz; además, tampoco quería seguir contradiciéndolo, pues ya sabía lo del beso y me daba vergüenza incluso hablar de ello.
-Olvida lo que ha pasado, solo quiero que no te sientas incómoda o avergonzada cada vez que nos crucemos. Espero que podamos seguir siendo amigos...
Yo me quedé callada, un poco triste por sus palabras sinceras de arrepentimiento, y su manera dulce de mirarme y tratarme. En ese momento, Víctor se acerco y me dio un suave y cálido abrazo y me sorprendió mi tristeza, sentí ese momento como si fuera una despedida.
¿Era una despedida? Y si lo era, ¿por qué estaba triste? No quería cruzarme con él, y ahora, ¿no quería que se marchara? No me entendía ni yo misma...
-Bueno, ya me voy, como me pillen aquí me va a caer una buena -se asomó para mirar a ambos lados del pasillo, después puso una mano en mi cabeza, agitándola para despeinarme un poco, y Antes de marcharse, me dijo-: Adiós, pequeñaja.
Mi estómago se encogió hasta casi desaparecer, sentía un vacío enorme. ¿Qué pasaba conmigo?, ¿acaso me gustaba? Trataba de responder esas preguntas en mi mente y me decía que era simplemente porque había sido bueno conmigo. Aunque en mi interior ,sabía que había algo más.
A partir de ese momento ya no me preocupaba encontrármelo, al contrario, muchas veces quería. Tenía curiosidad por saber de él, quería que se me acercara y me hablara como siempre, pero a partir de ese día muy pocas veces me lo crucé durante el curso.
Cuando eso ocurría, los dos nos mirábamos con cierta vergüenza y con un vago saludo. Siempre que pasaba eso mi día se volvía gris, recordaba los momentos juntos y me entristecía, y casi prefería no encontrármelo.
Así pasaron los meses y ya estábamos a punto de terminar el curso. A pesar del tiempo no había conseguido olvidarme de todo aquello, además, ese beso... ¿de verdad se iba a marchar a la uni sin saber nada más de él?
Sandra me dijo que, si quería que volviera a prestarme atención, lo sedujera un poquito. Yo la miré un poco escandalizada y pensé que era una depravada, pero a pesar de ello me arreglé de manera llamativa al día siguiente, esperando alguna reacción de su parte.
La verdad era que me había desarrollado mucho para mi edad, y cuando me puse los jeans ajustados con la blusa lencera, poco quedo de mis doce primaveras. Cuando llegué al insti, poca gente fue la que no se giró a mirarme.
Recorrí todos los pasillos por donde pensaba que podría estar, algunos incluso varias veces, con la intención de provocar un encuentro casual. Por fin vi un grupo que salía de la clase de informática, y lo divisé entre cuatro o cinco chicos. Me di media vuelta para que no pensara que estaba ahí por él. Escuché un silbido halagador y me giré emocionada intentando que no se me notara, pensando que era él, pero no fue así. Era uno de sus compañeros de clase, para el que tampoco había pasado desapercibida. Víctor lo miró a él y luego a mí, y cuando nuestras miradas se cruzaron agachó la cabeza, se dio media vuelta
y se marchó.
A la hora del recreo lo busqué por todo el patio, enfadada por su actitud conmigo. Había sido él quien me había pedido que siguiéramos siendo amigos y ahora, ¿no quería ni saludarme? Era un idiota.
Sonó el timbre para volver de nuevo a clase y subí las escaleras, decepcionada por no haberlo visto. Fui al aseo con unas fuertes ganas de llorar, pensando en lo mucho que me había esforzado por llamar su atención. Me miré al espejo y me di cuenta de que esa no era yo, incluso me había puesto rímel. Me sentía ridícula, buscando a un chico que no me hacía caso y que además era mayor que yo ...
De pronto, vi por el espejo que la puerta se abría detrás de mí y Víctor entraba. Casi llegué a sonreír, pero intenté ocultarlo.
-¿Qué haces aquí? pregunte.
-Si quieres hablar conmigo, solo tienes que decirlo, no hace falta que hagas estas tonterías -me dijo muy serio.
-¿Quién te ha dicho que quería hablar contigo? -le solté de manera altiva y prepotente.
-Si buscas llamar mi atención, vistiendo y comportándote de esta manera... no es necesario que lo hagas. Desde la primera vez que te vi, no sé como hacer para que mi atención se centre en algo mas que en ti... -Víctor empezó a acercarse a mí con suavidad.
Sentí que mis mejillas se ponían completamente rojas y me alejé con un poquito de miedo, pensando en qué era lo que pretendía al decirme todas esas cosas.
-Además, tú no lo sabes, pero haciendo cosas como esta podrías llamar la atención de otra gente, gente desagradable que...
-¿Qué quieres decir con eso? -le pregunté, extrañada.
-Bueno... si no quieres llamar la atención de un indeseable, no hagas mas esto, por favor. dijo con rintintin
Yo agaché la cabeza con cierta vergüenza.
-¿Te puedo pedir un favor? -me preguntó de pronto con la misma voz dulce de siempre.
-Dime, ¿qué necesitas?
-Cuídate mucho, Cristina. Ojalá en el futuro nos volvamos a encontrar... -estábamos tan cerca que pude sentir su respiración, y tragué saliva-. ¿Te puedo decir algo más?
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