e alguien me estaba hacie
r, ¿vale? -escuché la dulce voz de mi madre. Unos segundos más tarde, por fin c
s!? ¿¡Tan
adió una enorme tristeza, seguida de mucha vergüenza, que me hicieron agachar la cabeza ante mí misma. ¿Cómo había podido pasar todo eso? ¿Cómo permití que sucediera? ¿Cómo había podido dejarme llevar por un sentimiento tan estúpido, vivido en mi
e sentía muy triste, con una especie de decepción horrible que no había sentido antes. Ver a Víctor abrazado con e
empecé a reprocharme a mí misma lo infantil que es
o ilusiones infantiles, y no amor, así que eso no podía ser mal de amores. Pero lo cierto era que la tristeza que me invadía en ese momen
o absurdo que le habían dado de niña, una idiota que se había creído las dos primeras palabras bonitas que le había dicho un chico. De nuevo vino a mi mente la imagen de ellos dos
madre con preocupación al tirar de la sába
quier cosa -era una mujer maravillosa-, pero me sentía muy avergonzada. Me incorporé un poco y, sin d
ha hecho algo? -su voz ad
razón cuando me dices que soy demasiado ingenua,
a? ¿Qué te ha pasado? -p
me siento muy triste y, siento que
ara cambió de expresión para observarme con una mirada tierna y
ampoco es que s
a Bárbara, la esposa de mi segundo hermano, que justo pasaba por la puerta de mi cuarto, ent
ntras se sentaba en la cama y me achuchaba. Yo me avergoncé muchísimo más porque nunca
is tan alto, o todos se
lo acercándose por el pasillo. Llegó a la puerta de mi cuarto y vio
res -soltó mi madre, aunque yo le
rse con mi hermana? le voy a dar una p
reían y conversaban entre ellos sobre mi mal de amores. ¡Qué familia de locos! Yo solo quería un poquito d