-De verdad amiga, no te lo digo por mal, pero necesitas urgentemente salir con un hombre. Ya sabes, una buena cena, un buen vino, visitar un lugar romántico y exótico -La morena sonríe mientras contonea el cuerpo -. Luego de todo lo trillado de una cita, viene la mejor parte, una noche llena de sexo, hasta que te dejen agotada.
En cierta parte, Olivia estaba de acuerdo con Leticia, necesitaba salir con alguien que la hiciera sentir especial, aunque sea, solo por una noche. Pero es que los hombres eran tan complicados, y lo cierto es que no lograba tener suerte con ellos. Bueno, tampoco es que tuviera muchas experiencias, pero los pocos con los que habían salido las cosas no terminaron nada bien.
Si no era porque le eran infiel antes de comenzar a tener algo serio, era porque no la volvían a llamar. O el peor de los casos, descubría que el tipo estaba bien casado. Aún recordaba cuando tuvo esa cita con aquel sujeto, la hizo meterse debajo de la mesa en plena cena porque su esposa había llegado al restaurante buscándolo como una loca desquiciada.
Sin duda alguna, esa había sido la peor de sus tres únicas citas... es más, ni quería recordarlas. ¿Para qué?, de nada ayudaba en esos momentos. Y menos cuando su compañera de trabajo le estaba soltando el sermón, como si no tuviera en que ocupar sus pensamientos.
-No tengo una cita, si es lo que estás preguntando. Y deja de molestarme con eso, sabes que el hombre indicado llegará por sí solo. No tengo que andar por allí buscándolo, las cosas no funcionan así, Leticia.
-Si funcionan, sabes que sí. Lo que pasa es que no lo quieres admitir.
-¡Claro!, como me paso con los tres sujetos con los que salí -La castaña la mira después de meter en un gancho un hermoso vestido de seda, el cual colgó en un exhibidor.
-Eso es arena de otro costal, Oliva -La morena rueda los ojos.
-Olvídalo, mejor sigamos trabajando antes de que la gerente llegue y nos regañe.
La morena niega al mismo tiempo que cierra un closet y abre otro... ambas chicas trabajaban como dependientas en la prestigiosa boutique del hotel más famoso y elegante de todo Jacksonville. Era una tienda muy frecuentada por las personas más ricas de la ciudad, y desde luego, por todos los huéspedes del mismo.
Era un buen empleo, y Olivia trataba de mantenerlo y no perderlo como todos los demás. No era mala empleada, lo que pasa es que era de las que no le gustaba que el jefe abusara de su confianza. Su último trabajo no le resulto muy bien, desafortunadamente, le toco un jefe muy mano larga. Y esa fue una razón importante para renunciar.
En cambio, en la boutique no, su jefe resulto ser mujer, y no tenía ningún tipo de problemas con ella. Era mandona, pero con eso podía lidiar.
-Olivia, hay que ir atrás para buscar algunas cajas, necesitamos llenar estos estantes.
-Si ya voy.
En cuanto la castaña se marchó al depósito, la puerta de cristal de la tienda se abre. Leticia levanta la mirada y expande los ojos de par en par. Su corazón comenzó a latir con fuerza al ver aproximarse a ese hombre.
Olivia tomó la caja que necesitaba, y se dispuso a regresar a la tienda. En cuanto lo hizo, busco con la mirada a su compañera de trabajo, y la encuentra atendiendo a un hombre que a cualquier mujer con sangre en las venas le pondría los vellos de punta.
Eso fue al instante, el corazón de oliva empezó a dar brincos como loco. Nunca en su vida había experimentado una cosa así, ese hombre estaba provocando en ella una extraña sensación en su interior.
La joven admiró sus duras, pero elegantes facciones, era rubio, pero no de esos casi albinos. Más bien, su piel era bronceada, y su cabello no era del todo amarillo, era como un castaño claro. Aunque no podía ver el color de sus ojos, asumió que eran de colores. Bueno, eso creyó. Luego llevo la mirada al resto de su cuerpo, llevaba un traje muy caro, pero se podía notar que debajo del mismo existía un cuerpo de dioses.
Deja la caja sobre el mostrador, mientras se queda embelesada mirando a ese cliente. Estaba mal lo que estaba haciendo, pero a fin de cuentas él no la estaba mirando. Lo raro era que, para ser tan atractivo, Leticia se estuviera comportando tan recta. Desde luego que estaba prohibido flirtear con los clientes, pero no por ello se les iba a tratar tan secamente.
De pronto, y sin previo aviso, el cliente gira el rostro y observa a Olivia, quien no paraba de mirarlo. Ella, al percatarse de lo que estaba pasando, inmediatamente, se pone a sacar las cosas de la caja y se da la vuelta. Estaba nerviosa, la habían pescado infraganti.
Luego de algunos minutos, Leticia hablar a espaldas de Olivia provocándole un respingo.
-¡Demonios, Leticia! No hagas eso -Expresa horrorizada.
-¿Qué rayos te pasa?
-Nada.
-¿Por qué estás como un papel?, por cierto, ¿has visto al hombre que estaba atendiendo?
-No, no lo vi -Responde como si fuese otro cliente más.
-Debiste verlo, está hecho un por la mano de los mismos dioses.
-No deberías estar hablando así de los clientes.
-Pero es que ese no es cualquier cliente, él es...
-¡Ustedes dos! ¿Qué se supone que han estado haciendo?
Las chicas miraron hacia atrás, fijándose que su jefa se encontraba parada y de brazos cruzados. Ahora sí que estaban metidas en un buen lío, le habían dejado una tarea para esa tarde, y ni siquiera llevaban hecho la mitad del trabajo.
[...]
Al salir de la boutique, Caleb se quedó pensando un momento al tiempo que observaba la bolsa del pedido que había hecho. Se preguntó si ese vestido que eligió para la mujer con la que iba a salir esa noche era el indicado, bueno, siempre sabía qué comprarle a las mujeres. Pero, esa tarde, se sentía como indeciso, ¿Por qué seria?
Bueno, sea lo que fuese, ya no importaba. Compro el vestido y esa mujer tendría que usarlo. De todos modos, hasta esa noche saldría con ella, su tiempo junto se había agotado. Avanzo por el corredor lleno de tiendas, seguido por uno de sus guardaespaldas.
-¿El coche está listo? -Le pregunta a su seguidor, al mismo tiempo que avanzaba sin mirar hacia los lados.
-Sí, señor. Lo está esperando en la entrada
Caleb avanzo hacia la salida, sabiendo que era el centro de atención de todos los que lo conocían y de los que no. Pero este ni se inmutó, era normal para él llamar la atención de la gente y aún más, siendo el dueño de aquel hotel.
Hola mis amores, bienvenidas a esta nueva aventura. Espero que les guste mi historia, un beso a todas esas damas que me apoyan.