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Mi sangre tibia se escurría por la comisura de mis labios. Diez años en este páramo helado llamado Límbo Frío me habían convertido en un alma solitaria, aferrada solo a la tosca figura de madera que con tanto amor tallé. Caelus, mi antiguo amor y el cruel monarca que me condenó, apareció de repente, ofreciendo un perdón que sonó más a burla. Pero no venía solo; Livia, quien con falsas lágrimas y una sonrisa dulce me acusó de traición, se aferraba a su brazo, gozando de mi miseria. "Diez años es suficiente para purgar cualquier pecado, Elara. He venido a llevarte de vuelta." Su voz, gélida y sin emoción, me invitaba a regresar a un infierno familiar. Mi "no" lo impactó, su arrogancia no podía concebir el rechazo de una prisionera. Se atrevió a destruir mi única compañía, mi guardián de madera, ante mis ojos, reduciéndolo a cenizas con una cruel bola de fuego oscuro. Esa noche, mientras mi mundo se consumía con él, sentí la última chispa de esperanza abandonarme. Cuando desperté, Livia apareció de nuevo, clavando sus uñas en mis viejas cicatrices. "¿De verdad creíste que podías desafiarlo y salirte con la tuya? Eres una estúpida. Todos te odian aquí." Su voz era un susurro envenenado que buscaba destrozar lo que quedaba de mí. Con un empujón instintivo, Livia fingió una caída, y Caelus, ciego de furia, me arrojó contra la pared. El techo se derrumbó sobre mí, enterrándome viva. Pensaron que había muerto, pero resurgí entre los escombros. Caelus, preocupado solo por Livia, me despreció y ordenó a sus hombres que me golpearan. Mi poder de curación me había abandonado, la desesperación agotó mi esencia. Sin embargo, en el instante en que el puño de Marcus iba a impactar mi rostro, una cálida energía dorada surgió de mi pecho. El guardián, mi esposo, no se había ido; de alguna manera, todavía estaba conmigo. Sané a Marcus con su energía, supe que debía reconstruir a mi guardián. "No te amo. No lo he hecho en mucho, mucho tiempo." "Yo ya tengo un esposo. Y todo lo que hago, lo hago por él." La furia de Caelus fue absoluta al escucharme.