steban debía finalizar. Una pequeña y frágil astilla d
ó en el sótano, su rost
nció-. ¡Papá nos llev
é?, me pregu
os después. Tenía a dos
osotros -dijo
r el ácido colgando inútilmente. Mi garganta se había curado lo suficiente como p
la riqueza de Esteban. Me colocaron en una silla en la cubierta, co
cara por primera vez en semanas. Intenté encontrar un momento, una oportunidad p
solo una mancha tenue en el horizonte. El mar estaba
ta, su risa resonando en el aire quieto. Ocasionalmente me
estómago. ¿Por qué me había traído
gado por un gris airado y amoratado. El viento se levantó, azot
surgido de la nada
gritando órdenes. Los invitados, un pequeño grupo de amigos
us brazos envolviéndolos protectoramente. -¡Prepa
rieron a ayudar con las balsas salvavidas, s
y rota en medio de una cubi
través de la cubierta. Chocó contra mi silla, tirándome al suelo. No po
or el rugido del viento y el mar-
erpo en su desesperada carrera por las balsas salvavidas. El dolor era insoportable. MIS
a pendiente empinada y resbaladiza. Me deslizaba, la g
s dedos entumecidos y débiles, lo ú
r mucho tiempo. Esto era to
mano agarró mi
vuelto
o una máscara de desesperación
idas siendo bajada al agua. Ginebra y Leo estaban en ella, su
-gritó Ginebra-. ¡Déjal
os divididos en
toda la traición, toda la crueldad. Todo se f
osesión. Ya no iba a
ser
a que no sabía que poseía, le quité
jos abiertos d
os. -Se acabó, Esteban -susurré, mi voz ll
ces, me
cífica. El mundo giró, un caleido
n mientras Ginebra y Leo lo subían a la balsa salvav
to. Cerré los ojos, y una sola lágrima se escap
el final. Pe
rca de mí. Me aferré a ella, mi cuerpo entumecido, mi mente en blanco. Horas después
guntas. Lo primero que hice fue comprar una silla d
-pregunté, mi
. El divorcio se finalizó esta
de divorcio final a la ofici
solo la ropa que llevaba puesta y el fueg
s el país que una vez llamé hogar, fi
acabado.