e Leo atravesó la neblina de mi
dome por completo. Se arrodilló, su voz llena
ío patio de piedra. Nadie vino a ayudar. Los invitados de la fiesta miraban,
ta. Era tan absurdo. Tan horrible y predeciblemente cruel. Una lág
ó una eternidad, un par de empleados
bulancia? -preguntó uno de e
on la cabeza. -No. Solo.
de ellas, una mujer de rostro amable, limpió suavemente el corte en mi cabeza con una ser
esposo? -pregu
sabiendo a ceniza-.
mi "ataque vicioso" a la "pobre y embarazada Ginebra". E
bios. Sonaba como el grito de un animal moribundo. El personal de
pie. Tenía que salir. Tropecé por la casa, mi visión nublá
e derrumbé en la cama, cada músculo de mi cuerpo temblando. Sol
s se ce
y abrasador en el brazo. Mi
menzó a cerrarse, mi piel estallando en ronchas rojas y
y cruel en su rostro. En su mano había un puñado
inguna parte -di
trocedí, tratando
ecir, mi voz un susurro es
nte. Tomó mi bolso de la mesita de n
lanceándolo frente a m
esesperados. Lo retiró de un tirón, su
-se burló, su rostro una
sin dudarlo un momento, arrojó mi
ue un sollozo cru
ando en protesta, y me arrastré hacia la vent
ebilitando, mi visión se estrechaba. Me derrumbé e
a ola de agonía. Dolores agudos y penetrantes e
rios rotos. Fragmentos de todos los tamaños, brillan
s, sangrando libremente. Un fragmento casi me alcanza el o
emasiado hinchada. Todo lo que pude l
e seis años, el que había criad
Ginebra estaban allí, recort
amente sobre mi cuerpo roto, y sus primeras p
Y podrías haberle dañado la cara. Su médula es lo más impo
ten
ítico flotó a través de la osc
mí. Estaba preocupada por
todo se vo