Instalar App
Historia

Capítulo 5

Palabras:1218    |    Actualizado en: 16/08/2025

ada mañana, el médico venía, su rostro una máscara de desapego profesional, y extraía

tada en la cama, mirando el techo, cuando escuché un al

una cuatrimoto nueva y en miniatura. Ginebra los animaba, su ris

lo volviéndose de un gris violáceo. El

o algo a Ginebra y comenzaron a regresar a la cas

vinieron

ntanas y el viento aullaba como un lobo hambriento. Tem

uí afuera. En la to

o de supervivencia se activó. Te

o lo ignoré. La lluvia me empapó hasta los huesos, pegando mi delgada bata de hospital a mi cuerpo.

y caí, una y otra vez, mi cuerpo una masa de agonía temblorosa. Pero seguí adelante,

asta extensión de los terrenos de la finca, una dista

gris y rosa, finalmente llegué a la casa. Me derrumbé contra

cocina, bebiendo café. Esteban le estaba explicando algo en una laptop, su bra

un cuerpo débil como el suyo no tendría ninguna oportunidad. Para cuando algui

se cerró en un puño. La rabia era un fuego en

rta y entré a

ostros un cuadro cómico de

espectral, cubierta de barro y sangre, mi

aje escaleras arriba hacia mi habitación. Tenía que coger mis cosas. Mi pasaporte r

dado. La ropa, las joyas, la vida que había construido para mí, todo e

o de irme, Leo irrum

as? -preguntó, un destello de a

ndo a su lado h

hacia mi tocador y agarró un pequeño objeto envuelto en terciopelo. Era una ca

hilló, su voz llena de una

-susurré, mi

demasiado débil, demasiado lento. Me esquiv

ha abandonándome-. Devuélvemel

e rio. -S

tiendo en mi pecho. Me condujo en una tortuosa persecución

lera, volviéndose para mirarme, sus

do lenta, vie

do y teatral, arrojó la cajita mu

icada porcelana explotando en mil pedazos diminutos.

to fue arranc

s de mi última conexión con mi madre

emp

erzas, me empujó

erpo débil y exhausto. El empuj

razos agitándose, un grit

o borrón de movimiento y dolor mientra

na nueva explosión de agonía. Sentí huesos romperse, escuché un crujido repug

ó mi boca, cál

sangrante. Intenté arrastrarme hacia los restos destrozados de mi cajita m

o impasible. -No deberías haber intentado irte -dijo, su vo

ue me arrastraba. Ni siquiera pude lograr

ento, vi a Esteban y Ginebra apar

na mirada de preocupación en su rostro. Lo es

o. Y Leo, su rostro iluminándose con una n

tros! -anunció-. ¡Dijo que nos odia y q

, reemplazada por una ira helada. Lentamente bajó el teléf

omo esquirlas de hielo, s

ta y aterradora extendiéndose por su rostr

quipo de seguridad. -Enciérrenla en el

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY