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Historia

Capítulo 2

Palabras:1314    |    Actualizado en: 16/08/2025

aban en el jardín, sus voces llegando a través de la

quejó Ginebra-. Prometiste que me harías una fi

os, solo nosotros dos, con una cena tranquila. Dijo que odiaba las fiestas grandes. Otra men

respiración. Todas esas celebraciones "íntimas" eran solo una forma de mantener

a usado conmigo en años-. Lo que sea por ti. Anunciaremos nuestra relació

a en las manos por la ventana y verlo hacerse

ecretaria de Esteban. Su voz

a gran fiesta en la residencia el próximo viern

-dije, mi

da en vivo flotaba en el aire, y cientos de miembros de la élite de San Pedro se arremolinaban alrededor de la

ue brillaba bajo las luces, un collar de diamantes que reconocí como uno que Esteban me ha

cumplidos. -¡Qué pareja tan hermosa! -¡Ginebra, te

lado, su brazo posesivamente alrededor de su cintura, una sonrisa orgullosa en su rost

propio esposo. Sentí una presión acumulándose en mi pecho, un grito a

risa desaparecida, sus ojos duros. Me agarró

lgo por mí -dijo, su

la fiesta, a un pequeño escenar

iar nuestro compromiso. Quiero que te pares a un lado y seas

la mujer que me había robado la vida, que esta

i la verdad. Esto era una prueba. Un jue

nada. Luego, una extraña

je, mi voz ape

rendido, per

s de amor, los siete años de mentiras. Dejé ir al

ros, su rostro iluminado de emoción. Sostení

ompró Ginebra! -gritó, i

para su cumpleaños, había pasado semanas tallando a mano un juego de animales de madera para él.

o -dijo Esteban, al

s ojos exigentes. -Es el cumplea

os, sus ojos posándose en el simple relicario de plata que llev

o, su voz goteando falsa dulzur

. Por una fracción de segundo, vi un destello

pre el mocoso malcriado

pequeñas manos agarran

entras tiraba. Un dolor agudo y

para!

más fuerte, una sonr

en mis ojos. Él solo observaba, su ro

la cadena se rompió. El reli

donde una delgada línea de

a Ginebra. Sus ojos brillaban de triunfo mient

Ginebra

icario y abrochándoselo alrededor de su propio

. El rostro de Esteban era indescifrable, un destello de algo incómodo en su

la cabeza en alto. Fui a un rincón tranquilo del jardín, saqué mi teléfono y rese

casi

é para irme, Ginebra

burló-. La fiesta

es de piedra que bajaban de la t

que decirte -di

calón-. Solo quería agradecerte. Por todo. Por tu esposo, tu c

risa ensanchándose en

es, se "

cia adelante, sus brazos agitándose. No

ariete. El impacto me envió volando hacia at

e. Una explosión de dolor blanco y candente estalló detrás d

fue a Ginebra, agarrándose el tobillo y gritand

scara de preocupación. Leo estaba justo det

rante y roto, su única preocupación por

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