aban en el jardín, sus voces llegando a través de la
quejó Ginebra-. Prometiste que me harías una fi
os, solo nosotros dos, con una cena tranquila. Dijo que odiaba las fiestas grandes. Otra men
respiración. Todas esas celebraciones "íntimas" eran solo una forma de mantener
a usado conmigo en años-. Lo que sea por ti. Anunciaremos nuestra relació
a en las manos por la ventana y verlo hacerse
ecretaria de Esteban. Su voz
a gran fiesta en la residencia el próximo viern
-dije, mi
da en vivo flotaba en el aire, y cientos de miembros de la élite de San Pedro se arremolinaban alrededor de la
ue brillaba bajo las luces, un collar de diamantes que reconocí como uno que Esteban me ha
cumplidos. -¡Qué pareja tan hermosa! -¡Ginebra, te
lado, su brazo posesivamente alrededor de su cintura, una sonrisa orgullosa en su rost
propio esposo. Sentí una presión acumulándose en mi pecho, un grito a
risa desaparecida, sus ojos duros. Me agarró
lgo por mí -dijo, su
la fiesta, a un pequeño escenar
iar nuestro compromiso. Quiero que te pares a un lado y seas
la mujer que me había robado la vida, que esta
i la verdad. Esto era una prueba. Un jue
nada. Luego, una extraña
je, mi voz ape
rendido, per
s de amor, los siete años de mentiras. Dejé ir al
ros, su rostro iluminado de emoción. Sostení
ompró Ginebra! -gritó, i
para su cumpleaños, había pasado semanas tallando a mano un juego de animales de madera para él.
o -dijo Esteban, al
s ojos exigentes. -Es el cumplea
os, sus ojos posándose en el simple relicario de plata que llev
o, su voz goteando falsa dulzur
. Por una fracción de segundo, vi un destello
pre el mocoso malcriado
pequeñas manos agarran
entras tiraba. Un dolor agudo y
para!
más fuerte, una sonr
en mis ojos. Él solo observaba, su ro
la cadena se rompió. El reli
donde una delgada línea de
a Ginebra. Sus ojos brillaban de triunfo mient
Ginebra
icario y abrochándoselo alrededor de su propio
. El rostro de Esteban era indescifrable, un destello de algo incómodo en su
la cabeza en alto. Fui a un rincón tranquilo del jardín, saqué mi teléfono y rese
casi
é para irme, Ginebra
burló-. La fiesta
es de piedra que bajaban de la t
que decirte -di
calón-. Solo quería agradecerte. Por todo. Por tu esposo, tu c
risa ensanchándose en
es, se "
cia adelante, sus brazos agitándose. No
ariete. El impacto me envió volando hacia at
e. Una explosión de dolor blanco y candente estalló detrás d
fue a Ginebra, agarrándose el tobillo y gritand
scara de preocupación. Leo estaba justo det
rante y roto, su única preocupación por