a vez que donaba médula ósea para salvar a mi hijo, Leo. Pero aguanté el
ermera de Leo, Ginebra. Mi sangre se h
me dejó infértil? Lo planearon. Mis siete años de matrimonio fueron una mentira elabor
ta para explotarme. No era una esposa ni u
a después de cada donación no eran por amo
uelo, y la máscara del esposo am
o Esteban, con la voz plana-. El
bservé con horror cómo tomó una jeringa y extrajo mi s
ítu
doctor flotaban e
a ósea no se está regenerando lo suficientemente rápido. Otra don
familiar instalándose en lo profundo de mis huesos. Era la quinta vez que escuchaba
n mi palma sudorosa. La cabeza me dio vue
que ir
ente estaba preocupado. Dijo
istal frío de la ventana del coche, viendo pasar las colinas soleadas de Nuevo León. Me dolía el cuerpo, un dolor
taba en silencio. Demasiado silenciosa. Caminé suavemente por el
suave y segura, y otra, la voz de una mujer, aguda y
palmera, mi corazón comenzand
nebra estaba cargada de incredulidad y un t
nuestro hijo -respondió Esteban.
jo? Tenía que referirse a Leo.
-dijo Ginebra, bajando la voz-. Necesita el
n un suspiro en la voz-. Pero es resistente. Por eso la elegí
de casarnos. Los doctores diciéndome que mis heridas eran tan graves que nunca podría tener hijos. La dev
eó Ginebra-. Hacerla infértil aseguró que
pared para mantenerme en pie, el mundo girando
eban, su voz fría y práctica-. De lo contrario, su devoción
madre. No una es
uó, cada palabra un martillazo
estra -rio Ginebra-. Vivir bajo su techo, viéndo
monstruosa. Mi matrimonio era una farsa. Mi infertilidad fue un crimen.
e matrimonio fue
con vistas al mar, el atardecer pintando el cielo. Se había
e emoción-. Te amaré y te cuidaré por el
ras.
n pariente lejano que había fallecido. Dijo que podíamos darle un hogar, una vida.
o, había di
ndición rara y mortal. La única cura era un trasplante de médula
echo cualquier co
ngre, mi médula, mi energía, mi amor.
ngaño meticulos
en el frío suelo de mármol con un golpe sordo. Mi cuerpo
sonalizado con una inscripción de Esteban -"Mi única, mi todo, mi para siempre"-, b
ador, vacaciones exóticas. Me abrazaba y susurraba lo agradecido que estaba, lo
ocavaba sutilmente frente al personal. La forma en que Leo, a medida que crecía, repetía sus
había aprendido bien la
a romper algo, gritar, destrozar esta jaula dorada. Mis ojos se posaron en un jar
erta de la sala s
rostro torciéndose en un ceño fr
ces ahí abajo? T
da de su habitual
iencia jugando en sus labios. -Oh, querida, señora
su pequeño rostro un espejo de su desd
opa cara y a medida, irradiando salud y riqueza. ¿Y yo? Yo era un desastre de pelo enredado, piel pál
ca brotó de mi garganta.
an por mi cara, ca
palabras arrancadas de mi garganta en carne
l esposo amoroso se desvaneció, revelando al
-dijo, su voz plana-. El doc
fue silenciosa, pero
z de Esteban bajó a un susurro
falsa simpatía. -Elena, piensa en el pobre Leo
eó la espinilla. Fue una patada débil, pero en mi frági
ló, su voz estridente-. ¡Ere
azón era mil veces peor. Este niño, el niño
de alejarme de ellos. -No soy tu
e, correr, pero mis p
que habían aparecido silenciosamente en el pasillo. -
só mi ira. Me agarraron los br
Extendió la mano y me acarició la mejilla, su tacto haciendo que mi piel se e
-dijo, su voz un murmullo bajo
violento e incontrolable. -Po
una constelación de viejas marcas de agujas. Sus ojos las recorrieron por un segundo, un
repugnante. Observé, horrorizada, cómo mi sangre, mi fuerza
se sentía pegajosa y fría, volviéndo
n lado como una muñeca usada. Mi cabeza golpe
, lo vi entregar la bolsa de mi sangre a Ginebra. Ella l
su boca-. Es solo una
edos fríos contra mi cu
a-. Ahora podemos
ón que yo había decorado con tanto esmero. Sus risas resonaron po
frío, incapaz de move
argas. Me lo habían quitado todo. Mi salud, mi capacidad de tener una fa
noche junto
stuve allí antes de f
cio y almizclado a sexo en el aire. Se aferraba a la
des. Lenta y dolorosamente, me levanté. Me palpitab
que
mi escritorio. Papeles de divorcio. Y un acuerdo de transferencia de bienes. Hice que un abogado los redactara hace
a desayunando. Risas y charlas alegres llenaban el aire
a se molestó en mirarme. Le estaba dando a Leo un trozo
in alegría se esc
teban siempre tenía una excusa para que Ginebra se quedara. La forma en que Leo me t
de completa indiferencia. Tenía mi sangre corriendo p
e parecer un poco culpable. -Elena, sobre anoc
temente firme. Lo interrumpí antes
coloqué los papeles f
. Luego sus ojos se abrieron ligeramente al leer lo
control. Probablemente asumió que esto era solo un arre
a sonrisa condescendiente en su rostro.
leyó la le
papel, un peso enorme se levantó de mis h
ía que escapar