marcaba el número de Adrián
, con la gargan
ando una fría satisfacción-. ¿Te gus
icándome en los ojos-. ¿Por qué me
Casandra. Siempre has estado celosa. Hiciste esto par
umbó en mi oído, un sonido plano y fina
Salí del hospital con un vestido ridículamente caro que me había comprado mese
me siguieron
la. La de
hiciera algo tan asqu
e una
lmas. Mantuve la cabeza en alto y salí a la luz
urridos holgazaneaba contra un coche d
íder, interponiéndose en mi camino-. Si no
gos se
camino -dije,
e arriba abajo-. Me gusta eso
ra tocarme la cara.
me t
me agarró
sí. Te haremos pa
coche. Luché, mi corazón latie
ces l
su coche. Era tan gentil con ella, sus movimientos llenos de u
to desesperado y de últi
se encontraron con los míos al otro lado de la ca
una lámina de cristal polarizado sellándome fuera de su mun
o. Y me
los hombres me devolvi
papi te botó -s
. Me defendí, pateando y arañ
obillo se torció, y caí con fuerza sobre el pavimento
anos agarrando, tirando. Grité, luchando
trajes negros, los guardaespaldas de Adrián, habían aparecido d
os se volv
que no pudieras conseguir un taxi -d
os raspones en carne viva en mis rodillas. Y empecé a reír. Un sonid
daba s
fue, y luego envió a sus
sistente que tuviera hacia él, murió allí mismo en ese pa
lo último que vi fue una imagen en mi mente
la negrura que se