rpresa fue reemplazada por una frialdad famil
o a un tono bajo y peligros
-respondí con calma-.
aba y un músculo se contraía en su mejilla. Siempre pensó que
desesperada por traer de vuelta al Adrián tranquilo e indiferente al
a, no sentí nada. Ni miedo. Ni ansiedad.
do mi pacienc
e hombros-. El collar es
desmoronara, que me disculpara, que obedeciera. Mi t
mayordomo, su voz
tale el col
a mi familia durante trei
a, no pued
o un paso
lo que te digo, o mañana estarás bus
rita Garza es l
rián, su voz resonando en la gran sala-. Todo lo que
miedo. La familia de Adrián era poderosa. U
o vacilant
ocarme -dije, mi v
se c
e agarró del brazo, sus dedos clavándose en mi
jando contr
tame,
ara Casandra, me llenó de una rabia que quemó los últimos cinco a
el cuello, la delicada cadena se
volviéndose más suav
la escena con ojos grandes e inocentes, a
o suavemente-. Elara está
desdén, sin siquiera mirarme-. S
a palabra, tomó su mano y salió del penthouse, dejándome allí de pie, co
or. Los ojos del personal de la casa estaban
le daría esa satisfacción. Caminé lenta y deliberadamente hacia mi habitac
a. La vez que dio un discurso en una importante conferencia de tecnología y agradeció a todos en su vida, pero se olvidó de mencionarme, a pesar de que
convencido de que era demasiado sensible, que yo era el proble
una
ya no
sual. A menudo se quedaba fuera, y yo había de
ón de Casandra en las redes sociales. Era una foto de ella, usando mi collar. El pie de foto
oración familiar del club
a una espiral de lágrimas y ansiedad. Lo habría llamado
e su tiempo con Adrián: un vistazo de su reloj, su coche, un lugar que solo yo recon
Había llorado. Había peleado con Adrián,
eña sonrisa sin humor tocó mis labios. Era casi divertido,
ía verla por lo que era: una mujer mezquina e i
ieran el u
ir a ese avión. Todo lo que q