vista de
mirándome con un vacío escalofriante. La vi mientras se la llevaban, la imagen retorciendo un nudo en mi estómago que no p
, era pesado y frío. El olor a desinfectante se mezclaba con algo cobrizo, m
iendo?", graznó, su voz dé
us delgadas muñecas dejando m
to! ¡No puedes simpl
o. Mi propio dolor, mi propio arrepentimien
mi voz baja y amenazante. "Deberías haberte qued
l de que se estaba quebrando. Pero ella solo me devolvió l
amante, tu confidente, tu apoyo? Mi lugar era ser la madre de tu hijo. ¡Pero lo tiras
al de los Garza, se enconaba dentro de mí. Mi mano se disparó, abofeteándola con fuerza en la cara. El agudo chasquido
oz sorprendentemente firme, sus ojos aún fijos en
corazón un bl
voz desprovista de emoción. "Manténganla en el v
uriosidad impulsándome. El almacén era húmedo, frío y tenuemente iluminado, sus paredes de piedra resbaladizas por la humedad
etó en mi estómago. Arañas, sus telarañas brillando como encaje fantasmal, se aferraban a las esqui
uestro apartamento. Ella había gritado, saltando a una silla, su rostro contorsionado en una cómica máscara de terror. "¡Odio las ratas, Alejandro! ¡Son tan a
, abrazándola bajo el cielo estrellado. "De c
nunciadas con genuino afe
bía convertido. La Sofía de ese recuerdo, tan inocente y confiada, se había ido. Reemplazada por una mujer cuyos ojos contenía
cortando mis pensamientos, desprovista de toda emoción. "Usar m
úmedo. La respiración de Sofía se entrecortó. Dio un paso atrás, luego otro, hasta que su espalda chocó contra la fría pared
Las ratas, sintiendo su angustia, pulularon. Se arrastraron sobre sus piernas, sus brazos, sus diminutas y afiladas gar
lágrimas corriendo por su rostro, mezclán
mi corazón una piedra fría en mi pecho, una perversa satisfacció
ó flácido mientras la conciencia amenazaba con abandonarla de nuevo. El corte en su cabeza, reabierto por sus movimie
al corazón. Mi condición congénita. ¿Era este el irónico castigo del destino? Mi corazón, lo mismo qu
de la neblina de mi propio sufrimiento, no podía apartar los ojos de Sofía. Su cuerpo estaba quieto,
Era Isabella, su rostro una m
hacia la forma inconsciente de Sofía en el suelo, rodeada por las ratas que corr
l pecho, el dolor intensificándos
ensa, mi cue
ve bastante patética si me preguntas. Supongo que algunas per
e del almacén, su
í abajo le enseñe una
de mi garganta, cruda y desespe
, cegador. No podía dejar que Sofía m
, una fría diver
de tu decisión, Alejandro? ¿Pensa
escalofriante
dijiste que era un '
lanzadas de vuelta a mí, retorciendo el cuchillo en mi corazón. La ironía era un sabor amarg
esplomándome contra la par
, yaciendo sin vida entre las sombras, y el

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