/0/18219/coverbig.jpg?v=0b62aff1def7aa569b94f8f492b3cd6a)
La noche en la Ciudad de México caía pesada, como un presagio. Mi padre, un líder comunitario respetado por todos, había sido arrestado bajo absurdas acusaciones de malversación. Sabía que detrás de todo estaba Ricardo Vargas, un hombre poderoso y manipulador que tenía nuestro destino en sus manos. Desesperada, acudí a él, implorándole ayuda. Pero Ricardo, con una sonrisa fría que nunca llegó a sus ojos, me exigió algo a cambio: "Arrodíllate", dijo, y la humillación me quemó el alma. Me obligó a someterme, a entregarle mi cuerpo y mi dignidad a cambio de una esperanza para mi padre. Cuando mi viejo amigo Diego apareció con una impactante revelación, mi mundo se puso de cabeza. "Esa carta... es falsa", me aseguró, mostrando pruebas irrefutables. La ira me cegó, porque Ricardo lo sabía. ¡Sabía que la prueba contra mi padre era una farsa y aun así me había humillado! Lo confronté, pero él, en lugar de arrepentirse, solo intensificó su control. "Ahora me perteneces", gruñó, su furia tan palpable como su posesión. Mi abuela, Elena, la matriarca de los Vargas, me reveló el pasado oscuro de Ricardo, un hombre herido que no sabe amar. Luego, la verdad final: Diego era su espía, la prueba del papel, una trampa más. Todo fue un plan sádico y retorcido para salvar a mi padre y al mismo tiempo atarme a él. Con mi padre libre, miro a Ricardo, el hombre que me aterrorizó y me salvó. Y aunque mi corazón está destrozado, me pregunto si, entre tanta oscuridad, ¿podrá nacer un amor?'