/0/18185/coverbig.jpg?v=5774dea883181c61fed809bf939743c8)
Ricardo y yo éramos fuego y gasolina, una historia de amor tan intensa como nuestras peleas. Una noche, en medio de una discusión infernal, grité: "¡Ojalá desaparecieras de mi vida para siempre!". Y mi deseo se cumplió de la forma más brutal. Horas después, la policía me informaba que Ricardo había sido asesinado, apuñalado en nuestro estudio. Mi mente se negaba a creerlo, ¿cómo era posible? Lo último que supe fue que estaba vivo, sufriendo, y yo... yo le colgué el teléfono. Pero lo más extraño estaba por venir. Ricardo no desapareció del todo. Regresó, como un fantasma, con una propuesta de otro mundo: para revivir, yo debía decirle "Te amo" en cinco días. ¿"Te amo"? ¡A él, que me había vuelto loca con sus celos! Y, para colmo, Marco, su rival, mi antiguo mentor y ahora mi supuesto salvador, apareció para "apoyarme" . Él me convenció de que todo era un truco de Ricardo, una manipulación más para recuperarme. Me cegó con sus mentiras, me hizo creer que Ricardo era el monstruo, el culpable de todas nuestras desgracias. Lo humillé, lo rechacé, lo desprecié en público, en nuestra propia casa. Incluso llegué a desear su muerte, de verdad. ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Cómo pude caer en la trampa de Marco? Lo que siguió fue un descenso al infierno, un calvario de humillaciones y acusaciones. El "fantasma" de Ricardo me suplicó, intentó advertirme. Pero yo solo vi a un ex celoso, desesperado. Él se fue, su alma se desvaneció. Y entonces, todo explotó. Encontré a Ricardo, no su fantasma, sino su cuerpo... putrefacto en el ático. Y una nota que decía: "Tuviste cinco días para decir 'Te amo'... El que te suplicó en la azotea, era solo su fantasma." El horror me desgarró. ¡Yo lo había matado, dos veces! La culpa me consumió, pero también encendió en mí una furia fría y vengativa. Marco iba a pagar por su engaño, por su maldad, por cada mentira que me hizo creer. Iba a vengar a Ricardo y a mí misma. Esto no había terminado.