a risa fría y cruel que reson
o como si fuera un bicho raro. "Después de todo lo que
y le dio un beso suave en los labios. "Vamos adentro,
a invisible pero igual de dolorosa que las reales. Ricar
es", dijo c
rle una mano encima! ¿O ya olvidaste cómo me tratabas a mí? ¿Los celos, los gr
aban a la casa, su casa, y se sentaban a la mesa que él había comprado, para comer la cena que seguramente Marco había preparado. Él se quedó en el umbral, ignorado, un fantasma en su propio hogar. Desde l
e de su propio dolor. El pasillo estaba oscuro. Mientras pasaba por el estudio de Marco, escuchó su
á de mí... Sofía está comiendo de mi mano... No, no te preocupes, el idiota de Rica
un tren. Marco. Marco había planeado su asesinato. Por envidia, por ambición, para quedarse con Sofía y con su carrera. La rabia lo cegó por
con el teléfono todavía en la mano y una expresión de p
su voz llena de una hipocresía que
s escaleras, alarmada po
é aquí, espiando. Creo que intentaba hacerme daño", dijo, señalando el jarrón roto y
, desesperado. "¡Lo escuch
pre la misma historia, siempre culpando a los demás de tus problemas. Es
r, tienes que cre
Marco y lo abrazó, consolándolo. "Tra
o. "Lárgate de mi casa. Y si te vuelves a acercar a Marco, te ju
abitación. El dolor en su abdomen fantasma se intensificó, un eco de las puñaladas que le habían quitado la vida. Se levantó la camisa. Aunque no había herida física, el dolor e
a, Sofía bajó. Lo vio sentado en la oscuridad y se
cando su rostro al de él. "¿Crees que con tus jueguitos vas a recuperarme? ¿Crees que actuando como un loco voy a vol
o un atisbo de la mujer que amaba, pero solo encontró un abismo de rencor. Se quedó allí, inmóvil, mientras