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En una tranquila y asoleada mañana, Emily, una madre embarazada, sale de casa con el simple propósito de satisfacer un antojo en la panadería y comprar el desayuno. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando es secuestrada por un maniaco loco que la buscaba hacía mucho tiempo atrás. A pesar de las intensas búsquedas, Emily y su bebé desaparecen sin dejar rastro, dejando a su esposo, Noah, y a su pequeña hija, Bea, sumidos en la angustia y la incertidumbre. Diez años después, el dolor de su ausencia persiste, ya que nunca se encontró su cuerpo ni hubo noticia alguna de ellos. Bea, ahora una jovencita, ha crecido con la sombra de la pérdida y ha decidido no creer en el amor. Sin embargo, su vida da un nuevo rumbo cuando, a través de una amiga, conoce a Kevin, un joven que también carga con sus propias cicatrices emocionales. La relación entre ambos comienza como una amistad impuesta por Noah, quien se encuentra gravemente enfermo y necesita apoyo, pero sobre todo, quien acompañe y proteja a su hija. A medida que Bea y Kevin navegan por sus propios traumas, se enfrentan a pruebas que desafían su resistencia emocional. A pesar de sus esfuerzos por mantener una distancia sentimental, la conexión entre ellos se fortalece, llevando a un amor inesperado que les permite sanar las heridas del pasado. Juntos, descubren que el amor puede surgir incluso en las circunstancias más oscuras y que, a veces, el verdadero vínculo se forma a través del cuidado y la comprensión mutua.
-Hoy has dormido mucho, demasiado diría yo.
Noah abrió sus ojos de par en par.
-¡Las seis en punto! - dio un gruñido y parpadeó
somnoliento mirando a Emily. -Ahora vuelve a la cama. -Una luz
pálida entraba por la ventana del dormitorio. -Ven aquí. -susurró
con urgencia.
-¡Qué malcriado estás! -Ella sonrió y se inclinó sobre su
torso. Deslizó un dedo por su boca, tirando del labio inferior
ligeramente hacia abajo. Un brillo surcó rápidamente por sus ojos y
ambas manos se aferraron con fuerza las caderas de Emily.
-Eres una mamacita muy sexy, créeme, bien lo sé.
-De eso no me cabe duda. -Suavemente y con intención de
llegar a más, Emily le acarició la camiseta y pasó las yemas de
sus dedos por su torso. Sus delgados dedos se deslizaron más hacia
abajo, llegando hasta el dobladillo de sus calzoncillos.
-¡Para, mujer, basta! -dijo Noah un instante después, con la
respiración un poco entrecortada. -¿Quieres que Bea se despierte?
-Se apoyó en el codo. -Vamos, amor, haznos un desayuno de esos
bien deliciosos que nos llene de verdad. -Tras estas palabras se
produjo un incómodo silencio.
Luego Noah respiró profundamente con fuerza mientras le temblaba
el labio superior. Se acarició la barbilla, y se perdió en sus
pensamientos.
Ofendida, Emily se levantó y clavó los ojos en él. «Cielos,
¿por qué sonreía ahora?» Descalza, se dirigió al armario, y lo
revolvió un poco con ambas manos tratando de encontrar algo que
ponerse. Siempre le pasaba lo mismo, era incapaz de decidirse.
Pasaron los segundos y los minutos.
-¿Te has quedado dormida frente al closet? -le preguntó Noah
sin quitarle los ojos de encima. -No estás dormida, ¿verdad?
¿Estás dormida?
Sacudiendo la cabeza, Emily sacó algo. Se puso una blusa y cogió
sus grandes gafas negras cuadradas. Luego se metió en sus pantalones
de tiro alto acampanados, aunque le apretaban un poco, y examinó su
reflejo frente al espejo por todos los ángulos.
-Mira Noah.
-¿Qué? -le preguntó él bostezando.
-Estoy segura de que voy a hacer todo un show con este pantalón.
-dijo, girando su barriga con una sonrisa traviesa en los ojos.
-Te ves bien, amor. -le dijo Noah tiernamente.
-¡Estoy gorda! -Emily pegó un gruñido chillón y afectuoso
como de niña pequeña.
Noah le lanzó una ojeada, entonces su feroz rugido estomacal le
hizo romper el silencio. -Acaba de ir a la panadería. -murmuró,
pasando su mano suavemente por su abultado vientre.
-Gracias por echarme en cara que estoy gorda. -le dijo Emily y
salió.
Qué calor hacía. La brisa caliente rozaba sin compasión su piel
ligeramente bronceada. «Será mejor que vayamos a pasarnos el día
en la playa con este clima tan asfixiante. Relajados, tomando algo
refrescante en una tumbona con vista al mar.»
Siguió caminando con buen humor por una calle estrecha y larga,
tarareando una de sus canciones favoritas y se metió entre las
florestas de lavanda en flor pasando por delante de una pista de
tenis vacía. Allí, un vecino saludó amistosamente, con una amplia
sonrisa en el rostro y una alegre inclinación de cabeza. Continuó
subiendo por calles angostas, prestando atención a las hermosas
vista de la ciudad cada vez que doblaba una esquina.
Ya casi sin aliento, por fin llegó a la panadería que para su
sorpresa había sido remodelada y amueblada con cosas nuevas y
modernas. Aquí venía siempre porque podía encontrar muchas
delicias y elegir los dulces más increíbles.
-¡¡¡Vamos!!!-Con esfuerzo, Emily empujó la puerta de
entrada.
Inmediatamente, un olor celestial la envolvió. El olor del dulce
aroma despertó en ella recuerdos de la infancia y también se le
llenó la boca de saliva, estaba muy hambrienta.
Qué emocionante era en aquel entonces, cuando no podías esperar
a sacar por fin los dulces de la bolsa. Dicen por ahí, que, si una
mujer embarazada come muchas cosas dulces, tendrá una niña. Así
que, en este momento, con ese pensamiento aumentaron más sus ganas
de dulces y seguro que tendría otra dulce princesa.
Emily esperó en la fila, lo que le pareció una eternidad y luego
de un largo rato, por fin le tocó su turno.
Con el café y una bolsa de papel en la mano, se dirigió de
camino de vuelta a casa. Bebió un sorbo de su té helado y sintió
que el líquido se esparcía lenta y deliciosamente por su cuerpo.
-Simplemente perfecto. -murmuró Emily y notó que su estómago
rugía vigorosamente. En ese momento tenía antojo de devorar un
montón de deliciosos y crujientes panecillos. Sonrió, con ansias de
tener un desayuno abundante y dilatado, y, completamente perdida en
sus pensamientos, pasó por alto un hombre con entradas que se
apoyaba despreocupadamente en un árbol.
En la parte superior de su fuerte brazo tenía un nombre escrito
en verde azulado. Todo el tiempo se quedó allí, sonriendo. Pero, de
repente, estiró el brazo izquierdo, miró brevemente a su alrededor
y, cuando vio que no venía nadie, cogió a Emily por la espalda.
Con fuerza, los brazos de él se prendieron a su enorme vientre
desde atrás y la tiró hacia él con fuerza. Ella gritó fuertemente
de dolor. El vaso de té helado se le escapó de las manos y el
fresco líquido marrón se extendió hasta sus pies.
-¡Dios mío, por favor, no! -suplicaba inútilmente.
Una mano le tapó la boca. Ella la mordió. Algo tenía que hacer
y trató de defenderse con uñas y dientes.
-¡Perra! -maldijo el hombre. -Te vas a arrepentir.
Un quejido escapó de su garganta cuando un paño húmedo con
cloroformo se acercó a la punta de su nariz. Furiosa, echó la
cabeza hacia atrás y hacia delante para escapar del fuerte hedor.
Pero él la sujetaba despiadadamente, le agarraba la cabeza y le
apretaba más el paño contra su nariz.
Al principio, Emily todavía agitaba los brazos, se balanceaba de
un lado a otro sobre sus pies y aspiraba profundamente, sin querer,
el olor con pánico.
Su bolsa cayó al suelo. Furiosa, siguió intentando darle una
patada al desconocido, pero todo lo que hizo resultó en vano.
Aturdida, estudió la escritura garabateada tatuada en su brazo y
leyó la palabra "Freedom". Entonces, sin poderlo evitar, sintió
como el olor cada vez más penetrante nubló sus sentidos y se quedó
dormida.
Lucas se sentó en silencio, esperando. Poco a poco, el
nerviosismo disminuyó y ahora podía pensar con más claridad. No
importa lo mal que se veía toda esta historia. Solo pensaba en el
sitio de entrega. Eso era lo único que le importaba ahora. Eso era
lo más importante.
Rápidamente, recorrió el camarote principal del barco, con los
ojos fijos en la mujer tendida sobre la cama personal. La luz del día
aún se filtraba por las ventanas del casco. Aún estaba dormida.
Sostuvo un cenicero en la mano, lo acarició y sopló con una
sensación de malestar en el estómago. Había llegado el momento.
Brian esperaba que estuviera listo para la acción en cualquier
momento y no se negaría. Su trabajo era simplemente secuestrar a la
mujer, atarla y navegar hasta el punto entrega, nada más.
Bostezó brevemente, pensando en Brian. La conversación con él
retumbaba en su cabeza como un eco de complacencia.
-No puedo olvidarla, Lucas. Simplemente no puedo. Nadie la
quiere como yo.
«Falso, siempre hay alguien que la quiere en alguna parte. Eso
era exactamente lo que temía.»
-Brian, ¿vamos a hacer esto otra vez? ¿No hay una manera más
elegante de manejar esto?
Lucas sabía que Brian se había quedado atrapado en sus fantasías
y locamente le había apuntado a la cara con su pistola como
respuesta: -¿Esto es lo suficientemente elegante para ti?
«¡Maldito gringo! Qué pierdes los estribos fácilmente cuando
te sientes amenazado. Sí, ahí es donde entra la rabia a jugar su
mejor papel.» Lucas frunció la boca despectivamente.
La pistola le había tapado la fosa nasal izquierda. La expresión
de la cara de Brian no presagiaba nada bueno. No se puede jugar con
él. Tenía el sartén tomado por el mango. Siempre. La luna
proyectaba una sombra transparente sobre el mar en calma.
Con la mano, Lucas agarró con fuerza el volante dos horas
después, mientras con la otra se acariciaba ampliamente su rostro
sudado.
-Es ella. Así que esta vez sí es ella. -murmuró, y sus
labios formaron una sonrisa dudosa. -¡¡¡Por fin!!!
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