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Ethan Reid es el CEO que todos admiran y temen. Con un carisma hipnótico y un dominio absoluto en el mundo de los negocios, no hay negociación que no logre ganar. Pero detrás de su imagen impecable, guarda un secreto: está casado. Nadie conoce a su esposa, ni siquiera su círculo más cercano.Lía Aldridge, una mujer frágil pero con una fortaleza interna que nadie sospecha, aceptó el matrimonio para liberar a su familia de la ruina y escapar del control opresivo de su madre. Obligada a vivir en la sombra de un hombre que controla cada aspecto de su vida, Lía lucha por encontrar su voz y su libertad. Pero lo que comenzó como un acuerdo se convierte en un juego de poder y emociones.Cuando Lía empieza a desafiar a Ethan, este descubre que la mujer tímida que aceptó como esposa es más que una víctima de las circunstancias. Y mientras ambos luchan contra sus propios demonios, las máscaras comienzan a caer, revelando secretos que podrían destruirlos o salvarlos.
Recuerdo cada detalle de esa noche como si estuviera grabado a fuego en mi memoria. El aire pesado de la sala de estar, el crujido de los tacones de mi madre sobre el suelo de madera, y la opresión invisible que parecía llenar el espacio. Mi madre había estado de un humor particularmente irritable todo el día, pero en ese momento, su semblante era frío, calculador. Yo sabía que algo se avecinaba, pero no imaginaba la magnitud de lo que estaba por suceder.
Me llamaron al salón con una firmeza que no dejaba lugar a preguntas. Al entrar, vi a un hombre que no conocía. Estaba sentado con una calma casi inquietante, como si el mundo entero estuviera bajo su control. Alto, elegante, y con una presencia que llenaba la habitación sin esfuerzo. Sus ojos me estudiaron con intensidad, y durante un segundo, sentí que mi respiración se detenía.
-Lía, siéntate -dijo mi madre, señalando la silla frente a él. Su tono no admitía discusiones.
Obedecí, como siempre lo hacía. Mi madre era una mujer con un carácter tan dominante que incluso las paredes parecían doblarse ante su voluntad. Desde pequeña, me había impuesto un silencio absoluto, prohibiéndome hablar, como si mi voz fuera una ofensa. Hablar no estaba permitido; en cambio, debía usar gestos o miradas para comunicarme.
-Él es Ethan Reid -anunció con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
Había oído ese nombre antes. Era un magnate de los negocios, alguien que aparecía en las revistas y en las noticias, pero nunca había imaginado que estaría sentado frente a mí. Lo que más me desconcertó fue la razón de su presencia.
Ethan asintió brevemente en mi dirección, pero no dijo nada al principio. Fue mi madre quien rompió el silencio.
-Tienes una oportunidad única, Lía. Ethan ha aceptado ayudarte... ayudarnos.
"¿Ayudarnos?" pensé, frunciendo el ceño ligeramente. Quería preguntar, quería exigir respuestas, pero todo lo que podía hacer era mirar a mi madre y luego a Ethan, esperando que ellos llenaran el silencio que mi voz no podía romper. Mi madre, como siempre, continuó sin detenerse.
-Tu matrimonio con él garantizará que la familia salga adelante.
El mundo pareció detenerse por un instante. Mis pensamientos se arremolinaron mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar. ¿Matrimonio? ¿Con un hombre que apenas conocía? Mis manos se movieron automáticamente, levantándose en un gesto claro de "¿Por qué?".
Mi madre soltó una risa seca.
-Porque no tienes opción, Lía. Esto no es una solicitud, es una decisión.
Quise gritar, correr, hacer algo, pero el peso de su autoridad era demasiado familiar. Había pasado toda mi vida bajo su control, obedeciendo sin cuestionar. Aun así, esta vez era diferente. Esto era mi vida, mi futuro.
Ethan finalmente habló, su voz profunda y controlada.
-Entiendo que esto es inesperado para ti, pero no tengo intención de hacer esto más complicado de lo necesario. Este matrimonio será un acuerdo, un contrato con beneficios para ambas partes.
Su tono era tan frío que me hizo estremecer. No había ni rastro de calidez o humanidad en sus palabras.
Levanté una ceja, moviendo mi cabeza hacia un lado, un gesto que claramente significaba "¿Beneficios?"
Ethan inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluándome.
-Tu familia necesita el dinero, y yo necesito una esposa para cumplir con ciertos requisitos familiares. No hay lugar para sentimientos o emociones. Solo pragmatismo.
"Solo pragmatismo." Aquellas palabras resonaron en mi mente como un eco interminable. No me estaba pidiendo nada más allá de lo estrictamente necesario. No amor, no cariño, ni siquiera respeto. Solo mi presencia, como si yo fuera una pieza más en su tablero de ajedrez.
-Tómate tu tiempo para pensarlo -añadió Ethan, aunque su tono sugería que ya conocía la respuesta.
Pero no necesitaba tiempo. Sabía que mi madre no permitiría que dijera que no. Mi vida hasta ese momento había sido una cadena de decisiones tomadas por ella, y esta no sería diferente.
Me levanté lentamente, con las piernas temblorosas, y miré a mi madre. Levanté ambas manos con las palmas hacia arriba, como si estuviera diciendo: "¿Y si no lo hago?".
Ella no dudó en responder.
-Entonces te quedarás sola, sin apoyo, y enfrentando las consecuencias de tus propias decisiones.
Era una amenaza disfrazada de consejo, algo a lo que estaba más que acostumbrada. Ethan no intervino. Parecía dispuesto a dejar que mi madre hiciera el trabajo sucio por él.
Esa noche, mientras intentaba dormir, mi mente no dejaba de dar vueltas. Sabía que aceptar significaba renunciar a cualquier posibilidad de libertad o felicidad, pero decir que no significaba seguir siendo una prisionera de mi madre. Ambas opciones eran un tipo de esclavitud, pero al menos con Ethan, había una posibilidad, aunque remota, de recuperar el control de mi vida algún día.
Por la mañana, mi decisión estaba tomada. No por valentía ni por esperanza, sino por simple supervivencia.
Cuando volví al salón para dar mi respuesta, Ethan estaba allí, como si hubiera sabido que volvería. Me miró con esa intensidad que parecía desarmarlo todo.
Me limité a asentir, un movimiento pequeño pero decidido. Ethan entendió el mensaje.
-Entonces, haremos esto a mi manera.
No supe si esas palabras eran una promesa o una advertencia, pero algo me decía que mi vida estaba a punto de cambiar de una forma que aún no podía imaginar.
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