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Caro toda su vida ha luchado por ser escuchada y reconocida, la fotografía ha sido su vida desde muy pequeña. Dejó su país por su sueño, y ahora que está a nada de alcanzarlo, el amor y el deseo tocarán su puerta desde cuatro lugares diferentes. Una copa de vino mientras el hijo de su jefa le sonríe, una copa de ron cuando el cuñado de su mejor amiga besa sus mejillas, un whisky con dos hielos cuando el tatuador pasa sus dedos por su piel y una cerveza bien helada cuando el modelo de la calle le habla. ¿Qué bebida calmará el ardor en su garganta en este verano? I LIBRO: DOCE PARAS LAS DIEZ. II LIBRO: UNA CERVEZA Y ALGO MÁS. II LIBRO Y ÚLTIMO DE: LA DUOLOGÍA SIGUIENTE TRAGO.
No todas las chicas quieren un novio,
Algunas solo quieren sexo a las doce y un taxi a las siete de la mañana.
-Me gustas así de pelirroja -siseó con la voz ronca, Nicolás. La joven apretó los labios y enterró la cara en la almohada mientras el hombre tenía su cabello sujeto y se enterraba en ella, con fuerza, dando estocadas salvajes mientras apretaba su trasero. Estaba segura que dejaría marcas, pero eso era lo de menos.
Nicolás sonrió cuando la joven se arqueó todita, sus piernas temblaron y tiró del cabello, pasó sus labios por su oreja, succionando y terminar por morder el lóbulo. Caro se quejó pero termino desplomándose ante el intenso orgasmo, él se enterró y volvió a salir, una y otra vez; segundos después gruñó enterrando sus dedos en la piel de la joven, saboreándola.
Sus encuentros con ella siempre eran explosivos, tan ardientes y únicos. Ninguno quería algo, ninguno quería una relación. Caro había terminado de estudiar y era fotógrafa, él era un ingeniero que no tenía tiempo para una novia con dulces y corazones, al contrario. Lo que Caro le ofrecía era perfecto, ambos se necesitaban de esa manera carnal, ¿para qué más?
-Por mucho tiempo he trabajado aquí, ya no más -él sonrió porque en el tiempo que habían mantenido aquella relación sexual, Caro siempre le había dicho eso y ahí estaban, seguían reuniéndose en el mismo lugar parar terminar deseándose.
-Ya no trabajas para mi mamá, olvídate ya -Caro recogió su cabello corto de color rojo, aun desnuda frente a él tomó una de las toallas y se perdió en el baño, minutos después regresó-. ¿Qué pasa? ¿Hay alguien más?
- ¿Y a ti que te importa? -sonrió burlona cuando se sentó y sintió sus dedos recorrer el pequeño tatuaje que tenía en la parte baja de su espalda, estaba pensando en hacerse las lunas en la espalda, ahora solo le faltaba hablar con Renzo y empezaría. Quería tener su cuerpo lleno de tatuajes.
-Deja de tener culpas, Caro. La pasamos bien y ninguno quiere una relación, ¿o tú quieres una? -la joven se alejó para dejar caer la toalla en el suelo, se puso la blusa de tiras y un corto pantalón, levantó la mirada y se encontró con la mirada seria de Nicolás. Sus ojos azules ya no la miraban con deseo, al contrario. No es que quisiera una relación sentimental con él, pero aquel desinterés solo golpeó su ego. Al menos por cortos segundos.
- ¿Contigo? No -sonrió y él soltó una risita, se inclinó y dejó un suave beso en la boca. Se alejó y aunque lo escuchó gritar su nombre, no le importó. Tomó las llaves de su moto, se puso los lentes de sol y salió de ahí, sintiendo el aire golpear con fuerza su rostro, aquella libertad que había buscado toda su vida.
Lo tenía.
Un buen trabajo, estudió lo que quería, buen sexo y un departamento suyo. ¿Qué más podía pedir? ¿Amor? Claro que no, un hombre bueno existía por país, y el que quedaba se lo llevo Alondra, León era ese tipo de hombres que te haría vivir cada día como el último. La amaba, podía verlo en su mirada y estaba feliz por su mejor amiga, pero no siempre se tiene suerte.
Tampoco es que el amor le importara mucho, es decir, no necesitaba de un hombre para sentirse completa o decir; eras lo que me faltaba, quien me completaba. No. Tú te complementas, tú misma te llenas de amor y felicidad, no depende de alguien más.
Su lema de vida:
Ríe, se feliz y ten buen sexo.
- ¿Comida Peruana o Italiana? -Caro sonrió al ver a su amiga de pie con unos lentes oscuros, al lado la moto de León que seguramente se había vuelto a llevar sin el permiso de él. La pelirroja sonrió abrazándola, ahora se veían menos pero hablaban cada momento-. Estoy nerviosa y como tanto que voy a reventar.
-Estoy segura que si te pones flaca, León sufrirá -Alondra sonrió, había aprendido aceptar su cuerpo, cuidaba su alimentación, pero las caderas y los muslos gruesos estaban ahí, y vaya que encloquecían a León-. ¿Cómo está mi cuñado?
- ¿Y tú como vas con mi cuñado? -Caro sonrió y negó divertida al recordar al amargado de los hermanos Fleiderman, aún no había pasado nada, uno que otro beso y eso; para olvidar a la novia que lo dejó. Ella era buena, podía prestar sus labios si el sexy Baptisto quería.
-Que te puedo decir, el pobre amargado quiere ver si mis labios lo cura de su amor hacia la loca -Alondra negó pasando sus dedos por el pequeño anillo de compromiso, Caro sonrió abrazándola por los hombros-. El sábado te casas, ¿estás feliz?
-Mucho.
-Sabes que huyo del amor, pero lo que ustedes tienen -ambas dejaron de caminar y se miraron-. Será ese cliché bonito, llegarás de la galería o dejarás de pintar, León vendrá del taller y se pondrán a cocinar, saldrán a caminar o sacar al pequeño gato que tendrás algún día.
-Nunca creí que el tipo que hacia mi corazón latir desesperado sería el hombre con el que me casaré en menos de una semana.
-Tanto sufrimiento valió la pena -Caro la empujó y Alondra sonrió quitándose el cabello del rostro-. ¡Date prisa que muero de hambre! Hay que pedir arroz con marisco, o chicharrón de pescado.
-Vamos.
La tarde estuvieron ahí, comiendo y riendo, tomándose fotos. Esa noche, Alondra se cambió en el departamento de la pelirroja, ambas con una falda corta y altos tacones salieron encontrándose a los Fleiderman ahí, León impresionante como siempre y los demás coqueteando.
Caro vio la sonrisa del hombre, lo vio acercarse y envolver sus manos alrededor de la cintura de su mejor amiga, no debía preocuparse, ambos se amaban.
-Luces sexy, pero, tú siempre te ves sexy -Baptisto sonrió inclinándose para besar sus mejillas, la joven movió los hombros con gracia-. Y ese color te queda tan bien.
-Ya mucho cuidado, la vas avergonzar -León pasó sus brazos por los hombros de Caro, aferrándola y ella se quejó, el hombre sabía cuánto le molestaba eso a la chica, pero lo seguía haciendo.
- ¡Puta, que jodido eres! -Alondra soltó una carcajada al ver a su prometido molestar a su mejor amiga, luego él se acercó abrazándola. Baptisto al ver que su hermano y cuñada avanzaban, tiró de la pelirroja-. ¡Qué antipáticos son ustedes!
-Vamos blanquita, déjame saborear esa boca -se acercó pero la joven lo empujó sonriendo-. ¿Qué pasa?
-Que se acabaron los besos, querido. No más boquita, ve y supera tu rompimiento -la muchacha arregló la camisa del Fleiderman, luego se inclinó besando su mejilla para dejarlo ahí de pie, confundido.
Ella se encogió de hombros y subió a la camioneta de su cuñado a los minutos Baptisto estaba a su lado, coqueteándole, pero Caro solo rodaba los ojos. Cuando dejas de ponerle interés a un hombre, cuando ya no lo miras ni te desvives por él; recién te mira, recién comienza a darse cuenta cuanto vales.
Nunca le gustaron los tipos de fácil sonrisa, de palabras bonitas y de boca sucia. Tipos que evitaba a toda costa porque todo en ellos gritaba peligro, revolución y corazones rotos. Él representaba todo lo que Alondra detestaba, pero aun así no podía evitar verlo, recorrerlo con la mirada, desear pasar sus dedos por aquellos músculos brillosos, aun así no podía evitar ver el reloj y esperar que sean las doce para las diez para poder salir y verlo pasar. León merecía ser admirado, era una obra de arte que pocos entendían y ella, una artista que necesitaba una sacudida y salir de su zona de confort.
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