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Tara Morgan tenía todo lo que una persona podía desear, dinero, estatus social y una vida al ritmo deseado. Pronto se daría cuenta que todo aquello que había vivido en los cortos 6 años que le tomo construir su nombre no le valían de nada, enferma en una cama de hospital en espera de la muerte que se avecinaba con la soledad, la esperanza de vivir resurgió con la llegada de ella, Amelia su mejor amiga quien le abriría los ojos ante la vida y el amor, superando la depresión y aceptando la vida y la muerte como parte del existir.
Nunca me había puesto a pensar en las cosas simples de la vida adulta que no disfruté. Postrada en esta cama solía pensar en todas aquellas cosas que no logré, las metas que soñaba con alcanzar y se quedaron para un futuro que en mi situación era hasta ahora incierto, siendo adultos gastamos nuestras energías en otras cosas y no en disfrutar de esos momentos tan simples como lo son el reír a carcajadas o el sólo hecho de estar en silencio mirando a la nada disfrutando del silencio de una tarde de verano.
Cuando era niña gustaba de admirar las estrellas, perseguir luciérnagas en el jardín, vestir a mis muñecas y mi época favorita era aquella en diciembre cuando suceden coincidencias tan hermosas de la Navidad y estrellas fugaces. Recuerdo estar acostada sobre el césped con mis mejores amigas Ali y Amelia, mis cómplices de juego, quienes pronto quedarían atrás al construir lo que yo pensaba sería mi vida ideal sin compañía no tendría motivos para sufrir.
Ahora siendo millonaria cada centavo no cuenta, sólo existe para darme un título que un día me propuse alcanzar y ahora no me sirve para nada. La vida se me escapa como el agua en la quebrada que fluye sin quedarse quieta y si tan sólo pudiera cambiar el hecho de haber dejado atrás a las personas importantes para mi, hoy no estaría sola, o al menos eso es lo que yo pensaba.
Ahora sé que la vida no vale nada si la vives en soledad y ¿Quien soy yo? ¿En quien me he convertido? Soy lo que una vez soñé y a la vez la persona que se arrepiente de mucho,
Soy Tara, Tara Morgan, soy Diseñadora profesional con arduo trabajo y entrega ahora soy dueña de la casa de Modas que lleva mi nombre propio. Tengo la edad de 30 años y actualmente vivo mis días en la cama de un hospital. Diagnosticada con Leucemia, ¡Si! Leucemia, jamás creí que no prestar importancia a mi salud me llevaría a éste punto. Esto es lo que soy ahora, una profesional deprimida sin ganas de seguir adelante, todo lo que tengo no me llena, no me acompaña en mis días difíciles y en las noches frías no me reconforta con palabras de ánimo.
No puedo evitar derramar lágrimas de amargura, de tristeza, lágrimas que sólo nacen cuando estoy sola, cuando nadie me ve. Porque aún en ésta cama quiero parecer fuerte ante los ojos de los demás, ser fuerte hasta el último momento en que mis ojos se cierren y no vuelvan a abrirse eso al menos para los demás, mi orgullo no me permite quebrantarme y abrir mi corazón a ellos que me ven como alguien luchador y valiente. A los que no conocen a esa pequeña niña que ha quedado sola, no la conocen ni la conocerán jamás.
Alisson (Ali) y Amelia, ellas son las personas que quizás me hicieron más feliz que nadie en esta vida, pensé q no podría llegar a ser más feliz que haber pasado mi infancia con ellas. Fui hija única, mi mama murió cuando apenas tenía 8 años y es aquí el origen de todo, nos mudamos a un pequeño pueblo a las afueras de green ville. Papa no sabía nada sobre como criar hijos, yo era su única hija y él trabajaba todo el día mientras mama cuidaba de mi en casa, papá la describe como una mujer inteligente, divertida y sumamente creativa, cocinaba muy bien, sabía coser y diseñar, de ella aprendí lo que serian mis primeros pasos en la moda, a los 6 años ya hacía mis primeros diseños, siendo mis muñecas favoritas las primeras modelos que tuve, herede su talento para cocinar eso le facilitaría las cosas en un futuro a mi papá. Aunque haya sido una madre dedicada, amorosa y buena esposa, fue victima del destino cruel y un asalto que salió mal en nuestra casa le robó la vida a ella bastó un solo disparo que fue directo a su corazón dejándonos a papá y a mi en la soledad.
Fue aquella época la más difícil de nuestras vidas comenzar una nueva vida sin ella. Nueva casa, nuevos vecinos y pronto conocería a ellas dos...
Pasado el tiempo papá logró que volvieran a salir palabras de mi boca, en su intento desesperado por hacer q saliera de ese estado me llevo a terapias sin resultados, no es que el psicólogo fuera un mediocre si no a la negativa en mi cabeza de aceptar la pérdida de una de las personas más importantes de mi vida. Pasado casi un año del cual no salían más q suspiros y sollozos de mi boca, papá desesperado no pudo contenerse más, sus lágrimas empezaron a derramarse y sin ocultar sus sentimientos hablo con toda sinceridad conmigo me tomo en sus brazos con ternura y luego mirándome a los ojos me dijo.
–No puedes seguir de esta manera eres una niña con toda una vida por delante, necesito que seas fuerte, mama te amaba y no querría que estuvieras de esta forma, ella te protegió y amó hasta el final, eras lo más importante en su vida. Y por ese amor mi niña debes seguir adelante yo también la extraño – sus palabras se agudizaban y quebraban – pero debemos luchar juntos mi pequeña.
No dije nada. Nunca preste atención a sus palabras, que ahora entiendo. Él me amaba tanto como amó a mi madre y comprendí lo doloroso que fue para él continuar sin ella y lograr verme crecer sin una figura materna, pues no volvió a casarse jamás para cuidar de mí.
Recuerdo haber aceptado ir a una fiesta de piñatas, mis primeras palabras en 9 meses después de la partida de mamá fueron tan simples y sin ánimos.
–Está bien papá iré – dije sin ánimo de ir.
Papá sonrió y me dio un abrazo eufórico.
–Prometo que no te dejaré sola, vas a divertirte y pasarla bien conocerás niñas y niños de tu edad. –Dijo sonriendo, lamentó que no haya sido como él imagino que sería, recuerdan a mis nuevas vecinas Ali y Amelia, fue entonces cuando las conocí.
Es Aquí donde empieza todo lo que me hizo feliz después de la partida de mi madre.
–Hola – dijo Amelia – las demás niñas creen que eres rara, pero yo pienso que no es así.
Recuerdo que mi rostro estaba inexpresivo e indiferente, no estaba interesada en lo que ella tenía que decir, cuando en ese mismo instante se acercó Alisson me tomó desprevenida y sonriendo.
– Yo tampoco creo que seas rara ¿Podemos estar contigo? Me llamo Alisson y ella es mi hermanita Amelia, soy la mayor por 7 minutos.
–Te vimos llegar con tu papá el primer día. Yo fui quien tuvo la idea de invitarte y Ali estuvo de acuerdo – dijo Amelia.
¡Si! eran mellizas se parecían mucho la una a la otra, las mejores amigas que jamás pude tener en la vida. Ellas eran hijas del Señor y la Señora Taylor, las menores de 3 hijas siendo Nathalia la mayor para ese entonces de 15 años de edad linda y risueña como sus hermanas menores, y también gentil una característica de esa familia.
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