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liarse con ninguna. Pero su vida cambia cuando su padre decide casarse con una mujer mucho más joven que él, cuya inocente hija le molesta y le excita. Su cabeza dice que está prohibido, pero su cuerpo arde cada vez que la joven está cerca. Liliana Carmello estaba dispuesta a odiar la nueva ciudad, la nueva casa y los hermanastros que le dio su madre, pero el hombre que conoce, a pesar de ser rudo y mayor, deja su mente confundida y su cuerpo en llamas. Ahora, la chica tendrá que tomar una decisión: rendirse o sorprender a los habitantes del pequeño pueblo manteniendo una relación inapropiada con quien debería tratar como a un hermano. - ¡Mierda! - Maldigo con mi cuerpo ardiendo, mientras me follo a la chica caliente del momento. Está deliciosa, tanto que mi polla está más que feliz, pero es solo un coño, que me estoy comiendo para no pensar en lo que tengo que hacer después. - Levanta ese culo, cariño - le pregunto al oído. La mujer está de espaldas a mí, con el culo encaramado y las manos apoyadas en la vieja madera del galpón Tico, donde funciona el famoso bar Sertãozinho. El ambiente se calentó en el interior, mientras yo bebía con la campesina que salió del trabajo y vino a tomar una copa para calmar su cansancio. La idea era simplemente beber, pero como surgió la oportunidad cuando la potranca caliente comenzó a frotar sus tetas en mi cara mientras servía un trago, no pude decir que no. Hubiera sido mejor haber dicho que no, pero mi polla decidió por mí. Casi siempre gana. Temo por el día en que me ponga en problemas. - Empuja más fuerte, vaquero. ¡Sé que tu agarre es más duro que eso! - la puta habla de manera muy traviesa, todo broma. Nunca negaría una solicitud de algo que nos agrade a ambos. Envuelvo su cabello alrededor de mi puño, tiro su cabeza hacia atrás, sostengo su cintura con mi otra mano y la sostengo sin sentido, mientras el sudor comienza a correr por mi espalda y mis mechones de cabello comienzan a mojarse debajo de mi sombrero. . - Déjame correrme en tu boca, cariño - pido. No estaba planeando que fuera así, pero el deseo por algo más sucio llega sin avisar y no pretendo no haberlo sentido. Están dispuestas a ceder por unos minutos de placer, no tengo vergüenza a la hora de mostrar lo que quiero. "Corre donde quieras, Dan", dice, luego muevo mis dedos hacia su sexo y empiezo a tocar su montículo hinchado. Unas cuantas penetraciones más provocan fuertes gemidos y mi amante comienza a correrse, apretando mi polla y llevándome muy cerca de mi máximo placer. - Jodidamente caliente polla, hombre. - Tu cuerpo se rompe con el orgasmo, se estremece y me hace aullar a la luna. ¡Diablos! En días como hoy no hay nada como un buen polvo para aliviar el estrés. Cuando la camarera de Sertãozinho se calma, se aleja y rompe nuestra conexión física. Se gira hacia mí y, sin pestañear, se arrodilla frente a mí. La traviesa me agarra la polla, me quita el condón y se lo traga como una profesional. De hecho, es una profesional, pues imagino que se debe follar a la mitad de los hombres de Poço Fundo. La otra mitad está casada. La morena me chupa, me hace sujetar su cabeza y empujarla contra mi pelvis, forzando mi palo a bajar por su garganta. Babea y se ahoga, pero no para, no vuelve atrás, porque quiere impresionarme. Cuando no puedo soportarlo más, tiro mi semen en su boca con un grito tan fuerte que no dudo que los hombres dentro del bar lo hayan escuchado. No suelo quedarme muy callado cuando me follo a una zorra. Me vacío para la camarera, que traga hasta la última gota. Me deja limpio y sólo me suelta la polla cuando está blanda y sin vida. Éste realmente sabe follar, probablemente por eso sigo volviendo, y cuando digo que es la última vez, nunca es la última. Ella siempre logra atraerme hacia ella nuevamente. Cuando termina, se levanta y se arregla la ropa. Guardo mi polla