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Marco Rizzo es rico y poderoso. Consigue siempre lo que quiere, pero tiene a su padre presionándolo por un heredero. Esta vez, alguien le dice que no, por primera vez. Ámbar es una mujer hermosa, pero con una carga familiar. Necesita dinero, con urgencia, y está dispuesta a trabajar de lo que sea... excepto de una cosa. El baile es su pasión, y será su herramienta para salir del problema en que se encuentra sumergida. Lo que ninguno sabe, aún, es que ambos están jugando con fuego.
La madre de Ámbar estaba muy enferma. Vivían, y sobrevivían, solas las dos desde que ella tenía memoria, nunca conoció a su padre, pero ahora, los pocos trabajos que ella lograba conseguir, apenas cubrían los gastos de internación. Se estaba desesperando y el tiempo se agotaba.
Estaba cursando su carrera en el turno de la noche, para no perder sus estudios, y trabajando como mesera en un café y vendedora en una tienda durante el día.
Terminaba completamente agotada, pero no tenía otra opción. Su madre empeoraba cada día y era la única que estaba a su lado para ayudarla.
Estaba sumida en sus pensamientos y preocupaciones, pensando qué alternativas tenía, hasta que Carla, una compañera de clase, le dio una idea.
-Oye, tú eres guapa, sensual, tienes buenas curvas... ¿Sabes bailar?
-Claro, de pequeña tomé clases, era uno de mis sueños, me dejo llevar por la música y me transporta. Realmente lo disfruto.
-Entonces, creo que conozco el trabajo perfecto para tí.
-¿En serio? ¿Dónde es? ¿De qué se trata?
-Antes de que te asustes, piensa que pagan bien, muy bien, y si eres buena, puedes recibir grandes propinas. El ambiente no es tan sórdido como podría sonar, es agradable, y en señor Franz es comprensivo.
-Ahora suena sospechoso.
-¡Para nada Ámbar! Es seguro, pero... no muy ortodoxo.
-Ya suéltalo, Carla. Me estás preocupando.
-Es un club nocturno. Buscan bailarinas. Yo trabajo allí sólo un par de días a la semana y me basta para el alquiler y mis gastos. El jefe en serio me aprecia, así que estaría encantada de recomendarte. Siempre me ayudaste con las clases, es lo menos que podría hacer.
-¿Un club?... No sé si podría, no creo que sea para mi... yo... no tengo ese tipo de experiencia.
-Vamos linda, no necesitarás hacer casi nada... tienes belleza natural y un cuerpo de infarto, aprovéchalo. No estás vendiendo tu cuerpo, sólo te miran. La seguridad del lugar vigila que no se propasen. Salvo que tu quieras ir más lejos, nadie te exige nada de eso que seguramente estás imaginando.
Su amiga tenía razón respecto a su atractivo. Amber era de mediana estatura pero con un cuerpo redondeado, grandes pechos y caderas, cintura pequeña, cabello castaño largo y ondulado, boca naturalmente rosada y deseable, y unos ojos azul turquesa que dejaban mudos más de una vez a sus clientes en el café o en la tienda. Estaba acostumbrada a que se quedaran mirándola, aunque nunca había tenido tiempo para novios. Su madre siempre había sido de salud frágil, y desde su adolescencia, Ámber había tenido que comenzar a trabajar y a cuidarla.
Además, necesitaba con urgencia el dinero, o pronto su madre, lo único que le quedaba en el mundo, podría morir.
-Está bien Carla, dame la dirección, iré hoy mismo. Lo necesito. Y confío en tí.
Ámbar llegó al lugar llena de vergüenza. Un guardia la hizo pasar a una oficina. El dueño del club nocturno era un hombre corpulento pero bien vestido y de aspecto amigable. La recibió enseguida ya que venía recomendada por Carla, una de sus favoritas, y el guardia de la puerta le había dicho que la chica estaba "para el infarto".
Cuando ella entró, la observó de arriba a abajo con mirada crítica y asintió con aprobación.
-Bien, bien. Estás muy bien, pero... ¿Te sabes mover? Eso es importante. Me gusta que el lugar tenga cierta categoría. Muchos de los clientes son hombres adinerados y de negocios.
-He estudiado danza, señor Franz.
-Oh, claro, lo entiendo... pero sabes que no es lo mismo ¿verdad?. No sólo es saber bailar. Debes ser... sensual, en el escenario. No basta con ser bonita. Sobre todo si quieres más dinero al final de la noche.
-Lo entiendo...
-Mira, ve a buscar a Sol, que es la asistente de las bailarinas, está en los vestuarios, que ella te de algo sexy qué ponerte, menos mojigato que lo que llevas. Te probaré esta noche en el escenario. ¿De acuerdo?
"Como si tuviera opción, necesito esto, por mamá".
-Claro, ahora mismo voy.
Estaba nerviosa.
Sol la recibió con amabilidad. La vistió con un traje tipo "colegiala", un verdadero cliché, pero para la prueba funcionaría.
-Gracias Sol, ¿algún consejo para alguien que nunca hizo esto?
-Finge que estás sola, linda, que nadie te observa. Al principio es lo más fácil. Y sólo escucha la música, a veces gritan algunas cosas que mejor no oírlas, pero suele ser al final de la noche, bajo efecto del alcohol. En general son bastante tranquilos. La mayoría de las veces, hacen negocios y no miran al escenario.
-Genial. Muchas gracias Sol.
Eso ayudaría.
La música, estridente y provocativa comenzó a sonar. Sol le hizo una señal, y Ámbar salió al escenario iluminado. Alrededor podía percibir los olores y sombras masculinas entre la escasa iluminación. Estaba nerviosa.
El jefe la miraba con impaciencia. Debía moverse pero se sentía paralizada.
Ámbar cerró los ojos y se enfocó sólo en la música. Cuando la sintió rebotando en su interior, en el pecho y en el vientre, con intensidad, abrió sus maravillosos ojos azules y comenzó a moverse en el escenario con destreza.
Era magnética, se movía como una pantera de ojos penetrantes, concentrada en cada giro de su cuerpo, extensión de sus brazos, ondulación de sus caderas. La música la hizo olvidarse de que estaba apenas vestida, y el vaivén de su trasero casi desnudo y sus pechos apretados en el escote, dejaron cautivados a los clientes, de manera que la mayoría dejó de prestar atención a sus asuntos mientras duró su danza.
Cuando la música terminó, y ella se detuvo, hubo un momento de silencio, tras lo cual cayeron sobre el escenario aplausos... y billetes, muchos billetes. Ámbar se despertó como de un trance y tomó rápidamente los billetes para volver a los vestidores. Así, sin contarlos uno por uno, eran mucho más de lo que había ganado ese mes.
El señor Franz entró aplaudiendo.
-¡Maravilloso desempeño señorita Ámbar! Sobra decir que está contratada desde esta misma noche. Déjele a Sol sus datos de contacto, ella le explicará cualquier duda que tenga, administrativa o no. Y su seudónimo, si lo necesita.
Y se fue.
-Bien, linda. Deja que tome tus datos.
Ella aún estaba sorprendida.
-Si, claro, pero... ¿qué hago con el dinero? ¿El que dejaron los clientes sobre el escenario?
-Es tuyo. Y un sueldo de acuerdo a la cantidad de noches que vengas por mes.
Era un montón. Mucho más de lo que había pensado. Podría dejar uno de sus empleos de día y retomar el turno de la tarde para las clases, dejando las noches completas para ir al club. Y trabajaría allí a diario para juntar lo necesario para su madre.
La voz de Sol la sacó de su ensimismamiento.
-¿Tendrás un seudónimo, cariño?.
Ella lo pensó.
-Si. Seré Blue.
Alessia es una joven acostumbrada a su independencia y a trabajar mucho para lograr subsistir desde que ha perdido a su familia en circunstancias sospechosas. Intenta sobrevivir, mientras busca desesperadamente una respuesta que le ayude a comprender los motivos de su soledad. Aunque intenta mostrarse fuerte, es en realidad una mujer con una gran sensibilidad y nobleza, que no teme demostrar. Valentino Amato es serio y muy reservado con sus sentimientos y su vida privada. Esto último es imprescindible, considerando el tipo de negocios que maneja y lo riesgoso de su singular trabajo. Sin embargo, tiene una única debilidad, que protege con unas y dientes: un hijo, al que consiente en exceso a menudo. Cuando sus caminos finalmente se encuentran, Alessia descubrirá que ese hombre estricto con nervios de acero y ojos de hielo es la llave para descifrar parte de su pasado, mientras que él encontrará en ella un atisbo de esperanza en su futuro.
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