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Casarme con el diablo

Casarme con el diablo

5.0
2 Cap./Día
214 Capítulo
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No hay tonta más grande que yo. Si crees que eres tonta, es porque aún no me conoces a mí. Me casé con un hombre sin saber que era un verdadero monstruo. Después de estar enferma durante mucho tiempo, comencé a sospechar que me había envenenado. También descubrí que la criada parecía estar allí para vigilarme. Luego, incluso sospeché que mi hijo no era biológicamente mío. Me sentía prisionera en mi propia casa. Había muchas cosas que no encajaban. ¿Quieres saber cómo sucedió todo esto? Bueno, estoy a punto de descubrirlo. Y cuando lo haga, le daré una lección. Esto va a ser una batalla dura. ¡Pero lucharé hasta el final!

Contenido

Capítulo 1 Un mal presentimiento

Me llamo Lilliana Ward y tengo treinta años.

En mi círculo social, soy la envidia de todos. Vivo en una lujosa casa en el exclusivo distrito de Pocnard y estoy casada con un hombre joven, atractivo y atento que me ama profundamente. Entre nuestros conocidos, tiene fama de ser un esposo devoto y atento.

Mi esposo, Clayton Evans, es un reconocido estilista de élite. Yo, por mi parte, dirijo una próspera empresa de equipos médicos.

Después de casarnos, tuvimos tres hijos maravillosos. Sin embargo, compaginar las exigencias de la empresa con la maternidad se convirtió en un desafío. Al notar mis dificultades, mi compasivo esposo renunció a su carrera para ayudarme a dirigir la compañía.

Bajo su hábil gestión, la empresa prosperó, lo que me permitió dedicarme por completo a mi papel de esposa y madre, y a construir una vida familiar feliz. Esta transformación nos ganó la admiración de nuestro entorno. A los ojos de los demás, yo era la encarnación del éxito.

No obstante, mi salud se deterioraba constantemente. Sufría síntomas alarmantes: pérdida de cabello, somnolencia persistente, adelgazamiento y pérdida de memoria. Abrumada por un constante abatimiento y desorientación, encontré consuelo en el diagnóstico que me dio mi esposo: un simple trastorno de ansiedad.

Él contrató a un médico de renombre que me recetó una gran cantidad de medicamentos. Además, le encargó a nuestra niñera, Kalani Green, que los preparara y me los administrara.

Lo que no sabía era que ese fue el comienzo de mi tragedia.

Un fatídico día, un repentino dolor de cabeza me despertó de golpe y, por accidente, derramé la medicina que Kalani me había preparado. Aún somnolienta, no pude reaccionar a tiempo para impedir que mi gata, en un impulso, bebiera la medicina derramada.

Para cuando me di cuenta, la gata ya se había bebido el remedio y se acicalaba tranquilamente en el alféizar de la ventana.

Cuando Kalani vino a recoger el cuenco, decidí no mencionar el incidente. Pensé que, si se lo decía, tendría que prepararme otra dosis, y eso era justo lo que quería evitar.

Para ser sincera, ya estaba harta de esa medicina. No parecía surtir ningún efecto en mí. A mi esposo le costaba mucho conseguirla y siempre insistía en que la tomara tal como me la habían recetado. Si por mí fuera, la habría tirado a la basura.

Desde que enfermé, Kalani se encargaba de todas las tareas del hogar. Trabajaba sin parar todo el día, siempre con esmero y sin una sola queja. A veces, sentía una profunda compasión por ella.

Tras intercambiar unas breves palabras conmigo, recogió rápidamente el cuenco vacío y regresó a sus quehaceres.

Al mirar la funda de la almohada, me sorprendió ver varias hebras de mi cabello. Con un suspiro, las recogí, las hice una bola y las guardé en mi bolsillo.

De repente, un golpe sordo detrás de mí me hizo dar un respingo.

Me tomé un momento para calmar mi corazón acelerado y me desplacé con cautela al otro lado de la cama.

Para mi espanto, Tabby, mi gata, que momentos antes observaba pacíficamente el paisaje desde el alféizar, ahora yacía inmóvil en el suelo.

Un mal presentimiento se apoderó de mí.

"¡Tabby!", la llamé, pero no se movió.

La escena me provocó un escalofrío que me recorrió la espalda.

¡Qué extraño! Los gatos son conocidos por su agilidad y sus supuestas nueve vidas.

Pero ahí estaba Tabby, inmóvil en el suelo tras caer desde el alféizar.

¿Estaba muerta?

El corazón me latía con una fuerza desbocada. Con manos temblorosas, me incliné para observarla de cerca. Noté que su respiración era pesada. No parecía muerta, sino sumida en un sueño profundo.

Pero esa forma de dormir...

De pronto, un pensamiento espantoso me asaltó.

Instintivamente, salté de la cama. Sin pensarlo dos veces, me agaché y la recogí. Estaba lánguida, sumida en un profundo letargo.

Se veía completamente indefensa.

No pude evitar compararme con ella. ¿Acaso no era así como yo dormía todos los días?

¿Podría ser que...?

La idea, fugaz y terrible, me dejó temblando. No me atreví a seguir pensando en ello.

Antes de que pudiera darle más vueltas, escuché unos pasos familiares en el pasillo. Clayton había vuelto.

Instintivamente, la tomé en brazos, volví deprisa a la cama y la escondí bajo el edredón. Regulé mi respiración y fingí estar dormida.

En ese mismo instante, el pomo de la puerta giró y mi corazón se desbocó. Sentí una mirada clavada en mi espalda, una sensación que me heló la sangre. Bajo el edredón, mis manos temblaban sin control.

Pero Clayton no entró. Se marchó. Justo antes de que la puerta se cerrara, escuché su voz. "¿Se tomó la medicina...?".

Una vez que la puerta se cerró, no pude discernir sus siguientes palabras.

Abrí los ojos. Un miedo atroz me inundó el corazón. Por un momento, ni siquiera supe dónde estaba. ¿Era esto una pesadilla?

Mi mente regresó a la medicina.

Llevaba años cuidando de Tabby y nunca la había visto así. Todo cambió después de que bebió el contenido de aquel cuenco.

La sola idea me hizo temblar de pies a cabeza.

¿Acaso alguien de verdad intentaba hacerme daño?

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Recién lanzado: Capítulo 214 La sospechosa Stella   Hoy00:12
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