img Mi corazón se petrificó por él  /  Capítulo 4 | 15.38%
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Historia

Capítulo 4

Palabras:1707    |    Actualizado en: 16/12/2025

radora. Parecía un depredador que acababa de ver a su presa escapar. El guardia de

roso que vibró a través del pavimento. El guardia me solt

eaba, pero me negué a mostrar miedo. "¿Qué quieres?", escupí, mi voz teñida de veneno. "¿

ó mi provocación. "¿A dónde vas, Abril?". Su voz era engañosame

unto a él hacia el taxi que esperaba. Pero se movió más rápi

os cerrándose alrededor de mi muñeca. Su agarre era firme, n

tando de alejarme. "He solicitado el

o tiene voz en esto". Prácticamente me arrastró haci

en su antebrazo, pero ni siquiera se inmutó. Simplemente ignoró mis pr

e contra la puerta. El guardia de seguridad saltó al asiento del conduc

ionado contra el cuero frío, mi rostro a centímetros de

oreja. Su olor, una mezcla de colonia cara y algo

n que construiste para mí?", me burlé. "

suya. Sus ojos eran oscuros, intensos, y en sus profundidades, vi un hambre cruda que me envió un esc

saqueando los míos con una fuerza brutal que me robó el aliento. Me debatí contra él, mis manos empujando su pecho, pero era

lando con una mezcla de furia y algo que me negaba a nombrar. "¡Animal!", ahogué, limpiánd

a ir". Su pulgar rozó mi labio hinchado, un gesto posesivo que me erizó la piel. "Te lo ad

las palabras arrancadas de mi garganta. "¡Me lo juraste, Damián! ¡Juraste que n

enetrable volviendo a su lugar. "La salud de Brenda es delicada. Nec

para un fin? ¿Una dispensadora de medicamentos glorificada? ¿Eso es todo lo que soy par

, su aliento caliente contra mi mejilla. "¿Querías pasión, Abril? ¿Querías fuego? ¿Querías que te viera?". Su voz era un gruñido bajo, teñido

, un eco sombrío de nuestra unión forzada. Mi cuerpo se tensó, resistiendo, incluso cuando una parte traicioner

a pasar por mis labios magullados. "No te dejaré. No se

iento? No pude decirlo. "Estás cansada, Abril", dijo, su voz sorprendentemente suave, desmintiendo el

arrastrada por hombres de traje, mientras tu padre mira, impasible, calculando el costo de sus honorarios legales". El recuerdo, crudo y vívido, me atravesó. Mi madre, mi her

ndidades. Su agarre en mis muñecas se aflojó ligeramente. No sabía nada de mi

ó, su voz más suave a

el dinero, que me amaba a mí más que a la sociedad. Mi padre la encerró cuando se volvió demasi

mplazada por una resolución endurecida. Apretó su agarre de nuevo. "Abril, no entiendes. No dejaré que eso te pase a ti.

No tu esposa, no tu sistema de entrega de medicamentos, no tu proyecto! Y nunca, ja

heredero, Abril. Tendrás a mis hijos. Y tendrán una vida mejor que cualqui

puladora?", me burlé, mi voz goteando desdén. "¿Crees que crearía otro reh

a desesperación en sus ojos, pero fue rápidamente enmasca

casi en el penthouse. ¿Y ahora qué? Mientras entrábamos en el estacionamiento subterr

mujer, aguda y frenética, cor

en

abiertos de terror. De alguna manera había encontrado el camino hasta aquí. Nos vi

¿Damián? ¿Qué estás haciendo con e

lojó por completo. Abrió la puerta de golpe, prácticamente saltando del coche. "¡Brenda! ¿Qué estás haciendo aq

pensé que estabas con ella". Señaló con un dedo tembloroso hacia mí, las lágrimas cor

amente angustiado, dividido entre las dos, pero su lealtad era clara. "Solo estaba

ndo en sus brazos. "¡La vi! ¡Te estaba grit

Abril adentro. Asegúrate de que esté instalada. Estaré allí en breve", ordenó a su guardia de seguridad, su voz plana, desprovista de cualquier calidez. Luego,

. La chica salvaje, la que se suponía que debía domar, se quedó sola, un objeto olvidado en el opulento gara

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