ados. Ella se aferró a él, una imagen de frágil victimismo, sus ojos parpadeando, lanzando una mirada aterrorizada en mi dirección a
del frío azulejo, mis palmas se encontraron con una lluvia de cerámica rota y fragmentos de vidrio. Un dolor punzante m
rián, sus ojos cerrados, su respiración superficial. Su truco. Fue un movimiento calculado, un acto desesperado y brillante
ncia de humanidad. Solo un abismo frío y vacío de odio. No dijo una palabra. Simplement
z un gruñido bajo y pelig
Mis manos, todavía sangrando, rasparon contra la porcelana destrozada del lavabo mientras me arrastraban hacia atrás, empujándome hacia abajo sobre los f
rillo aterrador, una promesa silenciosa de un dolor inimaginable. Un escalofrío, frío y primario, recorrió mi espalda. Mi corazón martilleaba con
ndo ominosamente. Lenta, deliberadamente, pasó el afilado vidrio por su propia palma. Una delgada línea carmesí floreció, contrasta
riante-. Juguemos. -Luego me agarró la barbilla, sus dedo
en mi garganta, mis ojos muy abier
e inútil. Mi corazón era un desastre destrozado, sangrando
Un destello cegador de dolor, luego un dolor sordo y punzante se tragó mis sentidos. Mi boca se abrió, un jadeo
, susurrando votos, sus labios rozando los míos. Te apreciaré, te protegeré, siempre.
tante a mi boca abierta. Traté de resistir, pero los guardaespaldas me sujetaron con fuerza. Forzó el afilado
ada y destrozada, pulsaba con un dolor insoportable. La sangre, cálida y metálica, inundó mi boca, ahogándome. Jadeé por aire, un soni
s de carmesí. Me miró, sus ojos fr
ra no podrás esparcir más de tus venenosas mentiras. Con
e inconsciente, en el suelo. La levantó suavemente, acunándola en sus brazos como si fuera la cosa más preciosa del mu
a gala, la música lejana, las risas ahogadas, se burlaban de mi silencio. Ya
como la pólvora. La declaración de Adrián, su repudio público, los había envalentonado. "Es una amenaza,
ntorsionado por la mali
cruel satisfacción. Luego otro, un hombre, su rostro enrojecido por el alcohol y una ira fuera de lu
nosas, cortaban más profundo que cualquier golpe físico. "¡Perra loca!" "¡Monstruo!" "¡Te lo mereces!" Cantaban, su ira una fue
ón del tiempo, del número de golpes. Solo un borrón de puños y pies y rostros odiosos. Luego
ien, un atisbo de miedo en su
el por ella -dijo otro, un te
aguda y venenosa, co
que humilló públicamente a los DuPont por un pequeño desliz social? ¡Obtuvo lo que se merecía! -La oradora era una mujer alta y demacrada, sus ojos ardiendo co
y roto que sabía a sangre y desafío. Levanté la cabeza, mis ojos, borros
ada-. Patéticos hipócritas. ¿Creen que son tan puros? Son todos igual de podrido
puñetazos llovió sobre mí, más fuerte, más furiosa que antes. Querían silenciarme, aplastar la
eó, volviéndose borrosa en los bordes. El mundo giró, cada vez más rápido, h

GOOGLE PLAY