on los ojos muy abiertos, mi corazó
ola fría, inundándome, eclipsando momentáneamente el dolor. La pura au
reemplazada por un brillo depredador en sus ojos-. ¿De verdad creías que un hombre como Adrián estaría cautivado por un
aron, una furia fría
el engaño más que nada. -Observé su r
ido tintineant
salvación. Cree que soy pura. -Su sonrisa se ensanchó, una curva cruel y triunfante en sus l
ación se
l hijo que me había quitado, se lo había dado a ella. La i
podía dejar de tocarme, susurrando sobre nuestro futuro, nuestra pequeña familia. -Sus ojos se encontraron con los míos de nuevo, irradian
cerraron en puños, mis uñas clavándose en mis palmas, tratando de anclarme, de c
mo me descartó a mí. Es un maestro en proyectar sus propias inseguridades en los demás. Odia a las mujeres poderosas, por eso amaba mi 'lo
ardiendo con un d
un lastre. Estoy limpia. Pura. Y sé cómo mantener a un hombre satisfecho. Algo que claramente
frente a mis ojos. La compostura que había mantenido con tanto cuidado se hizo añicos como un frágil cristal. Mi mano se disparó, no para
no volando a su mejilla, su triunfo r
n rugido bajo y peligroso, apenas reconocible, una am
na máscara de furia. Vio el rostro de Dafne surcado de lágrimas, la marca roja florecien
un estruendo bajo y peligroso-. ¿Eres inc
ando hacia él, sus
temblorosa, una actuación perfecta de una ví
e viera la verdad, por que se liberara de su insidiosa red-. ¡Es una me
biertos con una mezcla
ástima, una lástima que se sentía peor que su ira-. Est
zla hablar, Adrián! ¡Haz que te diga la verdad! -Me abalancé haci
ue parecían ser sollozos incontrolables. Por favor, Adrián. No dejes que me haga daño. Ges
de porcelana, arrancándolo de la pared con una fuerza sobrehumana nacida de la pura rabia. Se hizo añicos contra el suelo de baldosas, enviando u
o arrebaté, su borde frío presionando contra mi piel.
aré de que nunca vuelva a hablar. -Di un paso hacia ella, el fragmento de esp
rozo de vidrio. Sus labios temblaron. No... no puedo, Elena. Gesticuló l
a! ¡Dile por qué estás en silencio ahora, cuando más importa! -Estrellé el fragmento de espejo contra la pared, un crujido repugnante, luego
comenzó a temblar violentamente. Luego, con un grito desesperado y gutural, me arrebató el fra
e horror. Se abalanzó hacia adelante, su rostro
u pálida piel. Gimió, su cuerpo temblando, sus ojos todavía fijos en mí, un desafío desesperado y aterrador. Adrián la atrapó entonces

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