olor en mi abdomen se intensificó, una agonía implacable y roedora. Grité, un sonido gut
esionadas contra mi estómago, tratando de
ca, desesperada-. ¡Por favo
el torrente de sangre, los jadeos entrecortados por aire. Él era mi mundo, mi protector, el único que e
urrada al aire vacío. Mi familia, mi hogar, mi paz mental, todo se había hecho añicos
Asesinaste a nuestro hijo. Era una mentira. U
na -había dicho, sus palabras una
ico. Realmente se había ido. El vacío que se instaló en el penthouse era más pesado
voz cruda, rota-. ¡Me
la aristocracia de la Ciudad de México. Era vibrante, llena de vida, una socialité que se movía con gracia
illón de piezas irreparables. Me quedé con una cáscara de vida, atormentada por sombras y el constante y sofocante agarre del estrés postraumático. Cada ru
ambición despiadada, pero vio algo en mí, algo que valía la pena salvar. Me sacó de los escombros, me cubrió con su protección y juró
desesperado de evitar que mi mundo se derrumbara de nuevo. Veía amenazas en todas partes, en cada mirada, en cada susurro. Adrián lo entendía, o eso c
. Mi responsabilidad. -Incluso renunció a un importante acuerdo comercial, uno que habría c
urrado, abrazándome fuerte, sus palabra
ceniza en mi boca. Se había ido. Y yo me quedé, sangra
rián, sus ojos fríos, sus palabras crueles, perforando la neblina. Cada vez que despertaba, el dolor era peor, una herida
así. No le daría esa satisfacción. Me arrastré hasta el baño, el espejo reflejaba a una mujer magulla
ocultado las cicatrices emocionales durante tanto tiempo. Luego, con el
irritantemente serena. Sus ojos se abrieron de golpe cuando entré, un destello de miedo,
bolso, grueso con billetes de quinientos pesos. Lo arrojé sobre las sábanas blan
ave y tímido. Alcanzó un bloc de notas y un bolígrafo en su mesita de noche, su mano
y despectivo que rebotó
a -dije, mi voz endureciénd
regalo que Adrián me había dado años atrás, un símbolo de nuestro amor compartido por la naturaleza.
o eso, ¿no es así? -Mi voz era tensa, un delga
enuino. Negó con la cabeza violentamente, sus
ás que una zorra barata, una perra manipuladora que se aprovecha de hombres vulnerables. Y
eó frenéticamente en el bloc de notas. Por favor, Elena, no me haga
r el pesado jarrón de cristal con flores de su mesita de noche. Con un grito primario, lo bajé, estrellándolo contra el marco de metal de la cama.
volaron a su cara, protegiéndose de los escombros volado
juro que me aseguraré de que
uardaespaldas que habían estado de p
oción-. Un pequeño recordatorio, cada hora, en punto, hasta que de
os guardaespaldas. Los sonidos se desvanecían mientras entraba en el ascensor, el fríndí en el lujoso sofá, la tela fresca contra mi piel, pero nada podía descongelar e
silencio. Era la asistente de A
oticias desafortunadas. Dafne Tho
o tan desesperadamente, le había rogado a Adrián por uno. Él siempre lo había descartado, diciendo que no estábamos listos, que yo no era lo su
ento. Adrián estaba allí, su rostro una máscara de furia pura e inalterada, sus ojos ardiendo con un fuego
us dedos clavándose en
jo! -Me sacudió, violentamente, mi cabeza se movía de un lado
inalmente corrían por mi ros
, atando mis muñecas a la cabecera, luego mis tobillos al pie de la cama. Luché, retorciéndome y girando, pero su agarre era demasiado fuerte, su rab
he de años atrás, me invadió. Grité, un sonido crudo
r! ¡Otra vez no
entímetros del mío, sus ojos ardie
truir todo lo que aprecio y salirte con la tuya? ¿Crees que puedes robarme mi paz, mi futuro, mi
más fríos que cualquier dolor físico. Nunca me había hablado así, nunca me había mirado con un odio tan
No, se fue tan rápido como apareció, reemplazado por la misma furia escalofrian
n rugido bajo-. Demasiado intensa, demasiado rota
ando su mano conectó con mi mejilla. Mi cabeza se giró bruscamente,
igrosamente suave-, vas a pag
ló, las lágrimas que no podía detener nublaban mis ojos. Mi
tu pequeño mundo perfecto? ¿La noche en que te convertiste en esta cosa patética y rota? -Hizo

GOOGLE PLAY