img La Venganza Fría de la Esposa Estéril  /  Capítulo 8 | 28.57%
Instalar App
Historia

Capítulo 8

Palabras:1480    |    Actualizado en: Hoy, a las 15:43

vista d

onumental, mi cuerpo todavía débil y dolorido por la donación de sangre forzada. Me aferré a la pared, mi visión

mbras. Carla. Estaba allí, flanqueada por dos guardaespaldas corpulentos, una sonrisa triunfante en su

u voz goteando falsa preocupación-. ¿Tra

Carla -grazné, mi voz ronca-.

Verte perderlo todo. -Señaló la caja-. Javier me envió a recoger esto. Dijo que no te import

téril del hospital. Las ocho diminutas formas de color ámbar ca

ante, pero mi cuerpo debilitado me traicionó. Tropecé, mis rodillas cedien

iento casual de su muñeca, pateó uno de los pequeños especímenes, enviándolo a deslizars

as de rabia y desesperación corriendo po

todo... mientras mi madre débil y patética apenas podía alimentarnos. Siempre fuiste la niña dorada, la princesa. Y yo siempre estuve a

nada, apuntada directamente a mi cora

ndo de furia reprimida-. No tienes idea de

o de tus pequeños... accidentes. Todo fue por mi bebé. Mi bebé perfecto y sano. -Miró a los gu

o. Comenzó a recoger los diminutos especímenes, dejándol

aespaldas, que me sostenía con un agarre de

te en mi oído-. ¿Y sabes qué más, Elena? Esa 'caída' que tuviste en el patio... no fue un accidente. Me aseguré de que aterrizaras justo como debías. Lo suficientemente fuerte como par

bién había planeado eso. El golpe

na y horrible comprensión amaneciendo e

isión. Mis hijos. Mis hijos perdidos e inocentes

mi voz quebrándose-. Por favor, no hagas e

sión? No. Necesitas seguir adelante. Necesitas olvidar. Así como Javier te olvidó a ti. -Hizo una pausa, sus ojos entrecerrándose-. A menos que... a menos q

mi último ápice de dignidad. Pero mis

s diminutas formas de ámbar, luego el rostro burlón d

mente, bajé la cabeza. Y

. Cada impacto enviaba una sacudida de dolor a través de mi cráneo,

de humillación y desesperación-. Por fav

mpujó con el pie-. Levántate, gusano. Tus ruegos no significan nada para mí. Tus hijos se han ido. Igual que tú te irás. P

atrevas! ¡No puedes! -Me puse de pie de un salto, una nueva oleada de fuerza desesperada re

ojos fríos y muertos, simplemente se encog

io saliendo de mi garganta. No dejaría que hici

viándome al suelo. Mi cabeza golpeó el suelo c

rieron de nuevo. Javier. Estaba allí, sus ojos escan

ándose el estómago. -¡Javier! ¡Gracias a Dios que estás aquí! ¡Ha perdi

taba robar las... pertenencias personales de la

mirada estaba llena de una escalofriante mezcla de asco y desprecio. -Elena. ¿Qué te pasa? ¿Realmente estás tan d

ruyendo los restos de nuestros hijos! -sollocé,

quí. Y asegúrense de que nunca vuelva. -Se volvió hacia los guardaespaldas-. Llévenla. A la vieja prisión de agua. Deje

da y olvidada propiedad de su familia, que se rumoreaba era un lug

pero mi cuerpo estaba demasiado débil. Los guardaespaldas me levantaron, arrastrán

sonreía, un brillo triunfante y malicioso en sus ojos. -Oh, J

n una promesa silenciosa. *Esto no es el

te. Mi cuerpo estaba maltratado, mi espíritu roto. Pero en lo más profundo, una pequeña chispa de desafío p

a celda fría y húmeda, el sonido del agua goteando reso

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY