vista d
onumental, mi cuerpo todavía débil y dolorido por la donación de sangre forzada. Me aferré a la pared, mi visión
mbras. Carla. Estaba allí, flanqueada por dos guardaespaldas corpulentos, una sonrisa triunfante en su
u voz goteando falsa preocupación-. ¿Tra
Carla -grazné, mi voz ronca-.
Verte perderlo todo. -Señaló la caja-. Javier me envió a recoger esto. Dijo que no te import
téril del hospital. Las ocho diminutas formas de color ámbar ca
ante, pero mi cuerpo debilitado me traicionó. Tropecé, mis rodillas cedien
iento casual de su muñeca, pateó uno de los pequeños especímenes, enviándolo a deslizars
as de rabia y desesperación corriendo po
todo... mientras mi madre débil y patética apenas podía alimentarnos. Siempre fuiste la niña dorada, la princesa. Y yo siempre estuve a
nada, apuntada directamente a mi cora
ndo de furia reprimida-. No tienes idea de
o de tus pequeños... accidentes. Todo fue por mi bebé. Mi bebé perfecto y sano. -Miró a los gu
o. Comenzó a recoger los diminutos especímenes, dejándol
aespaldas, que me sostenía con un agarre de
te en mi oído-. ¿Y sabes qué más, Elena? Esa 'caída' que tuviste en el patio... no fue un accidente. Me aseguré de que aterrizaras justo como debías. Lo suficientemente fuerte como par
bién había planeado eso. El golpe
na y horrible comprensión amaneciendo e
isión. Mis hijos. Mis hijos perdidos e inocentes
mi voz quebrándose-. Por favor, no hagas e
sión? No. Necesitas seguir adelante. Necesitas olvidar. Así como Javier te olvidó a ti. -Hizo una pausa, sus ojos entrecerrándose-. A menos que... a menos q
mi último ápice de dignidad. Pero mis
s diminutas formas de ámbar, luego el rostro burlón d
mente, bajé la cabeza. Y
. Cada impacto enviaba una sacudida de dolor a través de mi cráneo,
de humillación y desesperación-. Por fav
mpujó con el pie-. Levántate, gusano. Tus ruegos no significan nada para mí. Tus hijos se han ido. Igual que tú te irás. P
atrevas! ¡No puedes! -Me puse de pie de un salto, una nueva oleada de fuerza desesperada re
ojos fríos y muertos, simplemente se encog
io saliendo de mi garganta. No dejaría que hici
viándome al suelo. Mi cabeza golpeó el suelo c
rieron de nuevo. Javier. Estaba allí, sus ojos escan
ándose el estómago. -¡Javier! ¡Gracias a Dios que estás aquí! ¡Ha perdi
taba robar las... pertenencias personales de la
mirada estaba llena de una escalofriante mezcla de asco y desprecio. -Elena. ¿Qué te pasa? ¿Realmente estás tan d
ruyendo los restos de nuestros hijos! -sollocé,
quí. Y asegúrense de que nunca vuelva. -Se volvió hacia los guardaespaldas-. Llévenla. A la vieja prisión de agua. Deje
da y olvidada propiedad de su familia, que se rumoreaba era un lug
pero mi cuerpo estaba demasiado débil. Los guardaespaldas me levantaron, arrastrán
sonreía, un brillo triunfante y malicioso en sus ojos. -Oh, J
n una promesa silenciosa. *Esto no es el
te. Mi cuerpo estaba maltratado, mi espíritu roto. Pero en lo más profundo, una pequeña chispa de desafío p
a celda fría y húmeda, el sonido del agua goteando reso

GOOGLE PLAY