vista d
es susurrantes. El aire olía a antiséptico y arrepentimiento. Estaba
os ojos llenos de piedad, me miró. -¿
ba reseca, mi voz un graznido ronco.
s ajustaba mi goteo intravenoso-. Una caída grave, y... bueno,
o levantada con ira. El rugido furioso de Javier. El dolor abr
tinuó, su voz suavizándose con un aire de profun
miraba, el tono susurrante, la tristeza no expresada. Y
ra, entró en la habitación unos minutos después. Su rostro estaba grabado c
dente, considerando el trauma en tu cuerpo y tu historial de abortos repetidos
erectomía. Salvarte la vida. *No más hijos para Elena Wheeler*. La cruda
ió. Mi cuerpo estaba vacío. Mis sueños, completamente destrozados. N
beza, las lágrimas brotando de mis ojos-. No, no lo ent
piedad. -Elena, no hay otra manera. Tu útero estaba demasiado dañado. Otro embarazo te
a, un torrente interminable de dolor y desesperación. Este era mi castigo. Por amar al hombre equivocado. Por confiar en la hermana equivocada. Por s
¿Qué es esta tontería que oigo de que necesitas una transfusión de sangre? ¿Sabes lo que está
o el Dr. Evans, interponiéndose entre nosotros-. Acaba de recib
astador es que estás reteniendo la sangre! ¡Carla la necesita ahora! ¡La
azón ya sangrante. Seguía pensando solo en ella. Solo en su
etantemente tranquila, aunque mi cuerpo temblaba incontrolable
idamente reemplazado por la irritación. -¡Oh, por el amor de Dios, Elena! ¡Estás siendo dramática! Has tenido siet
ril. -Mi voz era un canto fúnebre plano y sin emociones-. Y la sangre... es mía. Es
ante, agarrando mi brazo, su agarre como hierro. -¡Me la darás, Elena!
mando! -El Dr. Evans intentó interve
te egoísta, Elena! -Metió la mano en el bolsillo de su abrigo, sacando una pequeña bolsa de terciopelo. La abrió, derramando su contenido sobre
utural salió de mi garganta. -¡Monst
os brillando con un triunfo enfermizo-. Y si no me das esa sangre,
Mis bebés. Rehenes. Incluso en la mue
mi rostro-. Bien. Tómala. Toma lo que quieras. Pero ju
uena chica. Siempre fuiste tan dócil. -Hizo una seña a las enfermeras, qui
ternidad, para nutrir al hijo de mis traidores. Cada gota se sentía como si una parte de mi alma
en shock! -gritó el Dr. Evans, corriendo hacia a
Solo terminen. -Observó, sus ojos fijos en la bolsa de mi sangre, una mirada de somb
Mi visión se nubló, los sonidos de la habitación desvaneciéndose en un zumbido distante. Mi cuerpo cedió. Lo último qu
da. Nada más que las brasas ardientes de un odio ta
vida. Cerré los ojos, un solo pensamiento resuelto reso

GOOGLE PLAY