vista d
en mi mente, un recordatorio constante de su traición. Mientras yo yacía despierta en la casa silenciosa, él sin duda estaba con ella,
pero mis nervios todavía estaban crispados. Mi telé
transferencia de la patente
ción. Ni siquiera lo leyó. -Una sombría satisfacción torció mis la
la evidencia en su contra. -Benjamín hizo una pausa-. Mi gente está teniendo problemas. Javier ha cubierto sus huellas meticulosamente. No podemos encon
na confesión verbal entre conspiradores. Probaba la intención, sí, pero la acción direc
tadora privada, quizás. Es lo suficientemente arrogante como para gu
segura en casa. Conozco sus contraseñas. -Un pensamient
Es arriesgado -a
i bebé. -Mi mano instintivamente fue a mi
Torre. Carla también estará allí, por supuesto. -Su v
ro teléfono, uno desechable que guardaba para emer
go contes
¡Me tienen! ¡Me tienen! -Su vo
zó. -¿Quién te tiene?
igen dinero, Elena! ¡Por favor, tienes q
ami nos debe mucho dinero. Cincuenta millones de pesos. Tienes hasta l
adoptivo, ahora estaba en peligro. A pesar de los años de manipulación y decepción, un instinto primario de protegerla se agitó dentro de mí. Seguía siendo mi madre, de alguna manera retorcida. Mi pad
sorprendentemente firme-
bodegas en las afueras de la Ciudad de Méxic
e Javier podía esperar. Esta era una amenaza inmediata. Llamé a Ben
mas -dijo Benjamín, su voz teñida de exas
entían huecas, pero verdaderas de una manera que no podía articular. Era una deuda que sentía que debía, por razones que toda
ien, arreglaré el efectivo. Pero vas con un equ
dinero. -Sabía que era una tontería, pero sentí una compulsión ine
vor. Estás embarazada. -Su voz se suavizó, un
papá. Te l
ica como metafóricamente. Nunca había sostenido tanto efectivo en mi vida. La idea de llevarlo a un lugar oscuro y desc
ventanas rotas, bañado en el brillo amarillento y enfermizo de las farolas distantes. Con cada bache en el camino, un dolor agudo
erta. Salí, el pesado maletín haciendo que me dolieran los brazos. El aire estabemblando a pesar de mis
a y aterrorizada, con las manos atadas. Sus ojos se ab
-dije, levantando el
sus rostros oscurecidos por la tenue luz. Uno de ello
o, empujándolo hacia ellos co
las pilas de efectivo. -Bien. Muy bien, niña rica. -Ch
e lágrimas. -¡Mi bebé! ¡Me salvaste! -Me r
. Su abrazo se sentía menos c
mientras me miraba-. Eres Elena Wheeler. La hija adoptiva del mul
es rica! ¡Mi Elena es tan rica! ¡Puede darles
ota. Le apreté la mano, una advertenci
vaya, vaya. Parece que nos sacamos la lotería. Cincuenta millon
madre, su voz quebrándose-.
. Especialmente cuando un premio mayo
ro de mí. Mi propia madre, traic
igrosamente baja-. Tienen el d
e. -¿O qué? ¿Le llorarás a tu papi m
d. Mientras el matón principal estaba distraído por su propia broma cruel, empujé a miartes. Los hombres maldijeron, momentáneamente distraídos por el efectivo volador. Apro
a insté, mi
los hombres resonando detrás de nosotros. Paso
Mi madre jadeó, un sollozo aterrorizado saliendo de su garganta. Su pe
ción acercándose. Mi hombro palpitaba, un dolor caliente y ardiente,
emos que ir más rápido!
apretó. -¡No puedo, Elena! ¡No puedo!
aterrizando con fuerza en un montón. Un dolor agudo y agonizante me desgarró el bajo
endo mi vientre con mis brazos. Una humedad cálida y pe
sesperado desde adentro. Mi bebé. Mi precio
las palabras del doctor: *Tu cuerpo ya no puede soportar mucho más*.
parodia de preocupación, mientras corría hacia mí, empujando a los matones.
char contra él. Demasiado débil para hacer otra cosa que jadear por aire, el dolor
idad. Dulce y b

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