img EL VICIO DE GRECO  /  Capítulo 6 🦁EL RUGIDO DEL LEON🦁 | 46.15%
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Historia

Capítulo 6 🦁EL RUGIDO DEL LEON🦁

Palabras:1805    |    Actualizado en: 11/11/2025

iva de Gr

stalló con

e los suyos, Carmine, se desplomaba contra el suelo húmedo del callejón. El caos

-gritó Dante, arrastrand

oscada limpia, rápida. Demasiado precisa. Tenían a alguien que hablaba. Greco l

brió mientras respondía con fuego. Greco, con los nudillos apretados sobre la culata de su Beretta

el paso. -La voz de

amos

s nos ma

rutas, aliados posibles. Si llegaban al callejón detrás del taller de Vit

uenta d

ás l

Greco

rie

ridos. Greco disparaba sin mirar. Matteo cubría su espalda. Llegaron al portón metálico,

erráneo con sangre en la ropa y

e los Serran

-

de la Via Tiziano, Dante ar

lo o alguien cercano. Si no lo de

n la zona industrial, donde sabían que los Serrano se escondían con

que sigue entre nosotros. Mientras tanto, prepara un contraataque. Quie

tió, la qu

te. Esto no era solo una guerra. Era una declaració

-

mbres, sin armas visibles. La lluvia caía como si el cielo llorará por ellos.

lago casi le pareció una burla. El silencio allí era d

en la terraza, vestida de negro

rlo directamente-. Vienes

do en el q

egiste mantener. ¡Tu pa

se t

do por lecc

tengas un hijo! Una esposa. Alguien que te mire con ojos limp

o tiempo

tu legado se muere contigo. Ya hay bastante sangre en nuest

ensó en

miedo. Su voz temblorosa. Era frágil, pero no débil y cada vez

encontré -confe

por primera vez, con a

das. Ni por orgullo,

-

ue de los Serrano seguía en sus oídos. El eco de las palabras de su abuela lo zarandeaba por dentro. Una guerra afuera. Un conflicto

queda de alma. No po

siones vendrían pronto.

TARDE ESA M

el almacén abandonado en los márgenes del puerto, mientras Matteo desplegaba sobre la mesa un plano con marcas rojas, azules y negras. La guerra c

e-. Uno de los nuestros. Riccardo. Le me

n muchacho joven, apenas entrado en la organizació

estado solo -dij

o miró

uí estamos, porque alguien les quemó dos almacene

ntamente la c

la

metida hasta los dientes. No cuando tu nombre empieza a sonar en los lugares

encendedor de plata que llevaba siempre encima. Un rega

más bajo-. Y tú estás distraído.

en sus gestos en las miradas perdidas. En cóm

llama? -

finalmente-. Ni lo sabrá. El

mientras le llueven amen

el puño. El eco resonó en el almacén vacío. S

voy a meter en esto pero si esos bast

ara que los Serrano nos

de una explosión rompió la calma. Una onda sísmica leve hi

e en Montesanto! ¡Un

a, su pistola y salió. La noche

-

tos, gente corriendo, sirenas en la distancia. Y el humo

su grupo ya intentaban apagar el fuego desde adentro uno

s? -grit

por ahora! ¡Fueron los Serrano,

una bofetada. El suelo crujía. Reconocía cada rincón, cada mesa. Allí se

, empapado en

-dijo Dante-. Vamos a dejar de jugar a la defensi

eco

Ha

que no se atrevía a decir en voz alta:

-

ombres. Alrededor de la mesa estaban los leales. Los antiguos. Los jóven

ás antiguo. Herido a nuestros hombres. No podemos seguir

ejos, don Silvano

cuerdos? ¿Te olvidas de

o pusieron una bomba. Quie

no podía detenerlo. Solo acompa

eamos quemamos todo. Pero no matamos a nadie que no sea una amenaza directa

ación. El nombre aún pesa

-

da era fuego líquido. Al llegar, todo ocurrió en minutos. Explosivos colocados. Guardias neutralizados. Alarmas falsas en comisarías para desviar patrullas. Fuego, gritos, sombras, el humo era más espes

-

de amanecer, Dante

piden cuentas? Si Donn

lo dejó

lo sabe y aún a

osa, un hijo, un legado. ¿Y qué tienes ahora? Una

la mirada en

sea lo que la

argo rato. Lueg

batalla hacia la próxima pérdida y detrás de ellos, las cenizas

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