e las lámparas italianas. Greco, impecable como siempre, descendió del Alfa Romeo negro, su
cha con un movimiento sutil de ca
quella bailarina le habían dejado una inquietud nueva, como una grieta en su habitual indiferencia. Apenas entraron, el ambiente de humo, whisky y murmullos se cerró sobre ellos. El salón estaba decorado con te
u
lo hubiera estado es
cación precisa. No sonrió. No o
invadía el aire. Se detuvo a centímetros d
eguirás huyendo de mí como
a noche es de negocios -re
ve, casi musical, pero
ser tu alivio... después de tanta presión. Un
Greco dio un paso al costado, se
alivia con juegos,
Lo deseaba, y lo deseaba en serio. Él lo sabía. Pero también
ez lo que necesitas está justo
nde ya lo esperaban dos de sus contactos, de
l club, Rubí se miró en el espej
Luego se rió de sí misma y sacó su móvil. Una foto de Greco, toma
s mío, Greco Leone.
as en el aire, pero sus ojos estaban cargados de una extraña melancolía. No sabía que, en algún rincón de la ciudad, un hombre de
ANTO AUN EN
util sobre la punta de sus pies, era una súplica muda por perfección. No se daba permiso para el error. Las luces del escenario la envolvían en una cápsula de soledad hermosa, pero exigente. Mientras giraba con
Pero su recuerdo y
***
ficina la ciudad que lo obedecía y lo traicionaba a partes
ntaron esta semana. Parece que no enten
er a enviarlo -dijo Gr
na notificación apareció en
do, amore. ¿Por qué no dej
alla sin responder. D
insis
iar entre un no elegan
uando se canse
por encima d
mo ella no se
pasillos del Palazzo Strozzi, donde colgaban cuadros de coleccionistas rusos, Rubí
s? -le dijo ella, acercándose
son invitados -respondió é
tarme cómo supe q
esito h
interrumpiéndole el paso.
osa, Greco.
enc
, lo entenderé... p
n susurro, sin agresividad pero c
Pero contigo t
sonrisa se quebró, ape
vere
ríptica, como una adverten
a, con el abrigo cerrado hasta el cuello, cuando un auto negro se detuvo cerca. Su cuerpo se tensó. Una parte de ella se asustó... pero el cond
abía visto. Que, por un segundo, su
a con una copa en la mano y una libreta abierta. En una p
. ya veremos
ltimos elementos de utilería. Detrás del telón, el aire olía a maquillaje y esfuerzo. Arianna permanecía de pie, aún con la respiración agitada p
la, mientras le daba un ligero codazo-. Te juro que cuan
para todos... menos para ella: cuando su mirada se cruzó con la del hombre en la tercera fil
-preguntó Ari
qu
ro, mirada intensa... parecía fuera de
recerró los o
de que no vino a disfrutar del ballet, sino a mand
vía con una mezcla de miedo y atracción. No sabía su nombre. No
-
ropios pasos se perdía entre la música residual y el murmullo lejano de los apl
mando, vigilando a su jefe como quien
ejó escapar el humo-. Y no m
El
re el escenario, tan frágil y feroz al mismo tiempo, era una imagen que no lograba de
casualidad en
delineados con una intención peligrosa. Su perfume invadió el pasillo antes que ell
e gusta el
ecesariamente cercano-. Aunque confieso que me sentí un poco...
alejaba con la excusa de hacer una llamada
y ocu
e nuestra cena con tu abuela, ha
o se volteó, seco, sin si
a. Se detuvo unos segundos, observando la puerta
inalmente-. Las bailarinas rom
sin volver l
-
lía a jazmín. Al fondo, Paolo la esperaba, como siempre, c
spectáculo? -pregun
dejando caer la bolsa con sus zapat
uando terminaste? ¿Quién era es
esponderle con todo el veneno que tenía acumulado.
as
violencia, pero con esa presión pa
a olvidarlo por un imbécil tr
puerta, supo algo con certeza: ese desconocido no era un simple espectador. Su
-
plaba la noche desde su terraza. Dante volv
s un pr
ella, entrando al camerino. Observando desde l
-dijo Dante-. Y
noche olía a traición y e

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