a cama de mi matrimon
antasma, y la hermana de ese fantasma, Ivana, era mi verdugo. Cada noche, rasguñaba nuestra puerta, diciendo que
vana chilló,
metió a mi cuarto mient
ensarlo dos v
a! ¿Qué
para escuchar mi ver
favorito, de pistache. Pero estaba relleno de pas
aque de pánico por unos comentarios en internet. Damián, enfrentado a mis jadeos de muerte y la hist
í a casa, intentó calmarme, pero luego me pidió que le diera el último regal
ente, Ivana rompió "accidentalmente" un frasco del perfume pers
corazón destrozado. Él jaló a Ivana detrás d
stás histérica. Está
a última pizca de
bía a
umista principal en Francia, renov
ítu
oche núm
i matrimonio no había sido mía.
puerta de caoba de nuestra recámara principal. Era un son
n la Ciudad de México, un hombre cuyo apellido estaba grabado en la mitad de los rascacie
tosa por el sueño y un pavor fam
do estar dormida. Era una defensa inútil que ha
rechinó
nta prometida de Damián, Leonor, se deslizó dentro. Era Ivana Montes, la
ada de Leonor. Ivana decía que era lo único que la ayudaba a dormir, lo
res años, yo había gritado. Damián se hab
e mientras se interponía entre ella y nuestra cama-. E
y, al día siguiente, le canc
que llamar a una ambulancia. Los médicos dijeron que su trastorno de
te, el rasguño en
uspiró, un sonido cargado de c
-me había suplicado-. Su an
y una almohada nueva en el chaise long
lchón hundiéndose bajo su peso, y caminó hacia el clóset para sacar la ropa de cama que ahora mantení
o perfecto de una chica frágil y rota. Tenía veintitrés a
tía un frío profundo y hueco. El amor que sentía por Damián, que algu
a el chaise longue, arr
la voz suave que rara vez usa
aferró a
el sueño. El accident
hado mil veces. Pero Damián, él es
no de un camión que venía de frente justo antes del impacto. Le había salvado la vida y, al hacer
su lado, acaric
onor que siempre te cuidaría
is entrañas. Él era mi esposo. Me había hecho votos a mí.
senté, la seda de mi camisón s
am
sus ojos. Me amaba, o al menos, eso decía. Pero era débil, e Ivana se había aprovechado
-suplicó-. Hoy no
é, el hombre que una vez me había mirado como si yo fuera e
as manos y me había dicho: "Eres mi segunda oportuni
sustituto para Leonor, y yo, con mi cabello rubio similar y mi comportamiento tranquilo, había encajad
gia mortal a los mariscos y servirlos en una cena familiar. Incriminarme por el robo de una reliquia familiar. Cada vez, Damián se enoja
es fríos sobre el mármol. Cerré la puerta, el clic d
lejo era una extraña pálida y
el dueño de una legendaria casa de perfumes en Grasse, Francia. Había sido juez en un concurso en el que participé antes de casar
esc
aceptar". Solo necesitaba ser lo sufi
penetrante rasgó el si
h! ¡Su
rí de golpe la puerta de
añando su propia garganta. Me miraba directamente, su
dedo tembloroso-. ¡Intentó matarme! ¡Se met
do por procesar la descarada men
de pánico y furia. Ni siquiera me miró para escuchar mi
ciste? -gritó, su
mblando-. Damián, estaba
r, grandes y teatrales
a Leonor! ¡Quiere borrar c
omo a una muñeca rota. Me fulminó con la mir
lla -dijo, su voz
, la incredulid
cunó a Ivana, calmándola, mi
de mi amor por él finalmente se extinguió. No fue un parpadeo. Fue una m