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Historia

Capítulo 2

Palabras:1333    |    Actualizado en: 14/08/2025

urgencias, por si acaso. Era una rutina que conocía bien. Mi corazón, que debería haber estado latiendo con fur

en las paredes eran los favoritos de Leonor. El piano de cola en la sala era el que ella solía tocar.

ana estaba arrugado en el suelo. Su almohada con ribetes de encaje, la almohad

taba en el aire. "Discúlpate". N

ción. Y cuando regrese, quiero ver que hayas tirado todos esos acei

o. Mi pasión. Los llamó

ontenía cientos de pequeños frascos de aceites esenciales y absolutos. Era m

arlos, sino para salvarlos. Cada frasco contenía un recuerdo, un

esitaba encontrar a Damián. Necesitaba ver su rostro cuando no estuviera bajo el hechizo de

l. La enfermera dijo que el señor Garza había estado allí, pero se h

stómago. Revisé un sitio de chismes de celeb

toda la noche en Polanco. Él sonreía, dándole de comer un croissant, sus ojos llenos del tierno afecto que una vez reservó para mí. El pie de foto decía

tima. La señora Garza, la mujer que tenía que limpiar su propia habitación mientras su esposo est

io, diciéndole al mayordomo que eran donaciones. Era una mentira, pero era la úni

un clóset cuando Damián finalmente llegó a casa. Me enco

-preguntó, su voz suave, c

rojé el álbum a una gran bolsa de

herido-. Esos son

él, aferrándose a su br

duele la cabeza. ¿Pu

caros suéteres de cachemira, y le quedaba grande en su peque

us ojos todavía en mí. Parecía genu

su labio inferior temblando-. El docto

vista patética. Se giró para

s más tard

rededor de ella. Arrastré la bolsa de basura llena de nuestros "recuerdo

a. Me trajo un pequeño plato de macarrones de la

ijo, con una sonrisa e

el

culpaste

risa v

de eso. Fue una noche

mi voz todavía tranquila-. ¿Por ment

incluso para sus propios oídos-. Ya sabes su estrés

castigaste p

te pedí que fueras considerada con su condición. La castigué, ¿

ca y sin humor se escapó de mis labios. En el pasillo, podía ver a Ivana reco

z goteando sarcasmo-

vorito. Un sabor que él recordaba. Por un momento, un destel

rfecto. Dulce,

comenzó l

l estalló en ronchas. Mi respiración s

No era alér

almendras. Y este macarrón, esta ofrenda d

on con horror al ver mi cara

¡Dios mí

al 911. En el mismo momento, Ivana soltó

s de ti y de mí! ¡Me están llamando rompehogares! ¡No

suelo, sollozand

yo, jadeando por aire en el suelo de la biblioteca, e

s llenos de páni

ena,

ró y corrió

la a sus brazos. La eligió a ella. Eligió consolar su falso ataq

e a Ivana, dejándome sola en el suelo. Mi mano, hinchada y roja, alcanzó mi bolso,

eacción alérgica leve en un restaurante, y él mismo me había llevado en brazos al coche, rompiendo todas las leyes de tránsito

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