Eugenio sintió una repentina e inexplicable punzada de ansiedad en el s
n murmullo distante. Su asistente, Martín, es
reguntó Eugenio, afl
amenta haberle salvado la v
io se hizo añicos. Vino tinto, parecie
zón latía con fuerza en su pe
o a sí mismo que era porque necesitaba ser controlada adecuadamente, q
de baile -pálido, salpicado de vino, pero con ojos ll
pecial. No quedaba nada de ella. Estaba estéril, vacío. El vacío hacía eco del hueco en su pecho. U
llo con los brazos, presionando su cuerpo contra el de él. "Cari
tió una oleada de repulsión. La apa
do", dijo, c
mpió en la habitación, con el ros
r con que se ha id
del hospital. Todas las grabaciones de vigi
e el suelo se abr
arina, su voz teñida de desdén. "Un jueguito patético. Eres
to, funcionaron. Se enderezó, su arrogancia reafirmándose. Por supuesto. Era solo otro de lo
l rostro. "Déjala jugar su jueguito. Ver
stros sonrientes salpicados en todos los sitios de chismes. Revisaba su telé
a ll
En los tres años que estuvieron juntos, Carlota nunca, ni una sola vez, ha
echo se había convertid
quebrándose. "No me importa lo que cueste
te. Era como si la hubieran b