ñicos en el suelo fue como un dis
. Se agarró el pecho, un jadeo ahogado
arlota, lanzándos
ctoria, antes de darse la vuelta y marcharse, su r
más severo. "No puede soportar más estrés", le advirtió el médico a C
real con las cenizas de Juliana en la mesita de noche. Era un peso fr
ía matarlos. Quería destrozarlos con sus propias manos. Pero miró la frágil forma dormida
sacarlas
o a su madre respirar. A la mañana sigu
, la habitació
ió en hielo. El pánico, absoluto y sofocante, l
í, bloqueando la puerta. Su
igió Carlota, con
, su tono casual. "Está afirmando que tu madre la
aquí todo el tiempo!". La voz de Carlota se elevó a un chillido his
la vuelta para irse. "Necesito ir a ver a K
giendo a ellos, de nuevo. Por encim
o su brazo. "¿Por qué no nos dejas e
o torciéndose con fastidio
a y de pánico, salió por el altavoz. "¡Eugenio, mami está despierta
presión indescifrabl
e?", gritó Carlota,
ado. "Está en el hueco de la escalera
ie de un tramo de escaleras de concreto, inconsc
a la invadió. Acunó la cabeza de Bárbara en su regazo y lloró, no
a la nueva cama de hospital de Bárbara,
de la beca de Karina. E
ign
nlace a un archivo de video. El nombre de
mientras escrib
est