vándose la mano al cuello-.
pareció
ía, Karla. Te c
entó, las lágrimas brotando de nuevo en su
coleando en Florida. El relicario era una baratija barata que Ri
-dijo Karla, mirando significativamente a Alin
agotándose. Se volvió hacia
cina. Encuentr
evará horas -d
n Alina. Una sonrisa lenta y c
forma m
a, sus ojos
n la piscina
de la noche era frío, y el agua de la piscina sin calefacción estaría helad
sin dejar lugar a discusión-, y estaremos a
seguridad de su hermano a
a lo que pasaría si se negaba. Sabía
entó una última vez, su
o se a
tu culpa. Tú eres la que está
un show d
puedes pedirle que ha
-dijo Ricardo, sus ojos nunc
un destello de
s abrió de nuevo, no quedaba nada dentro. Ni mie
scina y, sin un momento de vac
ulos se agarrotaran. Pero lo superó. Sumergió la cabeza, sus ojos ardiendo por el cloro
de pie en el borde, observándola, con los brazos cruzados sobre el pecho. Algunos de
ltro -sugirió una mujer,
ovió. Solo la o
ad, finalmente pareció aburrirse del
na-. Probablemente no
n mirar atrás, con Karla aferr
miró las manos, azules y entumecidas por el frío, y supo que este era el final. No sol