el sonido de sus tacones resonando sobre el pavimento mojado. No era común verla fuera de la mansión familiar, pero esa noche, el peso de las expectativas f
madre, Margarita Cordero, quien había diseñado cada aspecto de su vida, desde su educación hasta su futuro matrimonio. "U
se hicieron más cercanos, más rápidos. Ana miró por encima del hombro, pero no vio a nadie, solo sombras moviénd
na voz rasposa de
mplexión media, vestido con ropa oscura y desaliñada. La expresión en su rostro era
año. -Su voz sonaba amenazante,
odía dejar que se apoderara de ella. Era su oportunidad para tomar el control de la situación. Con
do estará bien -dijo é
te, saliendo de las sombras a gran velocidad. Era otro hombre, de cabellera oscura y mirada intensa. En un instan
o al agresor por el cuello y empujándol
hacer. En ese instante, el hombre que la había salvado la miró, sus ojos intensos pero tranquilos, como si todo fuera solo un juego. Sin
-preguntó, acer
o de decir algo, pero las palabras se le atascaban en la ga
? -preguntó, aún con los
era evaluando la situación, como si no supiera qué decirle a una mujer que claramen
nte, tendiéndole la mano-. No te preoc
evidentes signos de que vivía en la calle. Sin embargo, algo en su presencia la hizo
ándolo fijamente. No podía entender qué lo
de hombros, casi como si lo que acab
no cuando vi lo que te iba a pasar. -
cir algo más, cuando un sonido lejano la hizo tensarse. Los sirenas de la po
mando su brazo con delicadeza y guiándola haci
oda velocidad, pero había algo en Lorenzo que la hacía sentirse inexplicablemente protegida. Un hom
-preguntó finalmente,
un momento, sus ojos reflejando un
primera vez- no podía dejar que algui
o de hombre que su madre, Margarita Cordero, habría aprobado. Era un desconocido, un hombr
más, y Lorenzo la empujó suavement
uen. -dijo, con una seriedad e
echo, como si la vida la estuviera empujando hacia un nuevo destino.
oscuridad de la noche, sabiendo que, de alguna manera, su destino