e. Aquella salvación tan inesperada, tan ajena a su mundo, había alterado algo en ella. Los recuerdos de Lorenzo interviniendo para salvarla, de sus ojos p
entana. El sol tímidamente comenzaba a iluminar la ciudad, pero en su interior so
ada para cumplir con las expectativas: casarse con el hombre adecuado, asistir a los eventos correctos, ser la hija perfecta de lo
nunca había conocido. No podía dejarlo atrás, no cuando sentía que había algo real en lo que
s de siempre sobre negocios y futuras alianzas familiares no hicieron más que aument
os automóviles avanzaban por las calles con rapidez. Pero para Ana, todo parecía ir en cámara le
El mismo banco donde se había detenido antes de ser atacada estaba vacío, pero en
nado, mirando al vacío. A pesar de su apariencia algo desaliñada, había algo en su postura que le
cercó a él. Lorenzo levantó la vista y la mir
reguntó él con una ligera sonrisa en su rostro
suficientemente adecuada para describir lo que sentía. Finalmente, respiró hondo y se sentó
lían tan fácilmente como pensaba. Tenía tant
Lorenzo, su voz baja, pero carg
de los árboles. Pensó en su vida, en todo lo que había dejado atrás, en su madre, en los
ona podría desear... dinero, un futuro asegurado, una familia... pero me siento vacía. Todo e
ndes discursos ni de promesas vacías. Solo vivía su verdad, lo que era, sin pretensiones. Pero en ese momento,
-preguntó Lorenzo, aún con esa calma qu
a decidir por ella misma... La idea de escapar, de liberarse del peso de las expectati
hombre de su clase, no era el tipo de persona que su madre habría aprobado nunca. Pero é
casi sin pensarlo. - Neces
o, sin comprender del
e qué? -pregunt
r viviendo bajo la sombra de su madre, bajo e
lara, como un acto de valentía que no sabía que t
de oír. Por un momento, pensó que Ana solo estaba buscando una escapatoria
tás diciendo? -preguntó, con
irmeza, su mirada
cer, con quién debo casarme, qué debo pensar. Pero yo... quiero decidir por mí misma. Quie
tan distante a su mundo, tomaría una decisión tan radical. Pero mientras la miraba, veía la
pero firme. - Tú eres libre.
aún así, lo que le ofrecía era algo más que un escape. Era una oportuni
ta vez con más seguridad. - No importa quién seas ni de
to, Ana pensó que él no aceptaría. Pero entonces, lentamente
, casi en un susurro, como si el peso de sus
so que no tenía retorno. Ya nada sería igual. Pero eso era
es lo qu