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Bajo el manto de la fortuna

Bajo el manto de la fortuna

5.0
60 Capítulo
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Ana Lucía Cordero, hija única de los Cordero, una de las familias más poderosas del país, ha sido criada en un mundo de lujo y expectativas familiares. La perfección es su carta de presentación, y su vida está predestinada a seguir un camino cuidadosamente trazado por su madre, Margarita Cordero. Sin embargo, Ana siente que esa vida no es la suya. Cansada de vivir bajo el control de su madre, decide rebelarse y hacer algo completamente inesperado: se casa en secreto con Lorenzo, un hombre que conoce por accidente en un momento de crisis. Lorenzo, un hombre humilde que vive en las calles, se convierte en el inesperado protector de Ana tras un asalto fallido en el que él se interpone para salvarla. Sin saber nada sobre su pasado, Ana decide que Lorenzo es el hombre con el que se casará, desafiando así a su familia y a las expectativas que su madre tiene sobre ella. Lo que Ana no sabe es que Lorenzo fue en su momento un exitoso empresario de la alta sociedad. Sin embargo, tras un acto de generosidad, regaló toda su fortuna a las personas sin hogar, perdiendo su dinero, su casa, y su posición social. Ahora, vive en las calles, pero sigue siendo un hombre lleno de principios. Ana, sin saber de su pasado, lo lleva a la familia Cordero, y lo presenta en una cena como su marido, provocando el desconcierto y la indignación de todos. Pero lo que nadie espera es la astucia de Margarita Cordero. En lugar de rechazarlo, Margarita ve en él una oportunidad y decide transformarlo, vistiéndolo y presentándolo como si fuera un hombre de su misma estatura social. Pronto, Lorenzo comienza a ascender dentro de los negocios familiares, ganándose el respeto de los Cordero, mientras Ana se enfrenta a la difícil decisión de si su amor por él es suficiente para desafiar todo lo que su madre representa.

Contenido

Capítulo 1 El Encuentro Inesperado

La noche estaba cerrada y oscura, como si el cielo mismo hubiera decidido ocultar las estrellas. Ana Lucía Cordero caminaba sola por las calles de la ciudad, el sonido de sus tacones resonando sobre el pavimento mojado. No era común verla fuera de la mansión familiar, pero esa noche, el peso de las expectativas familiares la había llevado al límite. Se sentía atrapada en una jaula dorada, rodeada de lujo y riqueza, pero sin la libertad de tomar sus propias decisiones.

Las luces de la ciudad titilaban a lo lejos, pero para Ana, todo parecía borroso y distante. Había tenido suficiente de su madre, Margarita Cordero, quien había diseñado cada aspecto de su vida, desde su educación hasta su futuro matrimonio. "Una buena hija nunca desafía a su madre", le decía siempre. Pero hoy, Ana no quería ser la buena hija. Hoy, quería ser libre.

De repente, escuchó unos pasos detrás de ella. Al principio pensó que era su mente jugando trucos, pero los pasos se hicieron más cercanos, más rápidos. Ana miró por encima del hombro, pero no vio a nadie, solo sombras moviéndose en la oscuridad. Aceleró el paso, sintiendo una ligera incomodidad que se transformó en una punzada de miedo.

- ¡Alto! -gritó una voz rasposa desde detrás de ella.

Antes de que pudiera reaccionar, una figura emergió de las sombras, un hombre de complexión media, vestido con ropa oscura y desaliñada. La expresión en su rostro era feroz, y en su mano llevaba un cuchillo, su brillo reflejando las luces de la calle.

- Dame tu bolso, y no te haré daño. -Su voz sonaba amenazante, pero con algo de desesperación.

Ana retrocedió, sintiendo cómo su corazón aceleraba. En sus ojos se reflejaba el pánico, pero no podía dejar que se apoderara de ella. Era su oportunidad para tomar el control de la situación. Con un movimiento rápido, intentó correr, pero el hombre la alcanzó, sujetándola del brazo con fuerza.

- No hagas ruido, y todo estará bien -dijo él, apretando su agarre.

El miedo comenzó a apoderarse de ella, pero en ese momento, algo inesperado ocurrió. Una figura apareció de repente, saliendo de las sombras a gran velocidad. Era otro hombre, de cabellera oscura y mirada intensa. En un instante, se acercó al atacante, lo empujó con toda su fuerza y lo desarmó. El cuchillo cayó al suelo con un ruido sordo.

- ¡Suéltala! -gritó el hombre, sujetando al agresor por el cuello y empujándolo contra la pared de un edificio cercano.

El asaltante intentó resistirse, pero el hombre lo inmovilizó con facilidad. Ana, temblando de miedo, observaba la escena sin saber qué hacer. En ese instante, el hombre que la había salvado la miró, sus ojos intensos pero tranquilos, como si todo fuera solo un juego. Sin decir una palabra más, el asaltante fue dejado en el suelo, completamente derrotado, mientras el héroe de la noche se giraba hacia Ana.

- ¿Estás bien? -preguntó, acercándose a ella.

Ana no podía creer lo que acababa de suceder. Estaba a punto de decir algo, pero las palabras se le atascaban en la garganta. Finalmente, asintió, con la respiración entrecortada.

- Sí, pero... ¿quién eres? -preguntó, aún con los ojos grandes de sorpresa.

El hombre no respondió de inmediato. En su rostro, se reflejaba algo como si estuviera evaluando la situación, como si no supiera qué decirle a una mujer que claramente provenía de un mundo muy diferente al suyo. Tras unos segundos de silencio, habló.

- Mi nombre es Lorenzo. -dijo simplemente, tendiéndole la mano-. No te preocupes. Ese tipo no va a molestarte más.

Ana miró su mano con incertidumbre. Lorenzo estaba sucio, desaliñado, y sus ropas eran evidentes signos de que vivía en la calle. Sin embargo, algo en su presencia la hizo sentirse segura. ¿Cómo podía confiar en él, alguien tan ajeno a su mundo, tan diferente?

- ¿Por qué lo hiciste? -preguntó ella, mirándolo fijamente. No podía entender qué lo había llevado a intervenir en su defensa.

Lorenzo dio un pequeño encogimiento de hombros, casi como si lo que acababa de hacer no tuviera importancia.

- No pude quedarme de brazos cruzados, no cuando vi lo que te iba a pasar. -respondió con una calma desconcertante.

Ana lo miró por un largo momento, sin saber qué pensar. Estaba a punto de decir algo más, cuando un sonido lejano la hizo tensarse. Los sirenas de la policía comenzaron a sonar en la distancia, y en un parpadeo, Lorenzo la miró.

- Es mejor que te vayas. -dijo rápidamente, tomando su brazo con delicadeza y guiándola hacia una esquina oscura donde podrían esconderse.

Ana lo siguió, pero no podía dejar de pensar en lo que acababa de ocurrir. Su corazón aún latía a toda velocidad, pero había algo en Lorenzo que la hacía sentirse inexplicablemente protegida. Un hombre tan diferente a todos los de su mundo, tan alejado de su realidad, pero tan cercano en esencia.

- ¿Por qué me ayudaste? -preguntó finalmente, con una mirada profunda.

Lorenzo la miró en silencio durante un momento, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y determinación.

- Porque... -comenzó, titubeando por primera vez- no podía dejar que alguien sufriera por algo que pude evitar.

Ana lo observó, su mente dando vueltas a lo que acababa de escuchar. Lorenzo no era el tipo de hombre que su madre, Margarita Cordero, habría aprobado. Era un desconocido, un hombre sin dinero, sin estatus. Pero algo en él la había cautivado, algo que no podía explicar.

El ruido de las sirenas se acercaba más, y Lorenzo la empujó suavemente hacia un callejón aún más oscuro.

- Debes irte antes de que lleguen. -dijo, con una seriedad en su voz que sorprendió a Ana.

Ella lo miró con intensidad, sintiendo una sensación extraña en el pecho, como si la vida la estuviera empujando hacia un nuevo destino. Sabía que lo que acababa de ocurrir cambiaría su vida para siempre.

- Gracias, Lorenzo. -dijo finalmente, antes de desaparecer en la oscuridad de la noche, sabiendo que, de alguna manera, su destino estaba ahora irrevocablemente entrelazado con el de este hombre.

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Recién lanzado: Capítulo 60 El Nuevo Comienzo   Ante ayer22:53
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