ro del salón. Algo en su vulnerabilidad siempre despertó un instinto protector e
debía dinero a su padre, acabab
ó inclinado sobre el lavabo. Así que lo agarró por
aso. Te advertí que
o silenció con un puñetazo en el estómago y lo v
hard Crawford contrayéndose al ver la escena, pero intentó disi
que irían al g
d era un parásito, alimentándose de l
N
viosa y abrió la boca, per
sal d
pareció el otro cobarde y se inclinó sobre él, lo que bastó pa
or ahora. Te juro que an
umpió-. O tus piernas s
r a sus espaldas,
rto de hacer
quien bebía tranquilo en la barra. Su
arreg
sup
an tomó un trago del vodka que le ofreció, y observ
trajo su atención. Aunque llevaba un vestido discre
Walter, soltando una carcajada-. Anda,
lo, no lo dude
ntrarse en su bebida, poco desp
Nathan Kingston -dijo ella, t
te que eso no le importaba a ninguno de
e presión de sus cuerpos. Ella deslizó su mano por su hombro hacia abaj
uetona y acariciaba la dureza de su pectoral sobre la camisa, clav
ganando esa noche. Lo comprobó poco después cuando ella hizo q
mos buscar un po
despidiéndose con un gesto de Walter,
lo envolvió. Entrecerró los ojos un instante, pero al siguiente distinguió a Liz
brazos de su madre, y la niñera
o lo hizo
arándose para decir algo, pero Nathan ya había tomado a
ña en el asiento del coche con cuidado,
es
el bolso de mano que hacían brillar sus delicadas uñ
legraba de verla. Llevaban meses sin coincidir en las fiestas d
, no pudo resistirse a dar un paso adelante y se inclinó al rozar su mejilla co
ches, Ánge
uya, pero eso lo trajo al presente y se obligó a ir junto a
che, aspiró con fuerza e
como para encarrilarlo de nu
mano sobre su muslo descubiert
no, pero se arrepintió en la segunda canción
mujer tenía el ego hasta las
mperial, propiedad de su familia, y tomó el ascensor privado al mismo
ad de sus gestos, esa elegancia natural que la hacía destacar sin intentarlo y cerró
maginando que era Liz quien se derretía bajo sus manos. Como una sombr
ar con ella. Ya no. Aquella preciosura inocente había rozado su corazón
con su estúpida fantasía de imaginar que el hombre con el que se casaba era él. E
eraba de su atención con una urgencia que lo arrastró de vuelta al presente, al mismo tiempo en qu
sitaba y largarse de esa maldita ciudad donde todo tení
lo perseguía. Con una voz ronc
rodi