ingiendo dormir a pesar de que escuchó
a agotado sus reservas de valentía y energía para seguir d
ndo azotadas le erizaron la
e su loción tan cerca y aun así no se movió. Escuchó la gaveta de s
r otra mujer te demandaría por calumnias -dijo Richard, muy cerca, pe
e su habitación. Pensó que se había marchado, p
un psiquiatra. Tu comportamiento no es n
abeth, pero se negó a dejarlas caer. No podía
aba y encontró que sobre la mesita le dejó varias tarjetas d
lo más profundo de su ser y gritó con todas sus fuerzas al mismo tiemp
ió la puerta de nuevo, y con
sta violencia que podría convertirse en un r
etazo en el estómago al insinuar que
sola, descolocada. Como si estuviera dentro de una
ión a Emma mientras le relataba animada cómo su maestra de arte terminó con la cara cubierta
ó voces conocidas desde el recibidor. Su corazón se
Ana fue más veloz y la sujetó de la mano. A Liz se le det
parar con un gesto, señalando sus manos l
arte de lo que siempre había obte
a pero firme-. Por favor, lleva a Emma a
presenciara lo que est
su expresión, se acercó a ella con las manos en a
, vamos a hablar de
ano, pero Liz se ap
por favor. -Él insistió en acercarse,
tensificaba con cada palabra de Ri
ia contenida durante años buscara escapar de alguna forma, y antes de darse cuenta, su mano se
ck, incapaces de creer lo
ejilla enrojecida contrastando con s
era un buen mo
resopló con
eocupas por s
ablaremos más tarde
eguía hormigueando, y se encontró irguiendo la espalda, adoptando una
han estado burlando
rotando donde e
nciliador―. Sabes que desde que te vi me enamoré
tivo que Liz siempre consideró cariño
ualquiera de sus ideas, la fiesta donde la dejó sola, sus excusas sobre r
o eso tenía un origen. Sie
detuvo con una mirada fulmi
n paso en su
que solo sucedió una vez... estába
s perder a su amiga que a su esposo-. Nos apoyamos cuando fallecieron nuestras
n poco más. Siguió su mirada y se sobresaltó al encontrar a Richard ar
su esposo se quebró―. No sé qué m
se percató de que Amelia, al principio, parecía incrédula igual que ella,
nía su mano, impi
ces de ensayar esta escena, si planearon juntos cómo c
visto en él―. No lo provoqué, te lo juro. Fue un desliz. Un comentario que se
mismo tiempo que soltaba una risa amar
ste ser el estuche de monerías que siempre creí. -Negó con la cabeza y lu
ida entre el impulso aprendido de consolar a Richard, que seguía de rodillas frente a ella con expresión dev
suyas. Sintiéndose como una muñeca rota, sin sab