o siempre, y sin duda no estaba esperando a nadie. Katya tomó aire y, tras quitarse los guantes y todo el material m
nos y terminó a unos metros dentro de la habitación. Katya logró apartarse a tiempo antes de ser golpeada por la puerta y pisoteada por todos lo
s vio acercarse a Egan y preguntarle incesantemente "¿señor, está bien?", ahí ella supo que eran hombres que trabajan para él. Katy
realidad no todo estaría bien para ella. Tomaron sus brazos y piernas, apretándolas tan fuertemente para retenerla que ella supo que quedarían marcas al final. Pero más que su cuerpo, comenzó a s
tiles, tardaron dema
le para nosotros cuando recib
retenida en el suelo. Ella forcejeó con los hombres, pero estos solo aplastaron más su cuerp
olvió hacia Egan como un soldado q
rometida –la voz de Argus destilaba admiración, pero Egan lo miraba con completa exaspe
n poco de sangre salpicada en el rostro, parecía toda una diosa guerrera. Cuando su mirada bajó hasta Katya
ero Egan se puso de pie con ayuda de uno de sus sicarios y caminó hasta Katya, ella
rdené que la
e Katya, incluso pudo escuchar
il y estás loco,
aba así, el hubiese hecho, como mínimo, que le cortaran la lengua. Pero él tenía cierta debilidad en su prima, quién también er
dias de Egan la pusieron de pie a la fuerza, su voz desti
ión. Comenzó a recostarse lentamente en la almohada nueva
se estado –la mirada de Egan se ablandó un poco al mirar a Sylvana, solo un poco pues su expresión seguía siendo competencia contra una roca–. Tú encárg
udo, sintió sus piernas desfallecer en el momento en que Egan volvía a dormirse (o desmayarse) sobre la camilla
menazar contra sus ojos. Clavó fuertemente sus talones contra el suelo e hizo titubear el agarre de los guardas. Sin embargo, por más que
esta vez sintió como apretaban un trozo de tela muy fue
de Katya e hizo que ella se agitara con más violencia. Sus músculos protestaron del dolo
uvo dispuesta a salir corriendo en ese preciso momento. Hasta que sintió unos brazos que la suje
o ponerse en marcha, la última alarma en su cabeza disparó la adrenalina en todo su cuerpo. Pateó en dirección a la puerta y sus manos buscaron a ciegas la perilla para
compartían asiento–. Vamos a más de 150km/h, no morirías, pero estoy