ededores había otros similares, pero que sin duda estaban menos habitados. Otra cosa que también
s encontraría quizás un político o un exiliado. F
mente tenía un viejo refrigerador y una mesa de madera con cuatro sillas. De una de esas sillas, se levantó un hombre de aspecto abatido. Su cabel
cía muy familiar an
do mejores
el hombre, apesta
acia Katya. – Él es Argus, el tipo
onrió con
finalmente
, sintiendo su ans
está el
ás profundo en la casa, donde solamente ella logró ver un baño y un par de viejas habitaciones más. Al final, la ingresó por una puerta de metal que
aredes con un pequeño cuadrado de cortinas en el centro, donde había una camilla con un acostado en ella. Estaba conectado a varios aparatos y un suero colga
la miraba con una pregunta intrínseca en sus o
re bajo la manta y, bajo toda la sangre y los vendajes sucios, supo que no era un político. De hecho, era muy guapo, de unos 28 años
la felicitaron por lo bien que había ido y Katya se sintió feliz de haber aceptado por primera vez. A Argus y a Sylva
zas, hasta que el hombre que ac
un hotel y Argus prometió que regresaría pronto. Solamente quedaban en aquella casa casa
erdes y lo primero que hizo fue sonreírle,
algo? ¿Agua? –L
uese lo primero que él dijera estaba haciendo que su corazón se acelerara
me está confundi
ccionaba de formas diferentes a los analgésicos; ella agradeció internamente que él no despertara violentamente, pero digamos que aquella forma de hablarle y la suavidad e
as direcciones, ¿
e pareció que por fin enfocó bien a Katya. Aquella debilidad que había antes en sus vidriosos ojos, se esfumó tan rápido que el hielo que se reemplazó en su mirada y la tensión en sus expre
en una posición que iba entre lo sentado y recostado. El
ombre, pero si dese
adie. –Katya apretó sus labios en una fina lí
señor Caruso.
nada más–. Así que, ¿Argus te contrató? –Katya asintió–. ¿Te hizo firmar algún contrato?
me dijo que debí
al –repitió, sin duda como
Katya se volvi
a y mi propia clín
tya deseó poder saber si a
e dinero, ingenua de ti que dijiste que sí –Katya sintió la bilis devolverse por su garganta; él tenía razón, boba que había sido–. Sin embargo, yo sí tengo. Y mucho. Seré yo quie
quis
su pectoral. Es tan sencillo que tuvieron que buscar una complet
n realidad en el rostro de él había algo más, algo diferente a
taba cansada y solo quería dormir y comer algo–. El pago por
sus dientes de la rabia q
liento a Katya–. Argus prometió ese pago por la operación y la discreción. N
una pistola que había sacado de debajo de su almohada. Katya sintió su sangre
us manos por acto reflejo y se preguntó cómo es que siendo él el herido que n
Egan hizo que ella tragara grueso. Como Katya no respo
bien, l
–Escup
aré la
Katya, quien era tan orgullosa como para hacer lo
Egan. Katya permaneci
otro lado–. Traje conmigo a un repartidor
podía llamar a la policía. Pero cuando la mirada de Katya se encontró con los ojos ver
tado quedarse