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Mi vida se desmoronaba el día que me despidieron, embarazada de tres meses y sintiendo el miedo de repente. Pero el balde de agua fría de verdad llegó cuando mi novio, Mateo, el padre de mi hijo, soltó su "plan AA". Quería dividir todos los gastos del embarazo y del bebé a la mitad, usando el "feminismo" y la "igualdad" como excusa para su avaricia. Lo peor vino después: mi suegra, Doña Carmen, se mudaría a MI departamento, y ¡yo tendría que pagarle parte de un "sueldo" por "ayudar"! Estaba furiosa, dolida, y no entendía cómo el hombre que amaba se convertía en un contador sin alma. Pero de mi dolor nació una chispa. Si querían jugar a los negocios, jugaríamos. Y la cuenta, la pagarían muy cara.