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Llevaba diez años de una relación secreta. Diez años esperando que Daniel, el amor de mi vida, por fin me diera mi lugar. Él era mi "tío Daniel", el hermano adoptivo de mi madre, pero en secreto, era el hombre al que yo amaba y por quien lo sacrifiqué todo. Un día, mi celular vibró. Daniel había publicado algo en Facebook, algo que nunca hacía. Mi corazón se llenó de tonta esperanza, creyendo que por fin se atrevería a hacerme pública. Pero la foto que vi me destrozó el alma. Era él, besando a su exnovia Laura, y una leyenda que decía: "Diez años de espera valieron la pena. Bienvenida de nuevo, mi amor". Luego, llegaron los comentarios de nuestros amigos en común: "¡Felicidades, bro!", "¡Qué buena pareja!", "¿Y tu 'sobrina' Sofía ya lo vio?". Fue como un balde de agua fría. Entendí que para ellos, yo solo era la "sobrina". Daniel me llamó, jurando que era una broma, una tontería. Pero, con el corazón destrozado, marqué el número de mi madre. "Mamá. Acepto. Me voy a casar con Ricardo". Decidí que era tiempo de escapar, de empezar de nuevo, aunque fuera con un extraño. Pero Daniel no me dejaría ir tan fácil. Lo que él no sabe es que esta "sobrina" ya no es la niña ingenua que él creía.